Se recortaban las mechas, y no siempre los trabajadores tenían tiempo de salir de los túneles antes de que se produjera la explosión: «he recogido por varias bocas la anécdota de un hombre al que una explosión dejó atrapado con un gran bloque de piedra sobre sus piernas. Le pedía a sus compañeros que se las cortaran para poder salir de allí, porque había otro barreno por estallar. No sabía si era cierto hasta que, por casualidad, en una clínica de Santiago una enfermera me dijo que ese hombre era su padre».

Se perforaba a mano. «Comenzaba a picarse desde un extremo y otro de la montaña y en medio de la misma se hacía un pozo, como el que se conserva en Padornelo, en cuyo interior había un montacargas. Los obreros bajaban y excavaban también de un lado y de otro». Un túnel como el de Padornelo, de casi seis kilómetros de largo tardó en concluirse 20 años. Los obreros carecían de protección, respiraban el polvo de sílice sin saber que el veneno se almacenaba poco a poco en sus pulmones. Volvían a casa cubiertos por los restos de piedra pulverizada y se exhibían así, ante las mujeres, como estúpida muestra de hombría, desconocedores de que aquellas que les admiraban se convertirían poco después en sus viudas. «A Requejo le llamaban el pueblo de las viudas, había más de 60 viudas jóvenes, ya que la mayoría de los trabajadores tenían entre 18 y 26 años de edad», apunta el director del documental. Entre las coplas popularizadas una decía: «el que trabaja en un túnel, no tiene amor a la vida».

Al principio se hablaba del "mal de la vía". Pronto la palabra silicosis dejó de ser exclusiva de los mineros. «Pero al principio ni los trabajadores ni los obreros sabían de qué se trataba. La silicosis se consideraba propia de la minería, en la que estaba reconocida hasta como enfermedad profesional». Cuando se descubrió la realidad llegaron a desenterrarse cadáveres para practicarles la autopsia y para que la familia accediera a una subvención. «Pero eso no ocurría siempre, había muchos prejuicios religiosos. Tengo registrado el de una viuda con cuatro hijos que pedía limosna porque se negó a desenterrar a su marido». Durante el franquismo también se sumaron a las plantillas los presos políticos.

La tardanza en construir la línea limitó considerablemente los años de rentabilidad de su explotación, porque dio tiempo a que se impusiera la competencia por carretera. Hoy, la demora se repite cuando se habla de una nueva revolución con la alta velocidad. Los supervivientes de los carrilanos prefieren no mirar atrás y cuando vuelven a ver a Rafael Cid sólo le preguntan: «¿Sabe cuando llega el AVE?

García Calvo defiende el ferrocarril tradicional

El filósofo Agustín García Calvo defendió en una charla organizada por la Asociación Ferroviaria Zamorana el concepto del genuino espíritu del ferrocarril y alertó contra la «traición» que suponen los nuevos trenes rápidos. «Un viaje en tren era un trozo de vida», donde había posibilidad «de conunicación entre extraños». En el nuevo ferrocarril «el viaje es un trozo vacío que separa la vida del punto de origen de la vida que se va a llevar en el de destino».