Los hechos ocurrieron el 10 de junio de 1942. En Muelas del Pan, decenas de obreros trabajaban en la construcción de un túnel para evacuar las aguas en la central hidroeléctrica, cuando una fuerte detonación hizo retumbar toda la instalación. La explosión correspondía a la dinamita colocada para volar dos tapones de roca unos días después, pero las cargas se activaron antes de tiempo, las entradas del túnel volaron y el agua entró “con una violencia arrolladora”, según las crónicas de la época. Murieron 23 personas, casi todos obreros.

El rastro del abuelo que murió en Zamora

La carga contenía más de 1.800 kilos de dinamita, lo que además generó muchas dificultades para encontrar los restos de los fallecidos. Apenas se hallaron algunos miembros desperdigados de aquellos hombres que tenían nombres y apellidos y que dejaron un rastro de dolor entre sus familias en una época muy dura. España acababa de salir apenas tres años antes de la cruenta Guerra Civil, una contienda que se cebó con la juventud, que mutiló a cientos de matrimonios y que dejó un rastro de miseria que tardó años en borrarse.

En la edición de El Correo de Zamora del 12 de junio apareció la lista completa de aquellos hombres que perecieron en el túnel. Muchos de ellos procedían de pueblos del entorno, también de zonas más lejanas de Aliste; sus edades, 22, 23, 25, 35... Y en medio de esa relación, Jesús Domínguez Calvo, peón de 25 años y natural de Carbajosa, uno de los pueblos que más muertos aportó a esta desgracia.

El rastro del abuelo que murió en Zamora

El diario señaló por error que aquel hombre estaba soltero, pero Jesús dejó mujer y tres hijos, dos de ellos biológicos y otro adoptado. Así lo explica ahora su nieta Mara, que lleva el Domínguez del abuelo en el apellido y que acaba de descubrir algunos de los detalles que desconocía sobre el desgraciado fallecimiento de su pariente. La mujer tiene ahora 54 años y habla desde el sur de Argentina. Allá marchó su abuela a principios de los años 50, en un barco en el que depositó las esperanzas que le quedaban tras la pérdida de su compañero de vida en los saltos del Esla.

Mara Domínguez se puso en contacto con este medio recientemente para saber lo que ocurrió en el suceso que marcó el devenir de su familia; la explosión de dinamita que condujo a su abuela a Argentina y que desarraigó a su estirpe de Carbajosa, un lugar que aparece ahora en el álbum familiar como uno de esos rincones del realismo mágico que se imaginan sin llegar a visualizarlos de un modo preciso.

Mara cuenta que su abuela aguantó algunos años más en la provincia, pero pronto marchó a las Américas. Sin saber leer ni escribir, cogió a sus dos hijos biológicos y puso rumbo a lo desconocido, sin tener claro qué le depararía allí la vida: “Se dedicaron al campo, a una existencia muy dura, aunque ella hizo que mi padre estudiara hasta donde se pudo”, señala la nieta de zamoranos, que acaba de jubilarse tras una vida profesional orientada a la enseñanza y que aspira a saber más sobre su tierra de origen.

Esta argentina, ya madre y abuela, siente una especie de arraigo hacia la tierra de sus abuelos, pero le cuesta unir esos lazos. Jamás ha venido a Zamora, no conoce a ningún pariente y sus intentos por crear algunos vínculos a través de la red han sido infructuosos. “Siento que debo hacer esto”, asegura Mara Domínguez, tras aclarar que su abuela y su padre murieron sin aportarle demasiados detalles sobre el asunto.

En el caso concreto de su progenitor, la muerte de Jesús le golpeó cuando apenas tenía un año. Antes de ser adolescente, su peripecia vital le llevó a Sudamérica. De Carbajosa, apenas recordaba en alguna ocasión ciertos detalles sobre una fuente; trocitos de memoria que se fueron ensombreciendo con el tiempo y que resultaron insuficientes para las pesquisas de su hija.

La familia de Jesús Domínguez echó raíces en el sur de Argentina y muchos de sus descendientes se han quedado allí. El hijo adoptivo que se quedó en Carbajosa “prometió vender las tierras y mandar el dinero”, pero nunca más se supo. Pronto, aquello quedó olvidado, igual que hoy van borrándose del imaginario colectivo de la zona los detalles del fatal accidente.

Ahora, Carbajosa se ha convertido en una pequeña pedanía de poco más de cien habitantes que batalla contra la despoblación. Allí se centran las miradas de Mara Domínguez, que mantiene su empeño por seguir el rastro del abuelo que murió en Zamora: “Quizá, aún hay alguien que me pueda ayudar”, concluye esperanzada.