Nació entre lana y así ha vivido hasta hoy, a sus 57 años, dedicado en cuerpo y alma a la recogida, selección y venta de esta fibra natural que llevó el nombre de España por Europa en la Edad Media y, de forma especial, en la Edad Moderna, de la mano del rey Carlos V. De aquellos tiempos, en los que Castilla fue gran productora, solo queda la nostalgia, la misma que deja entrever el gesto preocupado de este lanero zamorano, Víctor Muelas, que tiene su pequeña empresa en Mombuey. La que heredó de su padre y que morirá con él, el hijo quiso salir del pueblo y estudiar, lejos del negocio familiar que Víctor mantiene con vida con su esfuerzo y el de su esposa, María Teresa Lobato, con ayuda de un par de empleados.

El oficio "es duro", el trabajo continúa siendo manual y el margen de negocio es no es muy elevado. El precio de la lana va año a año a la baja y se sitúa ya en 25 céntimos el kilo, denuncia Muelas. La producción en la provincia se estima en unas 2.700 toneladas anuales que se reparten cuatro empresas en manos de zamoranos. Compran esta materia prima a las 500 explotaciones de avino de todo el territorio provincial. Los beneficios por la puesta en el mercado de la lana ya seleccionada y empaquetada varían entre los 200.000 y los 300.000 euros anuales que ingresan en conjunto las empresas del sector.

Del total de ese volumen de negocio, 500 toneladas las absorbe Víctor Muelas; otras 200 más se reparten entre dos empresarios pequeños, uno radicado también de Mombuey y el otro de Puebla de Sanabria. Completa el pírrico listado de sociedades dedicadas a esta actividad, otra ubicada en Monfarracinos, la de mayor tamaño, que recoge 2.000 toneladas de lana. Las cuatro firmas emplean a una treintena de personas, calcula Muelas, inmersos ya en la temporada de 2017, y a pocas semanas de haber terminado la del año pasado, "el 7 de abril", concretan él y su esposa. Por delante quedan cuatro meses de recogida, hasta agosto, de explotación en explotación, tras el paso de los esquiladores.

Es el momento de reivindicar, encarecidamente, a los ganaderos "que no usen el agua para facilitar el esquilado porque la lana se deteriora, se pone amarilla, se llega a descomponer al prensarla y la tenemos que tirar". Víctor Muelas denuncia "la pérdida de un 40% de la producción desde hace tres o cuatro años porque la mayoría de los ganaderos mojan la lana y es muy difícil secarla", por no decir imposible, puesto que requeriría de muchos días. La humedad "amarillea la lana y no se puede recuperar, ya no se puede blanquear y no vale nada".

Los productores tratan de impedir que esa práctica, más propia de otros países de los que proceden desde hace años los esquiladores, al tratarse de un oficio prácticamente desaparecido en España, continúe utilizándose en Zamora. En estos cuatro meses, los laneros centran su trabajo en la recogida del producto, que almacenan en sus instalaciones. Muelas cuenta con tres camiones de diferente tonelaje y una nave de mil metros cuadrados, donde dispone de grandes recipientes en los que colocar la fibra natural para pasar a la fase de limpieza y clasificación, proceso que es totalmente manual durante el que "se quitan las impurezas, los restos de estiércol que lleva".

Esa parte del trabajo implica un gasto de 30 céntimos por kilo de producto. Su mujer explica cómo se realiza esta tarea que deja su huella en las manos, deterioradas del movimiento sistemático para "escoger la lana y separar los diferentes tipos en función de la raza" de la oveja a la que pertenece. Las características genéticas determinan que la fibra sea más o menos gruesa, "cada raza da un tipo de lana, más fina o más gruesa", concreta el empresario de Mombuey.

Una vez realizada la selección, llega el momento de prensar el material para después venderlo en paquetes perfectamente embalados, para lo que el industrial zamorano tiene una prensa especial, una máquina que empaqueta y deja lista para exportar la producción.

El mercado textil español es muy limitado, de modo que la industria de transformación se concentra en otros países, especialmente, en "China, la India, Japón, Italia" y la más cercana Portugal. "A Marruecos se destina la lana negra", añade Muelas, que recuerda cómo comenzó con su padre, cuando tenía 14 años. Y aquel, con un tío a los 11 años, con quien recogía todo tipo de artículos, "trapos, lanas, cacharros...". Hoy es el segundo de estos negocio más importante de la provincia.