La Opinión de Zamora

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La crisis de los precios en Zamora | El pan se hace cuesta arriba

Los negocios acusan el incremento de los costes de la harina para su especialidad, del aceite y los huevos para los dulces y de la gasolina que gastan para repartir sus productos por las tiendas y por los pueblos de la provincia

El panadero de Ferreruela carga la furgoneta para repartir por los pueblos de la zona. |

En la Panadería Susi de Carbajales de Alba, Miriam Lorenzo trata con mimo a sus clientas. Lo demuestra con una vecina veterana que acude a por una barra “blandita” y que demanda la confirmación de que el producto cumple esa exigencia. La respuesta tras el mostrador deja patente una paciencia que esta mujer ha tenido que entrenar para lidiar con el escenario en el que se maneja ahora el negocio, y no precisamente por el trato con la gente: “Todo ha subido”, constata Miriam, que habla de la harina para el pan, del aceite y los huevos para las magdalenas y otros dulces, o de la gasolina que hay que gastar para vender más allá de las fronteras del municipio.

Una mujer se lleva una barra de pan en Carbajales de Alba. | Emilio Fraile

“Nosotros hacemos tres rutas: una hacia Zamora; otra que va por Palacios o Andavías y que llega hasta Montamarta; y una más que acaba en Samir”, enumera la mujer, que forma parte de un negocio familiar muy asentado en la localidad, pero que ahora ve cómo la gasolina ha subido un 30% en el último año, que ya no les aseguran el precio de la harina y que las reservas de aceite de girasol se van acabando, a la espera de hacer un nuevo acopio que puede resultar dañino para las arcas de la empresa.

1.-Una mujer de Carbajales hace magdalenas. 2.-Un hombre, en la panadería de Ferreruela. 3. Un profesional de Tábara, tras sacar una empanada del horno. 4.-Una trabajadora zamorana coge una napolitana para entregársela a un cliente. | Emilio Fraile

La conclusión es que no les ha quedado más remedio que trasladar parte de ese incremento de los costes al precio de la barra. Es la segunda vez en medio año: “La gente parece que lo entiende, porque se ve en los medios todo lo que pasa”, señala Miriam Lorenzo, siempre en referencia al pan. Habrá que ver lo que sucede con el resto de los productos de la tienda.

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A unos kilómetros de allí, en Ferreruela de Tábara, la tormenta perfecta causada por la subida de todas las materias primas que utiliza y por el incremento del coste de los suministros y las energías tiene alicaído a Mongi Sawan, el panadero del pueblo y de parte de la comarca a la que da servicio. “Todo está caro”, se resigna el profesional, antes de cargar su producción en las cajas para poner rumbo hacia Sesnández.

"A VER SI ME BAJAN EL ALQUILER"

Mongi tirará hacia delante “de momento”, aunque su semblante refleja preocupación. “A ver si me bajan el alquiler”, desliza el panadero, mientras la clientela va entrando con cuentagotas en el local de Ferreruela y él se prepara para hacer la ruta. En estos pueblos, la crisis se ha juntado con la fase final de la temporada baja y con una comarca prácticamente vacía.

A la puerta, una de las clientas de Mongi, Irene, refleja el sentir del afectado al otro lado del mostrador: “Todo nos sube”, concluye, tras una larga lista de agravios centrada en el coste de la luz.

Subidas del 10%

En Tábara, Antonio Calvo mantiene intacto el humor a pesar de la coyuntura. En el despacho que tiene la Panadería Calper de Sarracín en la localidad, el profesional atiende resuelto a una clienta que se ha tenido que llevar el producto básico un 10% más caro que hace unas semanas: “Lo subimos de 1,80 a 2 euros”, explica Antonio, que se suma al discurso del impacto total sobre los negocios y que resume la situación con una expresión lacónica y muy propia de la tierra: “Qué le vamos a hacer...”.

Unos metros por encima de ese despacho, la Panadería El Carbajalino vacía sus estantes a marchas forzadas. La combinación entre la cercanía del mediodía y el fin de semana que ya asoma con el vermú del viernes se asocian aquí con la entereza de un negocio que ha apostado por sostener los precios: “Lo hago porque puedo”, reconoce el responsable del producto y de su comercialización, Luis García, que no reparte fuera y que, a sus 60 años, ha visto lo suficiente como para convencerse de que la contención es la mejor vía, siempre y cuando uno cuente con las espaldas anchas para aguantarlo.

Luis habla con un tono grave y pausado, y reflexiona sobre una crisis alcista que está polarizando las opiniones: “Yo no soy ni de izquierdas ni de derechas; me manejo con las dos”, señala el panadero, que rechaza los extremismos y que exhibe su preocupación sobre lo que viene por delante: “A ver qué os toca a los jóvenes”, lanza desde la puerta, a modo de despedida.

Problemas también en la capital

Ya en Zamora, Enrique Rodríguez y Neli Milanova aguantan el tipo en la Pastelería Selecta, en la calle Villalpando: “Nosotros no hemos incrementado los precios de nuestros productos, pero el pan se lo compramos a otros y sí nos lo han subido”, señalan los responsables de un negocio que, en lo que de ellos depende, apuestan por “no contribuir” a la escalada de golpes al bolsillo de la gente: “Aceptamos ganar menos para poder mantener la clientela”, aclaran, aunque matizan enseguida que su gente se ha retraído mucho en las últimas semanas. El miedo se ha adueñado de las carteras.

Al pie de otra panadería de San Lázaro, la conversación gira en torno al monotema. Si hace año y medio, el virus copaba la charla en las colas, ahora los costes han invadido la espera. Natividad Gutiérrez atraviesa esos comentarios al salir del establecimiento, con la noticia de que el pan ha vuelto a subir. “Y lo que sube ya no baja”, advierte esta pensionista zamorana.

"Todo cuesta mucho dinero"

“Estamos muy ajustados”, reconoce esta mujer, que explica que la pensión de viudedad le da para lo que le da: “Mi madre vive en Brime de Sog y está mejor, con las gallinas y las patatas que saca del huerto”, apunta Natividad, que percibe la subida el pan como un renglón más de la larga lista de productos que se han encarecido: “Ahora, un mes me da y en el otro me toca tirar de los pocos ahorros que tengo”, asume.

La zamorana mira el día a día, con la esperanza de que “no se estropee nada” y de que no le golpeen averías como la que le obligó a pagar 100 euros recientemente para arreglar el coche: “Todo cuesta mucho dinero”, abunda Natividad, que ha reducido a los fines de semana el café que toma con las amigas y que ya les cuesta 1,30 tras las últimas subidas.

Las economías que van más justas estiran al máximo el cinturón, como lo hacen las panaderías y el resto de los negocios de pueblo o de barrio. Todos hacen malabares para encajar sus ganancias con el cuidado de una clientela ya muy tocada por la tendencia alcista. Otra mujer en la cola ironiza con ello: “Estamos como queremos”.

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