Entrevista | Manuel Ovalle Reportero gráfico de RTVE

"A una persona con teléfono móvil no se le puede considerar sin más periodista"

"He tenido una gran responsabilidad con la memoria histórica de este país debido a mi trabajo en la televisión"

Manuel Ovalle

Manuel Ovalle / Jose Luis Fernández

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

No ha dado la vuelta al mundo en 80 días, pero no tiene nada que envidiar a Phileas Fogg, el protagonista de la novela de Julio Verne. Manuel Ovalle salió de su Ponferrada natal apenas cumplió la mayoría de edad y desde entonces se ha recorrido 135 países cámara en mano, como reportero gráfico de RTVE. Medio siglo después, vuelve a hacer las maletas, pero esta vez para recorrer el país presentando su biografía, escrita junto a la periodista Ana Martín, con la colaboración de la Diputación Provincial de Huelva y la editorial Niebla.

–¿Cómo surge la oportunidad de recoger en un libro toda su vida profesional?

–Hace cuatro años y medio, cuando estaba trabajando en Huelva después de llevar décadas danzando por el mundo, tuve un flechazo literario con la periodista Ana Martín. Fue ella la que se me acercó y me comentó que se había enterado de que yo tenía una vida profesional apasionante y que le gustaría escribirla. De ahí surgió la idea y dos años antes de la pandemia nos veíamos presencialmente cada día. Después, las reuniones tuvieron que ser online y de todo eso surgieron los 28 capítulos que componen el libro "Ovalle, reportero gráfico". Estamos acostumbrados a que los libros los escriban los que están delante de la cámara, pero este es el primero en España que lo escribe un cámara y está teniendo una gran acogida.

–Personalmente, ¿le ha servido para reflexionar sobre su trayectoria?

–Comencé a trabajar en 1974 en TVE y tan solo un año después, con 20 años, en 1975 tuve que grabar el entierro de Franco, una responsabilidad de la que no fui consciente en ese momento. Yo era quien iluminaba ese velatorio en el Palacio de Oriente, con la gente pasando junto al féretro del dictador. Fui yo quien sacó la película de una cámara de cine, con las manos sudándome para que no se me velara, y la llevé al laboratorio. A lo largo de los años me he dado cuenta de que he sido una persona, aparte de agraciada profesionalmente en todos los sentidos, también con mucha responsabilidad en memoria histórica. Si a mí se me hubiera velado la película en esos momentos, no tendríamos imágenes de aquello o de los agentes de la Guardia Civil aquel 23-F saltando desde las ventanas del Congreso, que también me tocó revelar. Ahora, escribiendo este libro, me he dado cuenta de la gran responsabilidad que hemos tenido para la memoria histórica de este país.

Amigos delante y detrás de la cámara

–También le habrá servido para corroborar los buenos amigos que ha hecho durante los años de trabajo, teniendo en cuenta a los periodistas que prologan su libro.

–El prólogo lo han escrito cinco compañeros, pero, sobre todo, cinco amigos, como son Rosa María Calaf, Carlos del Amor, Fernando González "Gonzo", Arturo Pérez Reverte y Almudena Ariza. Con todos ellos he trabajado menos con Fernando, pero nos hicimos amigos desde que llegó a mi casa, porque era compañero de mi hijo en el programa "Caiga quien caiga". Con el resto he compartido muchas horas de televisión y forjado una buena amistad.

El reportero gráfico Manuel Ovalle, durante la presentación de su libro de memorias en Zamora. | Jose Luis Fernández

El reportero gráfico Manuel Ovalle, durante la presentación de su libro de memorias en Zamora. | Jose Luis Fernández / B. Blanco García

–¿Es imprescindible una buena conexión entre periodista y cámara para trabajar?

–Es muy importante. El equipo de televisión es muy diferente a un equipo de reporteros de radio o la relación que puede haber entre el redactor de un periódico y su fotógrafo. En la televisión, sin camarógrafo, sin los que describimos visualmente la situación, no hay noticia. También tiene que existir esa responsabilidad individual que dé como resultado un buen producto audiovisual. Yo tengo que transformar en imágenes lo que el periodista quiere que se vea y para eso me tengo que buscar la vida.

–¿Cuándo se le ha complicado más esa misión?

–Dentro de estos casi cincuenta años de profesión he estado trabajando en situaciones realmente conflictivas y lugares inhóspitos de la tierra y ahí era lo que mi ojo derecho captaba, porque en un conflicto bélico yo no puedo decir que me repitan la escena. Por consiguiente, los reporteros gráficos tenemos una gran responsabilidad y, como en una buena ensalada, cuantos más condimentos haya, más rica saldrá, así que cuantas más imágenes, mejor será el reportaje.

