La Opinión de Zamora

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Zamora inicia agosto con la perspectiva de incrementar su población en un 50%

La provincia rozará los 250.000 habitantes en las fechas centrales del mes | 30.000 personas llegarán desde Madrid, principal foco emisor

Las peñas, en las fiestas de Moraleja del Vino. | Jose Luis Fernández

La Zamora vaciada acaba de entrar en el oasis de agosto. La soledad del invierno da paso, durante estas semanas, a un lleno pasajero, pero necesario para los negocios que aún resisten en las comarcas. La perspectiva es que la provincia incremente su población en un 50% durante el fin de semana del 15, gracias a la llegada de más de 100.000 visitantes, muchos de ellos hijos de la tierra que regresan a disfrutar de las fiestas patronales y a quitarle el polvo a la casa del abuelo. Mientras, unos 25.000 residentes habituales en el territorio se marcharán para disfrutar fuera de sus vacaciones, lo que ofrece un saldo positivo de entre 75.000 y 80.000 vecinos.

Los datos de 2021

Esa previsión se basa en lo ocurrido en 2021, según la información publicada por el Instituto Nacional de Estadística con datos de los dispositivos móviles. Si se repite ese patrón, Zamora rozará los 250.000 habitantes mediado el mes, una circunstancia que redundará de forma positiva en los hoteles, las casas rurales, los bares, los restaurantes y los comercios. Muchos de ellos tiran con el remanente de agosto para sobrevivir durante un invierno que se hace demasiado largo en según qué zonas.

El incremento de la población, unido al ocio constante que muchos de los visitantes buscan para complementar su descanso, forma un caldo de cultivo perfecto para unos negocios que tienen en los madrileños a su gran público objetivo. Según las citadas cifras del INE, un 30% de los foráneos que pernoctan en Zamora durante el fin de semana del 15 de agosto procede de la capital de España o de su comunidad. En concreto, 31.616 personas.

Ese dato cuadra perfectamente con el que indica que prácticamente 35.000 zamoranos viven en estos momentos en la Comunidad de Madrid, sin contar a las segundas y terceras generaciones. También está bastante ajustada la estadística de personas nacidas en la provincia y residentes en Barcelona (9.700) con la de los 9.530 visitantes procedentes de esa parte de Cataluña que desembarcan en los pueblos de Zamora en agosto.

En general, como dicta la lógica, Madrid, Barcelona, País Vasco, las capitales limítrofes de Castilla y León o Asturias y Galicia dan forma al grupo principal de territorios que acogen a los emigrantes zamoranos y que los devuelven temporalmente a lo largo del verano. Muchos de ellos eligen el pueblo antes de buscar un destino nacional de playa o el extranjero. La tierra y las raíces siguen tirando, aunque sea para las vacaciones.

En cuanto a los lugares que escogen los zamoranos para marcharse fuera en agosto, más allá de determinados puntos de playa, con especial atención a Asturias, también destacan los viajes a las provincias más cercanas de Castilla y León, como Valladolid o Salamanca, y a la Comunidad de Madrid.

En todo caso, los que se van son minoría. Agosto revive a los pueblos de Zamora, de la misma manera que septiembre rompe el hechizo. De momento, toca disfrutar en las comarcas.

El adiós a las restricciones de años pasados impulsa el contacto social

La cautela de los veranos de 2020 y 2021 ha dado paso este año a unas vacaciones casi de total normalidad. Es cierto que la pandemia no se ha ido y que el COVID sigue dañando a la población, pero sus efectos son mucho más débiles tras la vacunación, y la relajación social resulta evidente después del adiós a las restricciones que sí acompañaron a los vecinos y a los visitantes durante los dos agostos anteriores.

Para empezar, el regreso de las fiestas patronales ya supone un estímulo importante para incentivar el movimiento económico y el contacto social en los pueblos. Muchas de las localidades volverán a honrar a su patrón durante este mes de agosto, con todo lo que ello conlleva en esas zonas. En 2020 y 2021, esos festejos quedaron suprimidos, más allá de algunas reuniones privadas más o menos ajustadas a la legalidad de ese momento.

Tampoco había libertad absoluta en unos bares que se vieron penalizados por los horarios de cierre acotados y por medidas como la prohibición del consumo en barra o de pie en los establecimientos. Determinados negocios rurales vieron mermada su caja habitual de agosto por toda esta serie de normas que han ido decayendo desde entonces. El panorama actual dibuja una actividad al máximo rendimiento para una hostelería más pendiente ahora de los precios y de los costes del negocio que de la protección sanitaria. La expectativa es que la gente responda para poder encarar un otoño al que muchos esperan con incertidumbre.

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