El polifacético Mingo Ruano, bailarín, actor, coreógrafo, presentador, profesor y cantante, pisa hoy el escenario del Teatro Ramos Carrión con el espectáculo “Un cuento de Navidad”, un montaje que también dirige tras haber participado en proyectos como “Sueño de una noche de verano” de W. Shakespeare, a las órdenes de Tamzin Townsend, o en cine en “Palmeras en la nieve”, de Fernando G. Molina o bien en “La Mula” de Michael Radford, entre otras películas.

–¿Cómo se embarca en el proyecto de “Un cuento de Navidad”?

–Yo había trabajado en musicales en Canarias como “Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí”, entre otras producciones. Este proyecto empezó hace tres años en Canarias cuando una productora me propone hacer un montaje de cara a la Navidad. A partir de ahí nos pusimos en marcha con Luis O’Malley, que ha llevado a cabo esta adaptación peculiar.

–¿Por qué la califica como peculiar?

–El universo de Dickens, un grande la literatura universal, sigue vivo porque los valores que defiende siguen estando vigentes. Nosotros lo que hicimos fue sacarlo de la época victoriana para ponerlo en una ambientación en 1930, lo que nos permitía a nivel de escenografía, vestuario y musical e incluso del papel de la mujer en la historia para tener otro tipo de referencia. Sigue siendo el cuento de Dickens, pero estamos más cercanos a nuestra sociedad de referencia. La obra dura unos 70 minutos y la adaptación es bastante fresca porque tanto la aparición de los fantasmas como de ciertos personajes llevan un poco a la comedia, lo que es una manera de aligerar el gran drama que supone “Un cuento de Navidad”. Nos hemos dado cuenta de que a la hora de exponerlo al público, esa frescura que nos da el humor nos permite explicar mucho mejor los grandes mensajes de Dickens.

–El plato fuerte del montaje sería…

–Creo que la parte musical y todo el movimiento escénico que sucede sobre el escenario. No paramos de movernos, hay muchos cambios de escenografía lo que es muy sugerente. Es una producción en la que estamos 20 personas sobre el escenario y viajamos en gira 32. El intérprete que menos cambios de vestuario realiza, tiene tres. Además, llegamos una escenografía móvil lo que nos permite pasar por distintos espacios.

–El elenco lo encabeza intérpretes tan conocidos como Mariano Peña y Antonia San Juan, pero ¿cómo fue la selección de los actores?

–Mariano ya protagonizó la primera versión que hicimos en el año 2019. Antonio San Juan es una compañera maravillosa con la que hemos trabajado en otros proyectos y cumplía el perfil para estar en este proyecto. Hicimos audiciones en Madrid el pasado mes de junio en las que tuvimos más de 500 solicitudes y de ellas salió el elenco adulto y también el elenco infantil. La versión que llevamos ahora difiere poco de la anterior. Hemos hecho una mejora del texto, ya que como director soy permeable a la visión de los personajes por parte de sus intérpretes.

–Y precisamente en su faceta de director ¿qué le está suponiendo este montaje?

–Para mí está siendo una experiencia maravillosa salir de la zona de confort y trabajar con otros equipos nuevos para llevar mi creación más allá de las fronteras de mi territorio. Significa llevar la magia de la Navidad al territorio peninsular que es toda una odisea sacar un montaje de estas características de Canarias. Estoy rodeado de un gran equipo técnico y de regiduría y soy bastante exigente (risas). Estar acompañado de estos profesionales me permite subirme al escenario tranquilo.

–¿Cómo utiliza la música en la propuesta?

–La empleo como elemento de transición y de ambientación para crear distintas escenas. También se canta en directo y empleamos los grandes clásicos de la Navidad anglosajona, canciones conocidas por todos, que utilizamos para hacer el engranaje de la obra. Otro elemento importante es la escenografía que se compone de cinco modulares que por un lado son los exteriores, que a partir de un collagues, nos llevan a viajar a Londres y cada uno de esos modulares, que se mueven en el escenario, nos esconden un interior para poder viajar a los diferentes estados donde los fantasmas llevan al señor Scrooge.

–¿Qué sorprende al público infantil?

–La agilidad con la que los personajes hacen viajar a través de la historia. Es curioso porque es un espectáculo familiar, lo que implica que vengan a verlo los niños acompañados de familiares y todos entran en el código del teatro. Se sienten cautivados por los personajes, la escenografía y la iluminación.

–¿Han pensado mucho en el público infantil?

–Sí, de hecho a la hora de trabajar tanto en la dramaturgia como en la puesta en escena hemos tenido muy presente que el protagonista es el señor Scrooge, pero habla de los niños y para los niños. Para nosotros es muy importante que el mensaje le llegue al público y el niño en esta adaptación recibe la justa información. A día de hoy a un niño le hablas con un lenguaje afectivo y educado y entiende cualquier cosa que le propongas.

–Pero están más acostumbrados al lenguaje visual de las pantallas que al artístico.

–Estoy de acuerdo. Contamos con una generación, la de los niños nacidos en la última década que, aunque son nativos digitales tienen unos hábitos de teatro a veces promovidos por los centros educativos y por la propia familia. Los niños viven en lo digital, pero también están cercanos al código teatral.

–El montaje cuenta con un elenco infantil. ¿Cómo ha ido la experiencia de dirigirlos?

–Muy bien el elenco lo integran niños que están en formaciones musicales, en formaciones teatrales y que tiene ya experiencia. Soy maestro y pedagogo. Me encanta trabajar con niños porque te sorprenden muchísimo.

–Desde su punto de vista, ¿el teatro musical se está convirtiendo en un sector en auge?

–Ahora tras la pandemia se está retomando con fuerza. Yo creo que en los últimos 15 años se ha comenzado a tomar conciencia de la importancia del teatro musical y poco a poco ha conseguido entrar en España. A día de hoy hay escuelas especializadas y hay profesionales muy bien preparados. Es un género muy completo que te exige dominar tres disciplinas: el canto, el baile y la interpretación.

–Usted conjuga las tres, pero ¿cuál pesa más?

–Yo me considero un intérprete y, al fin y al cabo, cantar y bailar son dos lenguajes que me permiten ir más allá del texto. Me permiten expresarme de otra manera. Para mí, dada mi formación en danza, el baile es vital. Ahora junto a “Un cuento de Navidad” estoy como actor en “La comedia sexual de una noche de verano” de Woody Allen, la primera vez que se hace la adaptación en España, que se ha estrenado en octubre y que girará a partir de enero.