Cumplir un sueño infantil

–¿Qué recuerda de su etapa con Miguel de la Quadra-Salcedo, a quien admiraba de niño?

–Yo era un joven de 16 años que lo veía en una televisión en blanco y negro en un bar de mi barrio en Ponferrada. Era la única que había y mientras los mayores jugaban la partida, yo observaba a ese hombre luchar contra una anaconda y soñaba con hacer lo que hacía él o, al menos, ser su tomavistas. Tenía una fe tremenda en ello mientras iba al colegio y bajaba todas las semanas a verlo en la tele. Dos años después, conocí a ese hombre en Madrid y no me lo podía creer, me temblaban las piernas. A los 20 años empezamos a trabajar juntos y durante dos décadas nos fuimos a América en un barco haciendo los viajes de Colón, en un proyecto que se llamaba "Aventura 92" y luego pasó a ser "Ruta Quetzal". He cruzado siete mil kilómetros de Amazonas con los proyectos tan impresionantes que desarrollaba. He sido un afortunado, así que recomiendo a los jóvenes que quieran y se propongan algo en la vida que tengan fe, porque lo pueden conseguir.

Manuel Ovalle

Manuel Ovalle, durante la presentación de su libro en Zamora. / Jose Luis Fernández

–Ha estado nada menos que en 135 países. ¿Cuál es el que más le ha marcado?

–Trabajando en el país más pobre de la Tierra, Haití, durante el terremoto de 2010, con 210.000 muertos, me impactó por unas imágenes que no llegan ni a sesenta segundos. Seguimos a unos camiones a treinta kilómetros de la capital, Puerto Príncipe, que empezaron a verter escombros, amasijos de hierros del terremoto. Entre esos restos había personas fallecidas y todo iba a la misma gran fosa común. Grabé esas imágenes, aunque me amenazaron con una pistola después, pero les entregué una cinta virgen y nos llevamos la grabada. TVE no lo emitió al mundo, pero sí lo vieron en Naciones Unidas y gracias a aquellas imágenes se le obligó al gobierno de Haití a enterrar a sus muertos con dignidad. Con eso me doy por satisfecho en mis 47 años de profesión, que enterraran a los muertos con dignidad y máxime en una tragedia como la de Haití.

–Aparte de cubrir la actualidad, ¿qué aporta viajar y conocer mundo?

–Las culturas de los ocho mil millones de personas que somos en el planeta Tierra son diferentes. Yo he vivido con los yanomamis en pleno Amazonas, gentes que tienen su propia cultura y, sin embargo, convivíamos con ellos y nos invitaban a sus mejores comidas, como son los capibaras, unos roedores de 60 kilos. Me siento todo un privilegiado por haber podido conocer tantas culturas en mi vida profesional, pero la conclusión que saco es que somos todos iguales, no hay ninguna diferencia. Por desgracia, hay mucha gente vulnerable que necesitaba que llegáramos con las cámaras y fuéramos testigos de lo que en esos momentos se vivía en esos países y la situación que atravesaban.

El horror de la guerra

–¿Cubrir los conflictos armados es lo más complicado, resulta difícil estar detrás de la cámara tomando imágenes tan duras?

–Yo he cubierto quince conflictos bélicos y el sobrevivir es una lotería. De hecho, yo he estado a punto de morir en cuatro ocasiones, una de ellas junto con Almudena Ariza, en la guerra de Irak en 2003. Si no llega a ser por mi intuición, estaríamos los dos muertos. No iba allí porque me gustara, porque soy enemigo de las guerras, sino por ser testigo de lo que estaba ocurriendo y, por supuesto, para que el mundo se enterara. Antes, hasta que nosotros no llegábamos con las imágenes de un conflicto, no se sabía lo que ocurría. Hoy día, por desgracia, con las nuevas tecnologías, los gazatíes, judíos, rusos o ucranianos graban sus propias imágenes, las envían y en todas las televisiones aparece lo mismo. Antes las personalizábamos nosotros jugándonos la vida, éramos periodistas objetivos, como se debe ser en la información. Había que contrastar y estábamos unos días con unos y otras con otros.

–¿Cómo hay que actuar en una guerra?

–Lo más importante en un conflicto armado es ir y ver lo que ocurre en ambos bandos, no esperar a que te envíen las imágenes enlatadas. Hasta en eso ha cambiado la forma de informar. Reconozco que las tecnologías nos hacen avanzar a pasos agigantados, pero hay algo que es fundamental: a una persona con un teléfono móvil no se le puede considerar sin más periodista o reportero gráfico. No todo vale ni todo sirve.

