La Opinión de Zamora

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César Rina Historiador y ponente

“No hay en España un antisemitismo racial, salvo en casos aislados”

“En el primer tercio del siglo XX en este país hubo militares, incluido el general Franco, que desarrollaron un filosemitismo”

El experto César Rina Simón. | Ana Burrieza

El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura, César Rina Simón, ha ofrecido una charla titulada “Judeofobia y Holocausto en la España de Franco”, dentro de las actividades paralelas a la muestra “Una colección de lágrimas. León Felipe y la tertulia del Holocausto”, organizado por la Fundación León Felipe.

–¿Cómo surge el odio al judío en España?

–En España en muy pocos casos podemos hablar de antisemitismo racial, salvo excepciones como Onésimo Redondo que desarrolló una teoría racial. Lo que sí hubo fue un antijudaismo que procedía de los tiempos de los Reyes Católicos, un rechazo a lo judío como cultura y como religión. El nacionalismo español cuando comenzó a construirse en el siglo XIX parte de que España es una mezcla racial de fenicios, romanos, celtas, de íberos… no había la idea de que la raza fuera pura frente a Alemania. Durante las Guerras de Marruecos, en el primer tercio del siglo XX, en España hubo los militares, incluido el general Franco, que desarrollaron el filosemitismo.

Explíquese.

–Desarrollaron una cultura favorable al pueblo judío porque en el norte de África había unos judíos, entre los que había muchos de origen sefardí, en los que encontraron colaboración contra los musulmanes. En el año 1924 durante la dictadura de Primo de Rivera se aprobó un decreto-ley en el que se concedió la nacional a los judíos sefarditas que pudieron demostrar documentalmente que venía de España. Se les concedía automáticamente la nacional española.

–¿Cuántas personas consiguieron la nacionalidad de esta manera?

–Unos 2.000-3.000 sefardíes que no llegaron a la España peninsular.

–Ese acercamiento a los judíos, ¿cuándo desapareció?

–Con la Segunda República. Los partidos más reaccionarios cuando se proclamó la República empezaron a identificarla con una conspiración judía. El desarrollo de la conspiración era que los judíos la habían creado para dominar al mundo a través, por un lado de la masonería y por otro, del comunismo. La principal acusación contra los gobiernos republicanos era que eran projudíos. Cuando se produjo la sublevación militar contra la República, el antijudaísmo fue uno de los mecanismos de movilización. Al no haber casi judíos en España durante la Guerra Civil fue un mecanismo de movilización porque era el miedo a lo desconocido. Además, Franco tomó el poder contra todo pronóstico porque tenía el apoyo alemán y la España de Franco se construyó con apoyo logístico, económico y militar de Alemania.

–Un peso que, con los años, cambió.

–Franco tenía una capacidad camaleónica para adaptarse a los tiempos y al pensamiento dominante en cada momento en Europa, de ahí la supervivencia de su dictadura durante 40 años. En la Guerra Civil se dejó regalar los oídos por la Alemania nazi, pero no perdió su conexión con la Iglesia Católica, que no veía con buenos ojos los crímenes raciales, y se sufragó con banqueros judíos. España no tuvo participación directa en el Holocausto y fue frontera con territorios ocupados, como Francia. Buena parte del cuerpo diplomático era antijudío e incluso los distintos ministros de Exteriores dictaron medidas antisemitas.

-Pero no todos fueron así...

-Hay algunos diplomáticos españoles, que recibieron el título de Justos entre las Nacionales, un reconocimiento dado por Israel a personas que actuaron para salvar judíos, que poniendo en peligro su cargo diplomático contribuyeron a salvar a unos 8.000 judíos. Sucedió en Atenas, Sofía, París o Budapest. Concediendo la nacional o algún tipo de proyección diplomática y ayudaron a salvar vidas. Además en 1943, el Gobierno español conoce perfectamente el Holocausto y Franco creó un gobierno más filobritánico para adaptar a la nueva coyuntura. En ese contexto, España permitió que los judíos que querían escapar de territorio ocupado pudieran pasar por España siempre que tuvieran un permiso consultar de un tercero país y sin dejar huellas en el país, como la luz al pasar el cristal. Esa apertura limitada de fronteras facilitó que huyeran a través de España unos 35.000 judíos.

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