Quienes les conocen les vinculan con la tribu "Emo", pero parece que el "cutting" (corte en inglés), el "risuka", o el "self injury" (según se prefiera) son prácticas de moda entre algunos adolescentes y jóvenes, consistentes en cortarse de forma superficial en la piel o hacerse tatuajes en el cuerpo. Cuchillas de afeitar, cutter, navajas, cuchillo, incluso un compás o cualquier objeto afilado sirven para dejar las marcas principalmente en los brazos y muñecas y piernas (en los muslos).

¿Qué se esconde detrás de esta práctica? Aunque pueda no estar expresamente vinculada con la pertenencia a una tribu urbana, parece que sí permite a quienes se autolesionan sentirse vinculados a un grupo, aquel que creen que define su identidad, una forma de estar y comprender el mundo en una etapa de la vida "tremendamente difícil, muy de montaña rusa, ahora están arriba y, en segundos, abajo", explica la psicóloga zamorana Mila Rueda.

Efectivamente, los expertos afirman que los cortes que se producen pueden ser un mero signo de inclusión; de valentía o prueba de amor ante el chico o la chica que les gusta ("algunos se marcan las iniciales"); de llamada de atención; de imitación del igual, abunda Rueda, también presidenta de la Asociación Zamorana contra la Violencia (Azavi).

Quien recuerda que "el riesgo, como reto, es parte de la adolescencia, etapa en la que no se tiene miedo de nada. Los adolescentes sufren mucha inseguridad por los estados de ánimo cambiantes que padecen y que descolocan a cualquiera. A los padres les vuelven locos".

La terapeuta no descarta que las autolesiones puedan esconder "algún síntoma de ansiedad, pero no de estrés familiar o de ansiedad generalizada", aunque estos serían los casos más extremos y cuando se requiere una intervención de un profesional, advierte, para insistir en que "los padres tienen que estar siempre alerta".

Rueda conoce muy de cerca estos comportamientos adolescentes porque "estamos viendo pequeñas manifestaciones conductuales en nuestras consultas" de este tipo. Aunque vinculados a grandes ciudades o metrópolis, los menores zamoranos no escapan a estas tendencias, de las que solo saben los "colegas", ya que los cortes solos se exhiben entre otros niños que también se cortan o entre amigos adolescentes. Ante el resto, "hay que taparse con relojes, pulseras o camisetas de manga larga para ocultar las lesiones y que no te descubran", explica la psicóloga que le cuentan sus pacientes. Aunque los padres, inevitablemente, terminan por saberlo.

¿Los motivos? Se sienten empoderados, "lo hago por que soy guai"; para algunos es una inyección de autoestima o de éxito, el razonamiento es "si hago esto soy más valorado", "eso me da prestigio, soy un igual más". El adolescente busca reforzarse, por eso se reúne en grupo. En Zamora un punto de encuentro eran el puente nuevo de la autovía, en los Tres Árboles y las Redes Sociales facilitan esas reuniones, hay aplicaciones para ello. Los chavales vulnerables, con baja autoestima o con alto nivel de exigencia son candidatos a dejarse llevar por el grupo, que hace cosas peligrosas de las que es capaz de participar como uno más, "Es sentir el "¡ay, he podido!", es el riesgo que ellos necesitan para tener un subidón".

El grupo llega a ser tan importante que la familia queda en un segundo plano. Por eso, "hay que estar alerta, no se puede decir "se le pasará", no hay que dejarlo", insiste Rueda. Que existen casos graves, los menos, no puede negarse. Tanto en estos como en los más leves, por lo general la respuesta de los padres es "extinguir este tipo de reclamo, no hacer caso y tratar de atajarlo en casa". Una dirección equivocada, "hay que acudir a profesionales, aun cuando se tengan conocimientos porque un padre o una madre no pueden reconducir esos comportamientos, ellos tienen su rol de madre y padre".