Las calificaciones de los certificados de eficiencia energética emitidos en la capital son, por norma general, bajas. La mayoría de las viviendas cosechan notas por debajo de la D, la marcada como el ecuador de la tabla de calificaciones.

Por ejemplo, según los datos del EREN, referidos a la zona centro de la capital, no se registra ninguna vivienda con una calificación de A. Tampoco hay notas de B o C, y solo 6 consiguen aprobar "por los pelos" con una nota de D. Todas las demás viviendas con certificado energético en la zona, un total de 31, suspenden. La dinámica se repite por toda la capital, aunque las notas no son tan bajas -en el centro las viviendas suelen ser más antiguas, lo que afecta a su grado de eficiencia energética-.

El certificado de eficiencia energética mide la cantidad de energía que necesita una vivienda para satisfacer sus necesidades de consumo. Básicamente se miden los consumos de agua caliente, electricidad y calefacción aunque también se tienen en cuenta aspectos como iluminación, refrigeración o ventilación. Según la nueva norma, el certificado es obligatorio al formalizar la compraventa del inmueble ante notario. En caso del alquiler, es más complicado acotar su utilización, pero su uso es menor que en caso de las ventas.