“El daño es brutal” vaticina el presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de la provincia de Zamora, Óscar Somoza. “No tenemos cuantificadas las cifras del impacto económico en este momento, pero la estimación es que la bajada ha sido en muchos casos de hasta el 80%. Se ha perdido el verano”.

Remolque de barcas abandonado. | Emilio Fraile

Desde Azehos denuncian el “abuso de posición dominante” de la empresa concesionaria y tachan lo ocurrido de “despropósito”. La asociación se solidariza con los pueblos, ayuntamientos y empresarios de las comarcas afectadas. Además, exigen una “solución definitiva” y un condicionante en la nueva concesión que vincule este tipo de daños colaterales para que no se vuelva a producir una situación así.

El impacto que está dejando la desertización del Esla también es visual. El atractivo de la paisajística que cautivaba a cientos de turistas ha pasado en dos semanas a parecer un “secarral”. En uno de los restaurantes más próximos a la playa fluvial y al puerto deportivo de Ricobayo, María Álvarez, trabajadora de hostelería, asegura que la poca gente que están recibiendo llega allí para ver las piedras y después se marcha. “Antes los bañistas venía a comer o a comprar un helado, ahora nada”.

“Hay gente que está planeando sus vacaciones de otra manera porque aquí no hay agua” lamenta Ana Calvo, miembro de la junta directiva del Club Deportivo Esla. El embalse es un actor fundamental en cuanto a la vida activa del club porque los deportes náuticos son unos de los principales atractivos durante estos meses y, que no haya agua, se traduce en que no hay gente. “Este año hicimos una importante inversión para que puedan atracar tanto motos de agua como barcos a motor. Que el embalse esté vacío ha provocado que la gente se esté llevando sus embarcaciones a otros sitios donde sí hay agua como ocurre en Valparaíso o directamente se van a la costa”.

Un oasis a solo 15 minutos de Zamora que hoy en día parece más un espejismo. Aunque el club sigue sobreviviendo con sus socios y ofreciendo otro tipo de actividades deportivas, el impacto se deja notar en los negocios hosteleros y en la captación de nuevos clientes. “La gente paga unas cuotas por tener la embarcación, si no pueden venir aquí a pasar el día, tampoco se toman unas cañas ni invitan a amigos a comer. Son clientes potenciales que estamos perdiendo porque ahora se van a otros lugares donde sí que hay agua y hacen la vida fuera. Esto nos repercute en cuanto al número de socios nuevos que dejamos de tener. Los dos últimos años veníamos teniendo un histórico de lo que podría decirse que casi un 75 – 80% de las nuevas inscripciones al club eran “socios de barca”. Lo que está pasando repercute en la vida social del club que se queda muerta y ello conlleva que tampoco podamos crear más puestos de trabajo”, explica Calvo.

A pie de playa estaban las barcas de alquiler de José Fraile Martín cuando comenzó la temporada de verano, lo que queda hoy de ellas es solo el recuerdo. “Las vendí. Para tener las barcas, primero se paga un seguro de responsabilidad civil y otro sanitario, la cuota de autónomos y luego a la confederación hidrográfica por cada barca y cada matrícula”, explica el propietario, “esos son los gastos de no estar generando absolutamente nada”.

Fraile también tiene un negocio de vuelo en paramotor y calcula que su actividad se ha reducido en un 60%. Hacía que gente de Valladolid, Salamanca, Palencia o León llegaran hasta Zamora para disfrutar de la experiencia de sobrevolar el embalse de Ricobayo y observar las “magistrales” obras de ingeniería civil, así como la paisajística. “Traerlos aquí es complicado, porque alguien que compra un vuelo en Valladolid prefiere hacerlo allí. Sin embargo, con la historia del paisaje, el viaducto, conseguía que vinieran casi todos”, confiesa.

“Esos daños tienen que recuperarse de alguna manera e Iberdrola tiene que tomar conciencia de que sus beneficios no pueden ser a costa del perjuicio común y sobre todo al de las empresas ubicadas en ese lugar, que son las que menos perjudicadas deberían estar”, concluye Somoza.