La Opinión de Zamora

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Muskilda Zancada Delegada de Médicos Sin Fronteras en Castilla y León

“Con el COVID, se ha fallado a la hora de combatir el virus de una manera global”

“Trabajamos en más de 70 países, haciendo llegar atención médica de emergencia y prestando testimonio para denunciar aquello que presentamos”

Muskilda Zancada, a la derecha, con sus compañeros en Kabo, RCA. CEDIDA

Muskilda Zancada es la delegada de la zona Centro en la ONG Médicos Sin Fronteras. Tras la publicación del informe anual de 2021, quiere mostrar su agradecimiento a los más de mil socios de Zamora y contarles en qué se están invirtiendo sus aportaciones.

–Es la actual Delegada de Castilla y León, ¿cuál es su trayectoria en Médicos Sin Fronteras?

–Llevo más de 12 años trabajando para MSF, los últimos como Delegada y, previamente, en los países donde implementamos operaciones. En este periodo, fui Coordinadora General para Siria y Turquía, y anteriormente, como Coordinadora de Proyecto, en la mayoría de los casos, trabajé en Nigeria, Sudán del Sur, Haití, República Democrática del Congo, Uganda, República Centroafricana, y Kenya. En 2020, formé parte del equipo de la intervención de emergencia COVID19, como Coordinadora Adjunta del proyecto Madrid.

–MSF se caracteriza por llevar asistencia médica a donde más se necesita, pero su labor va más allá, compaginan la salud con la denuncia social, ¿Cuál es la fórmula de la organización? ¿En cuantos países están?

–La organización nace en 1971, de la mano de un grupo de médicos y periodistas comprometidos con hacer realidad una acción médica independiente de intereses geopolíticos, y la necesidad de combinarla con la denuncia para canalizar la indignación ante determinadas situaciones, señalar a los responsables y buscar aliados para revertirlas. Trabajamos en más de 70 países; concretamente, la sección española trabaja en 25 de éstos. Nuestro objetivo es hacer llegar atención médica de emergencia a las personas que están atrapadas en las garras de las guerras y la violencia, o que huyen de ellas, a víctimas de epidemias y de catástrofes naturales, junto con el valor diferencial de prestar testimonio y denunciar aquello que presenciamos.

El mayor porcentaje de ingresos de la organización se emplea en hacer realidad nuestra misión social. Hemos destinado casi 9 euros de cada 10 a implementar proyectos médico-humanitarios

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–La organización cumplió 50 años en 2021, ¿qué ha significado este medio siglo para ustedes? ¿Qué ha cambiado y qué permanece?

–Cumplir 50 años genera sentimientos encontrados. Estamos muy orgullosos por cada vida salvada, sutura realizada, parto atendido y vacuna puesta en situaciones de emergencia. Es el resultado del gran trabajo, compromiso y profesionalidad de nuestros compañeros y compañeras, a lo largo de estos años, y en este mismo momento. La capacidad de respuesta a epidemias como la de Ébola que azotó Guinea, Sierra Leona, y Libera en 2014, a una escala sin precedentes; o el ser capaces de acceder a zonas inaccesibles para las ONGs, siendo en ocasiones los primeros en llegar y atender a la población, como en la guerra de Siria o más recientemente Mozambique, son otros logros adquiridos a lo largo de estos años.

Al mismo tiempo, la realidad es que hay muy poco que celebrar, porque estos resultados siempre suceden en contextos de sufrimiento extremo, de enfermedad, de muerte de personas y comunidades, del fracaso de la comunidad internacional en dar respuesta a las grandes crisis. La esencia de nuestro trabajo permanece inalterable en este tiempo: lo que nos mueve es un acto de humanidad, de solidaridad, de proximidad, de persona a persona, por el hecho de ser humanos. Se trata de la base de la acción humanitaria: seres humanos que intentan ayudar a otros seres humanos que se encuentran en situaciones de adversidad extrema.

La delegada regional de Médicos sin Fronteras. Cedida

–Respecto al papel de los socios, tengo entendido que la organización es independiente, ¿qué relación tiene este hecho con los donantes?

–Efectivamente, MSF hemos apostado por una independencia financiera como decisión estratégica que permita una acción médico-humanitaria independiente de todo tipo de intereses geopolíticos.