Manuel Ovalle

Manuel Ovalle / Jose Luis Fernández

–La imagen cobra todavía más fuerza si cabe en la actualidad, también la inmediatez. ¿Nos da tiempo a digerir las noticias?

–Las tecnologías que dan esas mini informaciones continuas lo que hacen es desinformar. El que se informen unas personas por un teléfono móvil a través de las redes sociales no es periodismo. Estamos saturadísimos de este tipo de desinformación, aunque yo respeto las nuevas tecnologías, son un avance maravilloso para el mundo, pero no para el periodismo. El enviado especial a un conflicto bélico antes tenía que ir y estar sobre el terreno y ahora mismo puede estar desde la redacción en Madrid enterándose de lo que está ocurriendo y sirviéndole las imágenes en bandeja. Eso no es periodismo, el periodismo hay que pisarlo, estar en el lugar de los hechos, no que me lo cuenten. Pero esto no solo pasa en la guerra, ahora hasta los políticos actúan así, te mandan su total y te tienes que aguantar. Esto no puede ser así, se le tiene que poder hacer una entrevista y preguntar por todo, no solo que él diga el mensaje que le interesa transmitir.

Los avances en televisión

–¿Qué diferencias encuentra en el mundo de la televisión desde que comenzó hasta la actualidad?

–Yo empecé con cine, luego la era del vídeo y después lo digital. Antes, para hacer directos teníamos que depender de un satélite y hoy día solo se necesita un teléfono móvil. En el aspecto tecnológico ha avanzado muchísimo, pero hay que ir al lugar de los hechos, pisar con las botas el terreno donde está ocurriendo el suceso. Todas las televisiones con las mismas imágenes no es periodismo, el enviado especial tiene que estar sobre el terreno, arriesgando su vida. Ahora mismo los corresponsales se quedan en el hotel o si están en el terreno no es donde está ocurriendo la acción, sino en una zona segura. Cuando yo he cubierto conflictos en Gaza, por ejemplo, entrábamos en la ciudad, pero ahora mis compañeros tienen que informar desde Jerusalén. ¿Qué periodismo es ese? Yo no quiero retransmitir las imágenes que interesan a determinados sectores, sino que quiero grabar sobre el terreno lo que está ocurriendo, contrastar y ser objetivo, como hacíamos antes.

–¿Le da rabia esta nueva situación de los profesionales?

–Esa objetividad que teníamos con esos periodistas, que los ha habido maravillosos y que los sigue habiendo, hacía que pudiéramos ser libres a la hora de informar. Antes, en un mitin de campaña de un político íbamos al lugar y ahora ellos mismos te envían las imágenes. Si antes yo veía que la plaza de toros o el palacio de congresos el partido "x" estaba vacía, lo enseñaba. Sin embargo, ahora te emiten las imágenes que quieren y el mismo total para todos. La mayoría de la información, por desgracia, es así. Por eso yo me quedo con lo que hacíamos antes.

Todo un privilegiado

–Viendo los tiempos que corren, ¿se considera un privilegiado por haber desarrollado toda su carrera profesional en la misma casa?

–No me cabe la menor duda. He estado nada menos que 47 años en la televisión pública, primero como auxiliar de filmación, luego de ayudante de cámara y, finalmente, de reportero gráfico. Cuando estaba trabajando en la televisión pública, como profesional teníamos que ir allá donde surgiera la noticia. Eso era a finales del siglo XX y principios del XXI. La información actual no tiene nada que ver con lo que hacíamos entonces.

–¿Está felizmente jubilado ya o sigue echando de menos el oficio?

–Precisamente, el otro día en la presentación del libro intervino desde Gaza Almudena Ariza, compañera, amiga y hermana profesional, que empezó conmigo y nos queremos mucho. En un momento del coloquio, me preguntaron si me gustaría estar allí y me giré hacia Almudena confesando que yo tenía que estar allí con ella. A punto de cumplir 70 años, la profesión no la he olvidado, tengo la suerte de seguir aquí hablando de esto, amo mi profesión y siempre la he realizado con entusiasmo, así que no me importaría terminar esta misma entrevista y marcharme para Gaza ahora mismo. Me encuentro capacitado todavía, en este país la jubilación no tendría que ser una obligación. Yo estoy de maravilla, pero entiendo que haya que dejar paso a los jóvenes, aunque podría haberme quedado para enseñarles cómo lo hacíamos antes. Ellos están aprendiendo sin nosotros y eso es bastante triste.

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