"Pensábamos que todo esto nos iba a quedar grande, pero aquí estamos, como flanes, deseando que llegue", dice con ojos brillantes Jesús Maestre, de 60 años, mientras espera en las escaleras del Ayuntamiento a su "segunda nieta", Mamia. La niña dejó el campamento de refugiados de Tinduf, Argelia, ayer por la tarde junto con otros 40 niños para volar hacia la península.

Hace cuatro décadas, miles de saharauis tuvieron que huir a una de las regiones más recónditas del Sáhara Occidental para refugiarse de la invasión marroquí y mauritana. Desde 1996, la Asociación Zamora con el Sáhara ha convertido a más de 40 hogares zamoranos en una segunda familia para aquellos niños del campamento que, durante julio y agosto, viven con las familias como un miembro más, el más querido.

"Mi nieta de 7 años no ha dormido de la emoción. Esta mañana se metió un cuarto de hora antes en el coche, no aguantaba más. Han congeniado desde el principio", comenta Purificación, que ya acogió a Mamia el año pasado.

Las familias de acogida son seleccionadas a través de varias entrevistas hechas por los psicólogos de la asociación. Una vez dan luz verde, todas reciben nombre, edad y otros datos personales del niño, pero no se ven las caras con ellos hasta que el autobús llega desde Valladolid y aparca en la Plaza Mayor de la ciudad. Después de romper el hielo durante el primer año, todas las familias mantienen el contacto con los niños hasta el siguiente verano, y algunas incluso viajan al campamento para conocer a sus padres.

"Es la pobreza sobre la pobreza, pero las familias están unidísima", cuenta Jesús Maestre, que visitó Tinduf dos días después de padecer del corazón. Los padres de Mamia "fueron increíbles. Ahora hablamos cada quince días, a pesar de la barrera del idioma", añade.

Durante la estancia, los niños se someten a un seguimiento médico -peso, estatura, vista, oídos y una analítica- y asisten a actividades conjuntas en distintos pueblos de la comarca. Este año, Coreses y Corrales del Vino serán los anfitriones y prepararán varias marchas y comidas en el campo.

Además, los hogares han dedicado el tiempo de espera a planear numerosas actividades con las que los niños se olvidarán de todo y disfrutarán de las vacaciones en una ciudad y una cultura distintas. "Mañana nos vamos a la playa con ellas. También están apuntadas a actividades y van a aprender a nadar", explica Purificación.

Durante la recepción, el alcalde Francisco Guarido destacó el orgullo que sentía al "dar la bienvenida una vez más a todos los niños" y señaló que España, y en concreto, Zamora, siguen "siendo un territorio de acogida gracias a todas aquellas familias que lo permiten y aceptan".

A pesar de las lágrimas de miedo y timidez de aquellos niños que participaban por primera vez, el ambiente de alegría empañó todos los cristales del Ayuntamiento así como los ojos de los presentes. Para Jesús Maestre, como para todas las familias del programa, lo importante de acoger a Mamia no es lo que ellos le ofrecen, sino "todo el cariño que ella nos da desde el primer día".