«A perro flaco, todo son pulgas». Por si el atasco que sufren los juzgados de la capital no fuera ya más que suficiente para el mal funcionamiento de la justicia, la naturaleza se confabuló el lunes para poner su granito de arena en esta situación y agravar la precariedad de los mismos. Confirmó el dicho de que todo puede empeorar: Un rayo, que descargó en el patio central del Palacio de Justicia de la calle de El Riego, provocó el lunes una importante avería en el sistema informático que paralizó durante horas toda posible actividad. Una situación que, una semana después, no ha mejorado mucho.

En los trece órganos judiciales de la capital (incluidos la Audiencia Provincial y la Fiscalía), Decanato, Servicio de Notificaciones y Embargos e Instituto de Medicina Legal, los funcionarios tuvieron que retroceder en el tiempo (aunque no tanto, apenas una década) y echar mano del bolígrafo y el papel para continuar con el trabajo. Eso sí, a medio gas.

El incidente que afectó a ordenadores, escáners, impresoras, fotocopiadoras, equipos de grabación de las salas de juicios y cuanto aparataje depende de la electricidad, lejos de solventarse en un tiempo récord como sería de esperar en dependencias estatales, continuará en días próximos impidiendo una actividad fluida en las oficinas judiciales y en los despachos de jueces y secretarios. Los primeros días de la semana pasada el uso del ordenador pasó a mejor vida, tras sufrir su red interna las consecuencias del aparato eléctrico que cayó en el edificio, de modo que el ritmo de trabajo se ha ralentizado de forma considerable. Si en cada juzgado existen diez ordenadores (ocho por cada oficina de Penal y Civil y otro en los despachos de magistrado y secretario), hasta el viernes pasado, funcionaban como mucho la mitad. En muchos escáner, impresora y fotocopiadora se han quemado y se está a la espera de que el Ministerio las reponga. Los «pinchos» han sido uno de los aparatos más socorridos para poder sacar adelante diligencias, notificaciones u otros documentos judiciales, elaborados en los pocos ordenadores que funcionan para almacenarlos sin sobrecargar el disco duro. Esta memoria extraíble ha sido la tabla de salvación para algunas oficinas, que tuvieron que acudir con el «lápiz» a otras para realizar trámites.