Gracias al apoyo de más de siete millones de socios y colaboradores en todo el mundo hoy esta independencia financiera se ha materializado, y forma parte de nuestro ADN: casi el 100% de nuestros fondos son privados. Proporcionalmente, España es el país donde más personas nos apoyan en la actualidad: más de medio millón de socios y colaboradores. Concretamente, en la provincia de Zamora contamos con la confianza y el apoyo de más de mil personas. Esta independencia financiera es que nos permite tomar decisiones sobre dónde y cuándo intervenir basadas únicamente en las necesidades de las personas que queremos atender.

–¿Cuáles son las labores principales en las que empleáis lo recaudado?

–El mayor porcentaje de ingresos de la organización se emplea en hacer realidad nuestra misión social. Concretamente, según la Memoria de Actividades de MSF España 2021, hemos destinado casi 9 euros de cada 10 a implementar proyectos médico-humanitarios, responder a emergencias y prestar testimonio, y el euro restante en gastos de administración y captación de fondos. Más del 75 % del total de fondos privados corresponde con las cuotas regulares de socios y socias. En 2021, ha permitido a nuestros equipos, llevar a cabo más de 3 millones de consultas externas, proporcionar un parto seguro a más de 76.000 mujeres, realizar más de 90.000 consultas individuales de salud mental, o atender a más de 810.000 pacientes con malaria.

–2021 ha sido un año intenso, los sistemas de salud de muchos países ya eran frágiles, pero la pandemia ha terminado por colapsarlos todavía más, ¿qué países forman parte de ese mapa de riesgo en cuanto necesidad de asistencia sanitaria?

–En muchos lugares, la realidad es la población ha de hacer frente y está amenazada por múltiples factores de manera simultánea: la violencia, la inseguridad, la inestabilidad política y económica, las consecuencias del cambio climático, desplazamiento forzado, y por ende, a una falta de acceso a la atención médica acuciante. Esto lo estamos viendo, por ejemplo, en la zona del Sahel: desde Mali, Níger, Chad, Nigeria, Burkina Faso, Camerún hasta Mozambique.

A todas las personas que nos apoyan cada día, gracias por formar parte de esta cadena de humanidad y solidaridad, por vuestra confianza

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En esta misma línea están también aquellos países que padecen crisis que perdura en el tiempo, enquistadas, como es el caso de Sudán del Sur, Yemen, República Centroafricana o República Democrática del Congo, entre otros.

En todos estos países estamos viendo situaciones durísimas, que quedan relegadas de la actualidad mediática, que nos preocupan mucho, y donde estamos muy presentes. Además del gran sufrimiento humano que genera, ello conlleva crisis humanitarias de gran complejidad a las que las que las distintas organizaciones humanitarias tenemos que hacer frente.

–Cuando en Europa y Estados Unidos se empezó a hablar de vacunas para la COVID19, ustedes comenzaron una lucha por la liberación de sus patentes, ¿cuál fue el motivo? ¿En qué ha quedado todo esto?

–La pandemia de COVID ha tenido un impacto histórico a nivel mundial, cobrándose la vida de más de 15 millones de personas en todo el mundo. Mientras que se han desarrollado en tiempo récord vacunas, tratamientos y pruebas diagnósticas para hacerle frente, se ha fallado en combatir el virus de manera global, y el acceso a las vacunas es un claro ejemplo de ello.

Desde MSF reclamamos un acceso equitativo y justo a las vacunas que permita a todos los países obtenerlas, y administrarlas de forma segura, para proteger cuanto antes a las personas más vulnerables y expuestas al virus. Desde 2021, vemos como los países de renta alta han acaparado las dosis de vacunas contra la Covid19 disponibles, mientras los países de renta media y baja siguen sin acceso a ellas.

Una manera de combatir esta distribución tan desigual, y que MSF hemos apoyado desde que su inicio, es la exención en materia de propiedad intelectual para las herramientas médicas contra la COVID-19, propuesta por India y Sudáfrica, y que se ha estado gestando durante 20 meses en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC). En junio de este año, se alcanzó un acuerdo en la duodécima Conferencia Ministerial de la OMC que básicamente es insuficiente porque no contempla una verdadera exención en materia de propiedad intelectual, por limitarse únicamente a las vacunas anti-Covid, y se podrá aplicar únicamente en los próximos 5 años, posponiendo el debate sobre la suspensión de los derechos de tratamientos y test diagnósticos.

