Majestuoso, como lo es desde que el califa Al-Hakam II se lo regaló a su favorita Subh, el Bote de Zamora luce orgulloso en su vitrina del recién remodelado Museo Arqueológico (MAN) de Madrid, acaparando todas las miradas en la sala que preside dentro del apartado del Mundo Medieval.

Las vacaciones de Semana Santa han multiplicado las visitas al museo, donde las colas para entrar daban estos días la vuelta al edificio y se alargaban más allá de la puerta de la Biblioteca Nacional. Hasta dos horas han tenido que esperar los visitantes, de los que la mayoría no ha dejado escapar la oportunidad de saber más acerca del, aunque pequeño, gran tesoro zamorano.

«Un magnífico ejemplo de la perfección técnica y artística lograda en el taller de marfiles de Madinat al-Zahra (Medina Azahara)». Así describe el folleto del MAN la pieza, que lo coloca entre las diez obras que el visitante no se puede perder en su recorrido por las nuevas instalaciones. Comparte protagonismo en recomendación con la Dama de Elche o las corona de Recesvinto del Tesoro visigodo de Guarrazar.

«Impresionante, tiene un trabajo de talla que asombra por su belleza y por su perfección. Parece mentira que algo tan pequeño sorprenda tanto y te deje tanto tiempo observando sus detalles y dibujos», afirma Lucía Natividad, una turista cacereña de visita en museo.

Bajado de su pedestal mide poco más de 17 centímetros, con un diámetro de 11, lo que no le impide alzarse como una de las joyas del arte islámico en la Península Ibérica en la época del Califato de Córdoba, es decir, anterior al año 964.

El lugar en el que se ubica, tras la reorganización del museo, es un espacio coronado por una recreación en madera de la estructura de arcos de la mezquita de Córdoba. Del románico al arte islámico, de formar parte del Tesoro de la Catedral del Zamora al museo que custodia las piezas únicas de la historia de España. Él sí se ha ganado su puesto vitalicio entre lo más granado.