Plaza de toros de Zamora. Corrida homenaje a Andrés Vázquez.

Sergio Vegas: Dos orejas

Andrés Vázquez: Dos orejas y rabo

Juan Mora: Oreja

Javier Conde: Dos orejas y rabo simbólicas por indulto de su animal.

Alberto Durán: Ovación

César Valencia: Dos orejas.

Entrada: Media entrada,

Tarde: Calurosa con un público muy predispuesto y cariñoso con el Maestro.

Decía Juan Belmonte que, para él, aparte de las ineludibles cuestiones técnicas, lo más importante en la lidia, sean cual sean los términos en que el combate se plantee, es el acento personal que en ella pone el lidiador, es decir, el estilo. De ahí emana su famosa expresión, hoy tan acuñada, de que: «se torea como se es».

Hoy en la plaza de Zamora, el juego de la lidia de nuestro maestro de Villalpando ha ido más allá de la conquista del aplauso de un público, sin duda predispuesto a su entrega incondicional. Hoy, estoy seguro que, emulando a su admirado Belmonte, la íntima emoción vivida en unos instantes, ha traspasado ese juego, y le ha hecho sentir como a él, el aletazo de la Divinidad. Esta hazaña nos ha demostrado que el arte nunca muere. Que el estilo es también el torero, y que nunca se pierde. Cincuenta años no son nada Maestro, o si lo prefieren: cincuenta años, casi nada. Cincuenta años de alternativa, nada menos, desde aquella tarde de Mayo del 62, con Gregorio Sánchez de padrino, y Mondeño, el torero monje, de testigo, frente al de Benítez Cubero.

Hoy, medio siglo después, ante un utrero del que fuera su tándem en tantas y tantas tardes de éxito, sobre todo en la plaza que quita y pone, y que en mas de 12 veces le sacó a hombros por su puerta grande, hemos vivido emocionados, los últimos trazos del arte de uno de los últimos representantes de la genuina escuela de Toreros Doctorados en la Universidad de la vida, forjados en capeas de pueblos con morlacos resabiados, de imposible trato, a los que se enfrentaban con las únicas armas de una muleta, una espada, y un gran corazón, como es el caso de nuestro Maestro Andrés Vázquez.

Nos ha hecho recordar al torero fuerte, aunque frágil en apariencia, torero puro, de valor natural, del que sale de dentro, castellano, estoico, no exento de original estética. Al torero de verdad, sin aspavientos, con poderío, conocedor de la técnica, que aprendió de sus admirados maestros: Belmonte, Domingo Ortega y Saleri II. Parafraseando al también maestro de Sanzoles de la pluma Celedonio: «El torero de Villalpando no tiene ya que demostrar nada: es el mejor torero zamorano de la historia y está en el cajón donde viven sin cumplir años los inmortales de España». Creo, para terminar que Andrés Vázquez encarna como nadie, ese misterio inexplicable, que nuestro paisano universal Claudio Rodríguez, atribuye al toreo.

Así, la tarde de ayer resurgió la apoteosis del Maestro de Villalpando con sus verónicas rematadas con la media «belmontina»; se atrevió con quites, nos hizo soñar al vuelo de su capote, nos brindó a todos su gesta, hablándole al novillo, como en él es costumbre, cortándose la emoción en la plaza, entregado, como siempre, con desplantes de torero valiente, rematando con una estocada al uso, «en corto y por derecho». Tras 27 años, volvió a cortarse un rabo en Zamora.

Y tras el maestro, Juan Mora deleitó a los tendidos con trazos de toreo artístico, de los que quedan buen sabor, y con la espada armada, le recetó un pinchazo hondo que le sirvió para una merecida oreja.

Y con Javier Conde, llegó el delirio. Ante un Zalduendo cómodo, manejable, que se dejó y que a la postre se indultó, emocionó al público con naturales de cartel, de toreo de solera; el arte en su máxima expresión, sobretodo en los desplantes. Faena exquisita la del Malagueño, gustándose, toreando para él, con una tanda de derechazos para enmarcar que dio paso a la petición de indulto que el presidente concedió. Faena memorable, de las que hacen afición.

Alberto Durán, el de Villamor, una vez tuvo la suerte en contra: la complicación, falta de casta y bravura de su novillo impidió el más mínimo lucimiento. Se la jugó sin embargo, porque no tenía otra, y el público se la reconoció con una cariñosa ovación. El venezolano César Valencia, 62 años más joven que el Maestro de Villalpando, remató la tarde con un tercio de banderilla espectacular y un emocionante trasteo y certera estocada.

El rejoneador que abría plaza sorprendió en su presentación en Zamora con una meritoria actuación y buenas maneras, y dominio de las distancias, los terrenos y las cabalgaduras.

Presencia de numerosas caras conocidas: S.M «El Viti» , el seleccioandor Vicente del Bosque, y numerosa gente del toro que acompañaron al Maestro en «su día».