Experto conocedor de Oriente Medio y referencia indiscutible de la comunidad sefardí en Israel, Abraham Haim aporta al encuentro inaugurado ayer en Madrid la experiencia de más de cuarenta años de defensa y promoción del legado de la cultura judía en el estado nacido en la diáspora tras la expulsión, Sefarad.

-En Zamora estrena cargo, ¿cómo asume la presidencia del Consejo de la Comunidad Sefardí de Jerusalén?

-Este consejo es la institución judía más veterana en Tierra Santa. Llevo vinculado a este órgano más de cuarenta años con diferentes cargos como director del Archivo Histórico, encargado de Asuntos Hispánicos, miembro de la junta directiva, director de cursos de español y, últimamente, responsable de la comisión cultural. Algunos dirigentes tenían que dimitir para pasar a otra institución por razones jurídicas. El puesto quedó vacante y pensaron que yo era la persona idónea, lo que motivó el nombramiento el 13 de junio tras una votación en la que nadie votó en contra. Esto me exige liderar esta institución, un sueño que no esperaba a mis casi 72 años.

-¿Cuál es la labor que realiza este organismo?

-Durante siglos y hasta después de la II Guerra Mundial, este consejo tuvo un papel político, se encargaba de asegurar la representación de los sefardíes de Jerusalén en las instituciones de la comunidad judía. Desde los años cuarenta, abandonó su cariz político para transformarse en una organización sociocultural. Nuestro objetivo consiste en divulgar y promover el patrimonio sefardí de varias formas, a través de publicaciones, visitas a barrios sefardíes o la ayuda a personas de nuestra comunidad con dificultades económicas.

-¿Qué peso tiene la comunidad sefardí en Israel?

-Hasta los años setenta del siglo XX había una brecha, por ejemplo, en la representación política porque apenas había un ministro sefardí en el Gobierno, pocos miembros en el Parlamento y muy pocos alcaldes. Esto ha cambiado hoy porque cualquier ministro es nombrado por su talento. Hemos tenido un presidente de estado sefardí, aunque aún nos queda un presidente del gobierno. Esta lucha acabó y nuestro objetivo hoy se concentra la difusión de la cultura hispanojudía. Mantenemos las cuatro sinagogas centrales del barrio judío de Jerusalén desde el siglo XVI, también una pequeña presentación de nuestro archivo histórico y algunos solares en el Monte de los Olivos, en el cementerio, que la comunidad sefardí fue la pionera en obtener los derechos de los árabes para enterrar allí nuestros muertos.

-¿Cuál es su opinión del congreso que acoge Zamora?

-Este congreso es iniciativa de personas como Jesús Jambrina, Genie Milgrom o Leandro Rodríguez. No es el primer acto de este tipo que se reúne en Zamora. Allí di mi primera ponencia en español en el año 1981 en el encuentro impulsado por la Fundación Ramos de Castro bajo el título «La España olvidada: los judíos». Cerramos ahora un círculo de más de treinta años.

-¿Cuál será su papel en este encuentro?

-Voy a tener varias intervenciones. La primera en Madrid (ayer) para hablar de la figura de Abraham Saba, cabalista y filósofo que fue expulsado en 1492 en Zamora y, posteriormente, de la ciudad portuguesa de Guimaraes por decreto del rey Manuel I. Tuvo que enterrar sus libros y viajar al norte de África y, por último, a Turquía. Escribió múltiples interpretaciones del Pentateuco, el Cantar de los Cantares, el Libro de las Lamentaciones... Fue un gran orador y nos dejó aportaciones como el número 613 para definir la suma de todos los mandamientos judíos.

-También viene a hablar del ritual judío de las Cabañas, ¿qué tiene que ver con Zamora?

-Es un aspecto del judaísmo que aparece en El Quijote, donde se habla de conversos que llegan a la orilla del río Cea, en Benavente, donde celebran una fiesta en tiendas de campaña y son invitados como huéspedes. Es un acto muy típico de la fiesta de las Cabañas que también hoy se celebra. Los judíos celebran una cabaña o tienda de campaña para conmemorar el Éxodo de cuatro décadas desde el desierto egipcio hasta la Tierra Prometida. Hay más huellas en la obra de Cervantes de las que hablará Santiago Trancón en su conferencia.

-Usted ha trabajado en la defensa del patrimonio sefardí, ¿cómo podemos explicar a los zamoranos la ausencia de huellas del pasado judío de la ciudad?

-Es una realidad general en el judaísmo español. La reconquista y la expulsión hicieron que se borrara cualquier huella judía: cementerios, sinagogas... Lo que nos queda es muy poco comparado con el rico pasado judío medieval. La recuperación de la historia hebrea es un proceso infatigable hasta el día en que digamos que todo el pasado del judaísmo español medieval se ha reconstruido. Fue una comunidad muy potente, no desde el punto de vista de las armas, sino de una cultura que no ha desaparecido.

-¿Qué opina de las primeras declaraciones de concordia del papa Francisco?

-Recuerdo que en el año 1964, cuando todavía no había relaciones diplomáticas con la Santa Sede, llegó el papa Pablo VI a mi tierra y fue una visita muy fría que el rabinato boicoteó. Solo hubo un representante que lo recibió con el alcalde de Jerusalén fue el gran rabino sefardí de la ciudad. No era de tan lejos, su apellido «Paredes» procede de Palencia.

-¿Es cierto que ya no queda huella alguna de la comunidad judía de Alepo en una Siria tan convulsa por los enfrentamientos?

-Los disturbios no tienen nada que ver con una comunidad de la que solo quedan algunos individuos. Aquel colectivo tenía mucho peso, era conservadora y religiosa, pero también abierta al comercio y a la economía. De Alepo emigraron muchas familias, no solo a Israel sino a muchos países americanos.

-Una reflexión final sobre el peso de la cultura judía en el mundo contemporáneo.

-La cultura judía tiene un peso mucho mayor que el porcentaje mundial de población. Solo hay que atender a los premios Nobel en la historia. Su contribución es extraordinaria, como la de Maimónides en la Edad Media.