El zamorano ejerció un gran magisterio en la medicina taurina y fue el formador de grandes especialistas existentes en la actualidad. Es una de las conclusiones del encuentro “La cirugía taurina en nuestro tiempo”, que también se constituía en “sesión-homenaje” al doctor Antonio Crespo Neches (1927), celebrada ayer, en las instalaciones del hospital “Virgen de la Concha”, con la asistencia de médicos, otro personal sanitario y aficionados a la denominada Fiesta Nacional. Más aportaciones de las ponencias: el equipo médico-quirúrgico es lo más importante en una Plaza de Toros (sin él, tal se dijo, no deben programarse festejos) y la atención y las intervenciones a los heridos se efectuarán (cuanto antes) en los mismo cosos. Se constató la mejora de la infraestructura y de la dotación de las enfermerías (a consecuencia de trágicas muertes de algunos toreros) y la superior preparación física y psicológica de los matadores.

El tratamiento quirúrgico ha de realizarse, se insistió, «en la propia enfermería. Y los cirujanos deben ser polivalentes, con una amplia formación quirúrgica, vascular, digestiva, torácica… Se requiere orden y disciplina. Y lo último afecta a todos. Los medios técnicos tienen que ser iguales a los existentes en cualquier quirófano. Con eso el éxito está asegurado», señaló Luis Emilio Ortega, cirujano general del Hospital Clínico de Salamanca y jefe del Equipo Quirúrgico del coso de Zamora. Eduardo Hevia, traumatólogo, destacó que la taurina es «una patología muy singular, por la manera de producirse (ataque de un animal combativo), los lugares (la mayoría de las ocasiones en los pueblos) y el tipo de herida causada (se atenderá en el punto del siniestro). Para Enrique Crespo Rubio, traumatólogo, esa cirugía «debería entenderse como una especialidad», pues las lesiones por asta de toro «resultan singulares» y, a veces, «no están correctamente atendidas. Y aquéllas deben operarse cuanto antes», y, si es posible, en la enfermería. «Ha mejorado la infraestructura, han surgido los quirófanos móviles y las nuevas formas de anestesia, los grandes antibióticos…». Los avances han venido propiciados, en cuanto a la dotación, por los «percances de Paquirri en Pozoblanco y Yiyo en Colmenar». Alfonso Navas, anestesiólogo, transmitió sus experiencias profesionales de situaciones (leves, moderadas o graves) y de casos clínicos. «Es muy importante disponer de un equipo experimentado, ir por delante ante cualquier situación. Como se dice en términos taurinos: “con mucho temple”. Con mucha templanza. Y transmitir, teóricamente, lo que sabemos hacer». La superior infraestructura y el mejor material, conseguidos en los últimos tiempos, «son exigencias».

La evolución de esa cirugía ha sido muy notable en las últimas décadas. Ortega Martín-Corral recordó la excomunión papal a los asistentes a los festejos taurinos, que después quedó anulada a condición de la Existencia del cirujano. La creación del Montepío de Toreros, a inicios del siglo XX, por iniciativa de “Bombita”, ayudó mucho a ese propósito. Posteriormente, se han alcanzado notabilísimos resultados. «Es comparable a otros tipos de cirugía». Hevia Sierra corroboraba lo anterior, y añadía: «ha aportado muchísima calidad». En otro tiempo, si el torero recibía una cornada grave en una plaza pequeña podía significar su muerte o el final de su trayectoria. «Había médico, pero no cirujanos. Cómo coser la herida… Se pensaba, entonces, que el mejor tratamiento, era éste: dejarla abierta, para evitar los problemas». Así, tardaba mucho en sanar, a pesar de las frecuentes curas. En la actualidad, «se da la máxima asistencia, la misma que podía recibirse en un hospital, aunque las condiciones sean distintas. El conocimiento y la técnica son iguale».

Los expertos encomiaron la labor científica del zamorano Antonio Crespo Neches. «Tiene una excelente formación profesional (mejor aún en cirugía taurina). Y nunca ha perdido su vinculación con Zamora: por sus antepasados y por sí mismo», según apuntó Luis Emilio Ortega. Enrique Crespo definía a su padre: «todo lo que sé sobre cirugía se lo debo a él. Pero, como los cirujanos de antaño, eran malos profesores, porque ellos lo hacían todo. Con 78 años, y tenía que operar. Y hemos aprendido otra cosa: la necesidad de disponer de una enfermería en condiciones para resolver los problemas. Además, nos entregó su filosofía de trabajo: el enfermo debe ser atendido cuanto antes y de una forma completa». Alfonso Navas realizaba esta semblanza: «un maestro, que nos ha enseñado profesional y personalmente. Grande en ambos aspectos». Similares criterios expuso el doctor Sáez Montoro, cirujano.

Alberto San Miguel, organizador del encuentro científico y DUE del Servicio de digestivo del Hospital Virgen de la Concha, destacó «la importancia de la enfermería en el equipo médico, de su polivalencia –por las situaciones cambiantes, dinámicas– y de la colaboración con el cirujano». El trabajo con profesionales de alta cualificación constituye «una escuela». Debe tenerse en cuenta, no obstante, la posibilidad de «situaciones difíciles, complicadas». San Miguel Moralejo definía al doctor Crespo Neches como «un maestro»... Aquellos magisterios.