La próxima aparición de la insulina inhalada ha abierto nuevas expectativas para la importantísima legión de diabéticos zamoranos, estimada en 18.000 personas, de las cuales un diez por ciento, 1.800, corresponden a los enfermos tipo 1, es decir, aquellos que requieren varias inyecciones diarias para suplir la sustancia que su dañado páncreas no produce. En los últimos tiempos se ha dado en Zamora otro paso, este ya práctico: la financiación, por parte del sistema sanitario público de las denominadas bombas de insulina, que ya llevan cinco pacientes desde que se comenzaran a implantar en septiembre pasado y que próximamente llevarán otras cinco personas.

Son novedades importantes que evitan uno de los inconvenientes para la calidad de vida de los diabéticos, los molestos pinchazos tanto los del dedo para medir los niveles de glucosa, como los de la jeringuilla para meter la dosis necesaria de insulina en el cuerpo. Pero, advierten los especialistas, no son la panacea, ya que no todos los pacientes se podrán beneficiar de ambos métodos. E incluso la insulina inhalada no eliminará por completo la necesidad del pinchazo a los diabéticos del tipo 1. La insulina inyectada, explica el médico de la Asociación de Diabéticos Javier Ortega tardará todavía un tiempo en llegar a España, quizá uno o dos años, y sustituirá a la denominada insulina rápida, la que se toma, por ejemplo, antes de las comidas para metabolizar los azúcares. Pero el otro tipo de insulina inyectada, la basal o lenta deberá seguir siendo administrada como hasta ahora. «Se evitarán pinchazos, porque utilizarán menos veces las agujas, pero no se eliminará del todo. Los del tipo 1 deberán seguir pinchándose tres o cuatro veces al día».

Más pinchazos, sobre todo los de los dedos, resuelve la bomba de insulina, que desde el año pasado financia la Seguridad Social.

La bomba de insulina «es un aparato del tamaño de un móvil que va conectado al abdomen y lleva una especie de "ordenador" que da una serie de órdenes para que el infusor administre el medicamento según las necesidades diarias que tenga el paciente, tanto de actividad física como de alimentación», explica el endocrinólogo del hospital Virgen de la Concha, Santiago Peña. Está indicado en diabéticos tipo 1 mayores de 7 años «que tengan un mal control metabólico de la diabetes».

Una comisión del hospital ha determinado los criterios para que un paciente sea candidato a la bomba de insulina, siempre que él la acepte. Las ventajas del tratamiento «son que se consigue mejor control metabólico, la flexibilidad a la hora de poder variar las cantidades de alimentos, el número de tomas al día, modificar la actividad física y la comodidad de no tener que pincharse varias veces al día». El inconveniente principal «es que obliga al paciente a estar mucho más pendiente del control metabólico». El usuario del aparato debe seguir un programa de educación diabetológica, en el que aprende a modificar las dosis de insulina que tiene que ponerse y el manejo de la máquina. Después el curso, los pacientes ingresan un par de días para realizar los ajustes del tratamiento. El infusor administra una cantidad de insulina según la necesidad diaria del paciente «y luego puede ir poniendo más o menos en función, por ejemplo, de la ingesta de hidratos de carbono. Todo eso lo tiene que atender el paciente o un familiar, «si es por ejemplo un niño que necesita supervisión».

La bomba de insulina no es un producto nuevo, pero era un instrumento muy poco utilizado. «El problema para un mayor extensión de la bomba era doble», explica Santiago Peña. Por un lado, no estaba financiado por el sistema sanitario público, con lo cual el coste era muy elevado para mantenerlo una persona. «Son más de doscientos euros al mes de precio de mantenimiento, sólo del material fungible». Otra circunstancia que ha facilitado el "boom" de este sistema es la disminución del tamaño del infusor «y el hecho de que la gente esté más acostumbrada a llevar aparatos encima. Hace muchos años la gente los rechazaba porque no quería llevar nada encima. Ahora, culturalmente estamos más acostumbrados a llevar las gafas, el móvil u otros objetos. Aceptamos mejor el llevar algo. La bomba se lleva como si fuera un móvil: en el cinturón; las mujeres la suelen llevar en el sujetador».