–¿Cuáles son los porcentajes de población vacunada en la mayoría de los países de África? ¿La situación en estos países difiere de la que vemos en Europa?

–Un claro ejemplo de la falta de equidad y justicia con la que se ha abordado la pandemia que he apuntado antes es precisamente la gran diferencia que existe en porcentajes de población vacunada a nivel mundial. Las cifras hablan por sí solas: en todo África, la tasa asciende al 27 %, mientras que en Europa al 69 %. Los países del continente africano con una menor tasa de vacunación de Covid19 son Camerún (5,8%), Mali (9%), República Democrática del Congo (12 %) y Sur Sudán (13%). Si lo comparamos con España, donde este porcentaje tasa asciende al 87 % de la población, este desequilibrio se hace aún más evidente.

Hay que tener en cuenta que, en muchos de estos países africanos, hacer frente a la pandemia ha obligado a los sistemas de salud a suspensión de actividades médicas esenciales: desde campañas de vacunación, o los programas regulares de atención sanitaria, lo tiene un impacto muy negativo en la salud de la población más vulnerable, como son los niños y niñas, a medio y largo plazo.

–La población víctima de violencia extrema sigue aumentando, ¿cuáles son las cifras actuales de personas que se han visto obligadas a desplazarse?

–Los conflictos y la violencia que se ceban con la población civil en muchos lugares del mundo, y junto con otros factores como es el COVID, o las consecuencias del cambio climático, han forzado a más de 100 millones de personas a huir de sus hogares para poder sobrevivir, con un crecimiento muy considerable en 2022.

La violencia extrema afecta a muchos de los países en los que MSF estamos trabajando, una tendencia muy inquietante que ha ido en aumento en los últimos años. Las poblaciones que asistimos se han visto y se ven afectadas por disturbios, violencia entre comunidades y ataques contra la población civil. En Mozambique, por ejemplo, el nivel de violencia es tal que los desplazados internos se cruzan: unos huyen mientras que otros vuelven a sus lugares de origen, y nuestros equipos han tenido que seguirles para poder atenderles los campos se quedaban vacíos.

–Es imposible hablar de las guerras a las que han llevado asistencia sin preguntar por Ucrania. ¿El tren medicalizado sigue funcionando? ¿Cómo surge la idea? ¿Encontraron muchas trabas para tener acceso?

–En MSF ya estábamos trabajando en el país antes de que estallara la guerra en febrero de este año, lo cual, como suele suceder, facilitó el poder ampliar y reorientar nuestras actividades médicas para responder a las necesidades que originadas desde entonces.

Este tren, que MSF operamos en colaboración con el Ministerio de Salud y los Ferrocarriles Nacionales de Ucrania, traslada pacientes desde hospitales más cercanos a la línea del frente y que están desbordados, en el este de Ucrania, hacia hospitales ubicados en el oeste de Ucrania, que lo están menos, para que puedan continuar recibiendo asistencia médica. Entre marzo y junio de este año, más de 800 pacientes han sido trasladados en el tren, desde personas mayores con enfermedades crónicas, a niños con múltiples traumas. Me impresionó el relato de un compañero, auxiliar de enfermería que trabaja en el tren, que describía como “viaje a viaje, viendo la cantidad de personas con heridas por explosiones, fracturas de huesos, amputaciones te das cuenta de la magnitud del daño infligido a estas personas, de la cantidad de civiles que pasan a ser víctimas del conflicto”.

–Una de las políticas de la organización es priorizar la contratación local ¿cuál es el proceso? ¿Forman ustedes a la población local?

–En todas las intervenciones que MSF llevamos a cabo, uno de nuestros principios es integrar las actividades a implementar en el sistema de salud existente. De igual manera, la contratación del personal local es clave para garantizar una respuesta acorde a las necesidades médico-humanitarias existentes. De hecho, en el balance de la Memoria MSF 2021, vemos que, del total de 6.108 trabajadores, el 90,7% fue contratado localmente en los países donde desarrollamos nuestro trabajo, y el 9,3% restante fue personal internacional.

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