El problema de la despoblación no es sólo rural, sino que necesita un enfoque territorial más amplio y su gravedad no es sólo cuantitativa, que haya poca gente, sino cualitativa, es decir, que haya equilibrio entre población y territorio, varones y mujeres y generaciones.

Francisco Ramos Antón, consejero electivo del Consultivo desde 2015, tras una larga vida parlamentaria en las Cortes regionales y licenciado en Ciencias Políticas y Sociología aporta nuevos puntos de vista sobre el fenómeno de eso que se ha dado en llamar la España Vaciada.

Ramos, en la azotea del Consultivo. | Jose Luis Fernández

—¿Cómo hay que abordar el problema de la despoblación?

—Es un problema muy complejo, multicausal y por lo tanto la solución no tiene que venir de una sola dirección. En primer lugar, no hay que restringirlo al mundo rural, sino que hay que dar un enfoque más amplio. Uno de los problemas más serios es precisamente la despoblación de las ciudades y la pérdida de la función económica que hacían no sólo para si mismas sino para el medio rural de su entorno. Perder la potencia de centros comerciales, de dinamización económica, de liderazgo territorial, de hervidero de ideas afecta a todo el medio rural del entorno. Para analizar el problema de la despoblación hay que ampliar el foco e irnos de lo estrictamente rural a lo territorial más amplio, lo comarcal, provincial, regional

—En todo caso, el problema es que no hay gente.

—No es tanto una cuestión de cantidad sino sobre todo de equilibrio entre población y territorio en el contexto de infraestructuras y tecnológico en el que se desenvuelve la vida económica y social. Por lo tanto habrá un equilibrio que tiene que ver con la sociedad rural tradicional que es seguramente la imagen que tenemos del paraíso pedido, para mi generación por ejemplo. Y otra cosa será el equilibrio con una nueva tecnología. La nueva movilidad, el AVE, las autovías, nos obligan a hacer una lectura nueva del territorio, que tenemos que interpretar: Qué significa para Valladolid o Zamora estar a una hora de Madrid: permitiría casi vivir en Zamora y trabajar en Madrid pero también lo contrario, que gente que trabaje en Zamora pueda vivir en Madrid. Leí un informe que decía que unas diez mil personas residentes en Valladolid se desplazan a diario a trabajar a Palencia y Zamora, lo que nos da una pista de que con independencia del empleo que se cree las ciudades tienen más capacidad de atracción en función de su tamaño. Además de mano de obra cualificada.

—¿Qué otros equilibrios fallan?

—El equilibrio entre varones y mujeres, porque la emigración es un proceso selectivo que afecta a los elementos más dinámicos, los jóvenes, y que más dificultades tienen en el medio de origen, las mujeres. Y también el equilibrio entre generaciones; si falla una generación que se ha ido fuera falla la simple reproducción social pero también la transmisión del espíritu, de la cultura, y de los cuidados. Va a llegar un momento en que los cuidadores van a ser menos que los que necesiten cuidados.

—El movimiento de la España Vaciada y el confinamiento durante nos han hecho mirar más al mundo rural. ¿Es positivo?

—El problema demográfico había llegado a la agenda política y mediática y eso es positivo para que se llegue a abordar. Y la pandemia ha reforzado eso y ha convertido la de los territorios poco poblados en una causa simpática, lo que facilita que se tomen decisiones de apoyo a estos territorios. La necesidad una economía más verde, más equilibrada, más sostenible plantea una cierta reivindicación de lo rural, de los canales cortos de comercialización, de una cierta soberanía productiva, no solo en la pandemia, sino ahora mismo lo que estamos viendo con los problemas en las cadenas de suministros que nos obliga a replantearnos si es conveniente producir todo en China.

—¿Tiene algún riesgo esta visión?

—Esa nueva ruralidad se ha convertido en un signo de distinción para el consumo. El vínculo con la naturaleza, el origen, lo auténtico, con lo rural al final se acaba convirtiendo en un sello de distinción para los productos de belleza, alimentación y de todos los ámbitos en general.

