Desde el atardecer del viernes hasta la aparición de las tres primeras estrellas en el firmamento al caer la noche de ayer. Es el sabbat, un día santo y de descanso para los judíos, la jornada más sagrada a la que ayer 26 personas, 19 de ellas no sefarditas, dieron la bienvenida en la capital para cerrar el congreso «Reencuentro e historia de la aljama de la ciudad».

La cifra de 26 comensales en torno a la mesa no es casual: «Es un número muy sagrado en el judaísmo porque si tenemos en cuenta el valor numérico del nombre de Dios, el resultado es de 26, una cifra muy santa y honrada en el judaísmo», explica Abraham Haim, representante del Consejo de la Comunidad Sefardí de Jerusalén y participante en el congreso celebrado durante esta semana en Zamora. El simbolismo de la aparición de las tres estrellas en el cielo la noche del sábado para indicar que el sabbat ya ha finalizado se retrotrae a la Inquisición, cuando «había que guardar el sábado de forma secreta y con cautela».

El significado del sabbat está vinculado al origen, cuando Dios descansó el séptimo día, de modo que trae a la memoria de los judíos la creación y a la epopeya de la salida del pueblo de Egipto en el Éxodo. La liturgia del sábado judío que el pasado viernes se desarrolló en el hotel NH de la capital estuvo marcada por la oración y algunos salmos en castellano, además del cántico de fragmentos según la melodía de los sefardíes de Jerusalén. Llama la atención un poema que se canta en la sinagoga compuesto por un judío español, el rabí Shlomo Halevy Alkabetz, cuyo concepto es «que recibimos el sábado como si fuera una novia, un texto clave en el recibimiento del sabbat», añade Abraham Haim. «Ven, mi amado, al encuentro de la novia», dicen los versos repetidos en Zamora el pasado viernes.

Previo a la celebración de la cena, los comensales recitaron una plegaria basada en los trece artículos de la fe judía que compuso Maimónides, trece principios que fundamental la Torah. Esta redifusión de los fundamentos fue elaborada por un rabino del siglo 14 y «dio lugar a un poema nuevo». Con el tiempo, «se compusieron muchas melodías tanto entre las comunidades judías de Europa como en las sefarditas», explica Haim, en relación a «más de 30 melodías diferentes según las comunidades». Abraham Haim también entonó esta canción en la pasada cena del viernes en la capital. Una celebración basada también en la bendición del pan y del vino, con alusiones al Pentateuco y a la creación del mundo.

El pan se cubre con un pequeño mantel llamado «challah» y el vino se sirve en una copa especial llamada «kiddush». Al inicio de la liturgia, las mujeres encienden unas velas pronunciando la bendición por el día de reposo y «se tienen que apagar de manera natural, nadie puede soplar la llama», expone Abraham Haim, uno de los participantes más activos en el congreso celebrado esta semana en Zamora.

La cena del pasado viernes estuvo basada en pescado, arroz, patatas y macedonia de fruta. A lo largo de la cena «es frecuente cantar melodías míticas o canciones hebreas modernas internacionalmente», reproduce Haim, ponente estrella del encuentro.

A partir de ese momento, la manera de saludarse entre los judíos es «Shabbat shalom», o lo que es lo mismo, una forma de desear «sábado en paz o descanso».