Los zamoranos creían que el derrotismo era una de sus señas de identidad. Pero no. No es cosa exclusiva de su idiosincrasia. Lo afirma Amando de Miguel, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense, en su último libro (por ahora): "Entre los dos siglos". Dice que «el talante pesimista» es una constante de los españoles, frente a la creencia común, que dibuja lo contrario. El volumen, publicado por la editorial "Gota a gota", recoge las ideas, expuestas de manera desinhibida, sobre la familia, la escala de valores, las oportunidades según la zona de residencia, la salud, el trabajo, las ideologías o el pensamiento dominante.

El sociólogo y escritor destaca que «estamos muy lejos del estereotipo que dibuja al español típico como jacarandoso y optimista. Lo será para sí mismo, pero su concepción del mundo exterior, y especialmente de la esfera pública, está llena de melancolía, recelo y prevención». Existen, para él, algunas singularidades que conforman el «carácter social» de los españolitos, «común a distintas épocas». Cree que «el territorio, la Historia, la convivencia durante mucho tiempo son elementos comunes que por fuerza tienen que influir en unos pocos elementos definitorios». Y ahí está el pesimismo, que no es «propiamente un rasgo actual, sino una condición o complemento de otras muchas manifestaciones del espíritu colectivo, del carácter social, común a distintas épocas».

Una forma de pesimismo, que califica como «pasiva», es «la apatía o despreocupación por los asuntos públicos, la cautela respecto a las instituciones». La mayoría de los ciudadanos considera que «la sociedad es cada vez más neurótica y violenta». Así, la apatía resulta una «reacción individual de no querer saber nada con una sociedad tan desorganizada. De ahí la actitud escapista hacia el goce individual, el hedonismo como religión civil sustitutiva». Por si eso fuera poco, «la actitud cautelosa se ve alimentada por la dramatización exagerada de las informaciones y las opiniones en los medios de comunicación». Con frecuencia,«el prejuicio es más fuerte que la evidencia».

El pesimismo se extiende a «los rasgos minúsculos de la vida cotidiana», el fisco, la economía... Y esa corriente se agrava en los últimos tiempos. Aquél «se nutre de la opinión, no tanto de la información».

De Miguel analiza, también, otros cambios producidos en los años del paso del siglo XX al XXI. Si la economía y la demografía han crecido en ese tiempo, ¿por qué el pesimismo? Tal vez por esa metamorfosis social y laboral. El autor se ocupa, asimismo, del proceso secularizador, las nuevas funciones de la familia, el incremento de los divorcios y la violencia doméstica. Un texto crítico con muchas situaciones. La editorial afirma que «el autor, vitalmente optimista y políticamente incorrecto, no disimula su posición personal». Genio y figura. Por siempre.