El escritor, novelista y traductor zamorano José C. Vales es ahora el coautor del volumen “Mirabilia. “Compendio de maravillas y asombros del Camino de Santiago”.

El escritor José C. Vales y uno de los dibujos de Celsius Pictor. | | CEDIDOS

–¿Cómo se embarca en la escritura de este libro?

–Es un proyecto muy antiguo. Yo he hecho el Camino cinco veces y siempre tuve intención de escribir algo al respecto. Me parecía un fenómeno asombroso desde todos los puntos de vista, tanto histórico, como cultural, social, político etcétera. Cuando le hablé a mi amiga Olga García Arrabal, traductora y escritora, de esta idea, enseguida me animó a ponernos manos a la obra. Como tenemos unas referencias literarias muy parecidas y unos gustos literarios semejantes, la cosa fue relativamente sencilla.

–¿Otorgan más protagonismo a algún recorrido en concreto?

–El Camino Francés es el más importante, desde luego, por razones geopolíticas, pero, a lo largo de los siglos, los peregrinos solo tuvieron un objetivo: llegar al sepulcro del apóstol Santiago, y la ruta no era lo más importante. Cada uno hacía el Camino como podía, por el norte, junto al mar, desde las regiones del sur, por la Vía de la Plata o por los caminos de Portugal, en barco desde Inglaterra y Francia. En “Mirabilia” apuntamos todas las vías, o casi todas, pero con especial referencia a las rutas continentales porque nos interesa destacar el Camino como fenómeno cultural de profundas raíces europeas.

–El volumen encierra un compendio muy amplio que abarca desde leyendas, tradiciones, mitos y narraciones relacionadas con el Camino de Santiago.

– Hemos abarcado todo ese tipo de manifestaciones culturales porque nuestro modelo eran las compilaciones clásicas de asombros y maravillas, como las que escribieron Claudio Eliano, Aulo Gelio, Avieno y otros paradoxógrafos, incluidos Plinio el Viejo, por ejemplo, que también participa de esa tradición, en la que se reúnen breves narraciones de todo tipo, especialmente las que son sorprendentes y curiosas, y ficticias también en la mayor parte de los casos. Si sobre un hecho concreto había dos versiones, una histórica y otra ficticia o maravillosa, siempre hemos elegido la ficción.

–¿Cómo se han documentado?

–Como Olga García Arrabal y yo hemos hecho el Camino, las referencias son de primera mano en muchos casos. Además, Celsius Pictor, el ilustrador, es gallego y conoce muy bien todo lo referente al mundo compostelano. Los materiales sobre el Camino son infinitos, pero no todos están en internet, así que hemos empleado también abundante bibliografía. Una búsqueda constante, a lo largo de muchos meses, de todo lo que pudiera haber de sorprendente y curioso en el Camino jacobeo.

–¿Qué criterio han seguido a la hora de ordenar la publicación?

–Ninguno. Nuestro guía en estos temas, ha sido Aulo Gelio, cuyas “Noches Áticas” se caracterizan, al menos en cierto sentido, por el desorden. Él decía que su libro no era una miscelánea, sino una “confusánea” (confusaneam) porque solo pretendía ofrecer retazos de maravillas sin orden ni concierto, para leer cuando viniera bien. Nuestro libro no es una novela, ni un relato, sino un compendio de breves escenas para alegrar los corazones al final de las largas jornadas peregrinas.

–Comparte autoría con Olga García. ¿Cómo han organizado el trabajo?

–Ha sido muy sencillo. Nos conocemos desde hace muchos años y, además, tenemos gustos literarios parecidos. Hemos hablado mucho sobre este tipo de libros, sobre los que se hacían en el mundo clásico y los que se hicieron durante el Renacimiento y posteriormente. No nos ha sido difícil llegar a acuerdos sobre temas, organización (o desorganización) y estilo general del libro. Ella se ha encargado, además de escribir su parte de anécdotas, de la corrección, edición y coordinación editorial.

–La parte visual corresponde a Celsius Pictor, qué nos puede comentar de su labor.

–En este punto no soy muy objetivo porque la obra de Celso es fabulosa. Además, participa de nuestra pasión por lo extraño, lo extravagante, lo estrafalario, lo misterioso, lo asombroso y lo maravilloso. Creo que ha escogido algunos de los episodios más llamativos y ha conferido a esas escenas una personalidad extraordinaria. Recomiendo a los lectores que indaguen en las ilustraciones, sus abundantísimos detalles y sus referencias literarias y culturales. Es un verdadero festín para la vista, la imaginación y el conocimiento.

–Por la provincia de Zamora discurren varias sendas jacobeas.

–Zamora aparece en varias ocasiones. En algunos casos porque había que hacer referencia, ineludible, al románico de Zamora. Algunos de los artistas que levantaron y ornamentaron nuestros templos aprendieron el oficio en el Camino y trajeron sus conocimientos hasta estos lejanos y peligrosos lugares. Estoy pensando, por ejemplo, en el ajedrezado que adorna muchas iglesias de nuestra ciudad. Nació en Europa y en Jaca, y luego fue dispersándose por la vía jacobea. Además, las historias, supongo que ficticias en su mayor parte, hablan de la inquina que Almanzor le tenía a Zamora, como ciudad fronteriza y testaruda, a la que sometió a saqueos continuos en su obsesión por llegar a Santiago. Seguramente buena parte de lo que se cuenta al respecto es ficción, pero lo que nos interesa es el relato. También aparece el relato de las campanas de Santiago, que es emocionante y divertidísimo.

–¿Lo más complicado de su contribución ha sido...?

–Seleccionar las escenas o los episodios que debían estar y de los que podíamos prescindir. El Camino de Santiago es una aventura infinita y no solo cuando se camina desde Francia o desde otros lugares. Es una aventura infinita en la arquitectura, en la literatura, en la política, en el mundo eclesiástico, en la espiritualidad o en el relato tradicional y legendario, pero nuestra idea no era hacer una enciclopedia, sino un compendio de hechos sorprendentes y curiosos.

–Este libro difiere de lo publicado hasta ahora ¿qué ha supuesto este trabajo?

–Desde el punto de vista personal este libro se aparta un tanto de mis ocupaciones comunes, que son la traducción y la ficción, pero se trata de un pequeño placer particular al que no quería renunciar.

–¿En qué proyectos está enfrascado en estos momentos?

–Hace unos meses se publicó en Alba la traducción de Armadale, de Wilkie Collins, un libro que me ha hecho muy feliz durante estos tiempos de grandes desventuras y desdichas. Últimamente estoy traduciendo libros de arqueología y sobre el mundo grecolatino, que también me divierten muchísimo. El próximo año se publicará en Destino un libro nacido a partir de las clases de lingüística y retórica que tengo la suerte de impartir en algunas instituciones académicas de Madrid. Además, también espero poner fin a una novela.