“Cuando una persona lo ha perdido todo nuestro trabajo es sostenerla con un abrazo. A partir de ahí empezamos con las técnicas psicológicas, pero de entrada eso. Aquí no ha habido pérdidas humanas, afortunadamente. Pero hay mucho sufrimiento. Es un incidente crítico no estabilizado donde la incertidumbre refuerza la tristeza, la desesperación y la rabia”.

Felipe Lagarejo (Palacios de Sanabria, 54 años), miembro del Gipec (Grupo de Intervención Psicológica en catástrofes y emergencias) que ha ayudado a los afectados por el volcán de La Palma, no es un novato, ya que le tocó actuar en la catástrofe del camping de Biescas, posteriormente atendió a los familiares de las víctimas en el accidente aéreo de Spanair y ahora ha trabajado en la primera línea del volcán, ayudando a los que lo han perdido todo por el avance de la lava, en la zona de Los Llanos de Aridane.

“La primera impresión es que la gente está en shock, y lo primero es salir para vivir este maremagnum de emociones, empezar cuanto antes el duelo y poder llevar una vida “normal”. Pero hay muchas personas que no pueden salir de la fase de shock porque esto no ha acabado, en cualquier momento se abre otro nuevo foco, y vuelta a empezar. Hay gente que lo ha perdido todo y lo poquito que les queda lo pueden perder en cualquier momento. Es la dificultad que tenemos a la hora de ayudar”, explica.

El drama es importante, “gente que lleva tres días llorando, que viene con alucinaciones, que cree que le sale lava de la cabeza. No están locos, son gente absolutamente normal sometida a un estrés tan tremendo que tienen alucinaciones auditivas y visuales, intentos de suicidio...La gente se queda sin nada y empieza a valorar su vida, si merece la pena seguir adelante, y esa es una fase muy peligrosa. El tratamiento de las emociones requiere un tiempo que en emergencias no tenemos”. En definitiva, que “estamos en una verdadera catástrofe, también psicológica. He estado en muchas, pero nunca me he encontrado una catástrofe emocional como esta, se lo puedo asegurar”.

Felipe Lagarejo Cedida

Cuenta momentos de caos, como “el otro día, cuando tuvimos un nuevo temblor, la gente chillando, corriendo...es como una tortura psicológica constante y no te puedes recuperar”. Felipe se preocupaba también de visitar el centro de mando para saber de primera mano lo que sucede: “Esta gente necesita información veraz, porque la mayoría de los periodistas son buenos profesionales y trabajan bien, pero otros no tanto”. La labor ha consistido en “sostener a estas personas y procurar el reagrupamiento. Intenté que no fueran a dormir a pabellones, lo que quiero es que las familias les acojan”.

Este sanabrés, que fue guardia civil, luego policía autonómico y ahora policía local destaca “la humanidad, la solidaridad de este pueblo palmero, encomiable. Hay gente que tiene alojadas en casa a diez o doce personas que no conoce de nada, hay como un gran abrazo enorme en esta zona para todos”.

Y curiosamente, “otra de las emociones a tener en cuenta es la vergüenza. Lo has perdido todo y te ves pidiendo limosna; ahí es cuando se derrumba la gente, se viene a que le den unos calcetines o una botella de agua”. Hacen falta cosas materiales, “pero más que nada lo que hace falta es dinero. Me imagino que lo aportaremos todos los españoles que tenemos la obligación de devolverles la casa y la dignidad a estas personas cuando antes. Creo que el Gobierno no se olvide como en otras situaciones. El tema es cuánto va a durar esto y cuánto va a durar la solidaridad, porque los que tenemos unos cuantos números en el DNI sabemos que la memoria es frágil, nos vamos cansando, el cerebro se acostumbra y lo que ahora se ve como una tragedia dentro de cuatro días a lo mejor no tanto”.

De momento el volcán sigue expulsando lava y acercando la tragedia a los habitantes de la isla, sin que los psicólogos sean ajenos: “Llevaba aquí casi desde el principio y pedí que me sacaran, porque la mente es mágica, por ti mismo no te irías y nosotros también caemos. Yo me iba a llorar y tenía un cojín para darle de leches. Tenemos que romper para después recuperarnos”.