—Se banaliza en cierta forma.

—Como poco hay que someterlo a crítica. Por otra parte, genera un abuso de argumento. Ahora no se arregla un colegio o una carretera como se ha hecho toda la vida porque sea necesario, sino para “luchar contra la despoblación”. No hay medida política que no sea para favorecer a la población. Y nos pasa en el ámbito privado: un señor monta una quesería y en lugar de montarla para ganar legítimamente dinero, como se ha hecho toda la vida, dice que ha hecho la quesería para luchar contra la despoblación. No hombre, está bien que cada uno estemos a lo nuestro y si usted monta una empresa gane dinero y sea sostenible, cree muchos empleos y además repercuta en la población. Pero esté a lo suyo.

—¿Sirven para algo los planes estratégicos o se quedan en papel mojado?

—Si la planificación es honesta desde luego que sirve para algo. Porque la despoblación acaba afectando a todo. Probablemente no haya ningún indicador de la realidad social zamorana que no haya que leer teniendo en cuenta que vosotros tenéis varios puntos más de envejecimiento que la media española y de Castilla y León: paro, población activa o el comportamiento en crisis y recuperaciones económicas. Lo que pasa es que a veces se hacen planes que son mera justificación.

Se está dando un abuso de argumento. Si una administración construye una escuela o un particular monta una quesería se justifican diciendo que son para luchar contra la despoblación

—Explíquese.

—Es cuando se siguen haciendo las mismas políticas, se etiquetan las cosas que pueden tener apariencia de lucha contra la despoblación y se meten en un saco todas juntas. Para que un plan de lucha contra la despoblación sea eficiente, la gente se lo tiene que creer, debe haber una percepción general de que la cosa va en serio. Y es fundamental que exista una política territorial.

—¿No hemos conseguido nunca una verdadera ordenación del territorio?

—Ni una verdadera ni una falsa, se ha manoseado muchísimo la ley. La ordenación del territorio tiene poco que ver con el dibujito de los mapas, y mucho con la planificación de infraestructuras, dotación de servicios e identificación de los valores de cada territorio que pueden ser un elemento de dinamización económica. Estamos al lado de un agujero negro que es además un sumidero de recursos y de población joven: Madrid lo absorbe todo. Es necesario un cambio de enfoque para no atenernos solo a la planificación sectorial, de la madera, el automóvil o cualquier otro sector, sino territorial: La clave es que cada territorio pueda contribuir al crecimiento de toda la comunidad.

—¿Los partidos tradicionales son capaces de responder a la cuestión o es necesaria la articulación política de los movimientos de la España Vaciada?

—Los territorios más perjudicados por la fragmentación política y las opciones puramente territoriales puede ser precisamente los territorios que tiene más reto demográfico. No hay respuesta localista a un tema global. Pueden tener una cierta “chance” electoral a corto plazo, pero toda esa fragmentación basada en localismos no responde a esas necesidades de equilibrio que estamos planteando. Y tenemos que ser críticos con esas etiquetas. ¿Cómo que España Vaciada? Es una España de baja densidad. ¿Pretendemos en pleno siglo XXI de sociedad de la información hacer políticas de reto demográfico hablando mal de los territorios, de abandonos, ausencias y aspectos negativos? Hay que ser muy cuidadosos con esas etiquetas que pueden estar haciendo daño. Hay que dar una imagen positiva, que se base en nuestro modelo de relación con la naturaleza, con la cultura y que esto se proyecte al futuro como un proyecto de comunidad. El pasado une en la nostalgia, pero el futuro une en el éxito, y esa es la proyección que hay que dar.

—¿Lo rural y la agricultura siguen íntimamente unidos?

—Dentro del ámbito rural, los problemas del rural no son los problemas del sector agrario. El medio rural se ha desagrarizado pero también la agricultura se ha desruralizado. Hoy tu puedes ir de corbata al trabajo de campo, te pones el mono y vives en la ciudad.