Todavía conserva un fotografía suya de niño de unos carnavales en su Villalube natal, donde le pidió a su madre que le confeccionara un disfraz de cura. Juan José Carbajo Cobos reconoce que desde la infancia tenía clara su vocación y este domingo, con solo 26 años, será ordenado nuevo párroco de la diócesis de Zamora, en un solemne acto que tendrá lugar en la Catedral y será dirigido por el obispo, Fernando Valera. Se cumple así su sueño de niñez, para el que se ha formado concienzudamente, estudiando Teología y Derecho Canónico, lo que asegura que le servirá para esta nueva labor profesional al servicio de la Iglesia y de sus feligreses y a la que se enfrenta con todo el optimismo del mundo.

–¿Siempre tuvo clara que su vocación era la de servir a Dios a través del sacerdocio?

–Es verdad que uno normalmente va descubriendo por dónde quiere ir marcando su vida con el paso del tiempo, pero yo, desde muy pequeño, tenía la idea y el deseo de ser cura y comencé participando en las tareas de la parroquia de mi pueblo. De hecho, tengo una anécdota curiosa de unos carnavales en Villalube. Teníamos que elegir un disfraz para ir al colegio y cuando mi madre me preguntó de qué lo quería, yo, sin dudar, le dije que me hiciera un disfraz de cura. Así que tengo una fotografía de muy pequeño vestido de sacerdote. Poco a poco, uno va descubriendo cuál es su camino y yo tuve claro el mío, así que me puse en manos de la Iglesia, que es la que discierne un poco si verdaderamente te considera que es el camino que Dios quiere para ti. Así llegamos a este momento.

–Por el camino se ha ido preparando, estudiando Teología y Derecho Canónico. ¿Qué le van a aportar esos conocimientos para esta nueva labor?

–Toda tarea que uno desarrolle en el mundo necesita unos conocimientos. A un sacerdote lo que se le pide es que sea un hombre de Dios y como tal tiene que conocer el misterio que luego va a predicar, vivir y hablar. La Teología trata de describir al Dios en el que los cristianos creemos para que luego yo, desde lo vivido y aprendido, pueda enseñárselo a la gente. Así que cuanto más esté preparado un cura, mejor será para los feligreses también.

–¿Qué tareas pastorales ha desarrollado hasta ahora en su proceso de formación?

–En los años en los que estuve en el Seminario Mayor del Teologado de Ávila en Salamanca es habitual que se envíe a los alumnos a conocer las diferentes realidades dentro de la diócesis en la que uno está. Yo estuve primero en la zona de Peñausende, luego me fui a Benavente y finalmente en pueblos de la zona de Toro, que es donde ahora mismo estoy. Aparte de conocer esa realidad, un sacerdote conjuga otras tareas en la vida diaria que también forman parte de su quehacer pastoral. En mi caso, debido a mis estudios de Derecho Canónico, estoy metido en el Tribunal de la Diócesis, al que le dedico mucho tiempo.

–Desde el pasado mes de julio es notario del Tribunal Diocesano, ¿cuál es su labor?

–Este tribunal es un organismo importantísimo en materia de justicia. El pueblo de Dios también tiene sus derechos y deberes y este es un lugar donde se intenta hacer justicia. El notario es quien procura que todos los procesos se vayan condiciendo desde que se introduce una causa hasta que se concluya y también dirime conflictos internos entre fieles o entre cofradías, por ejemplo. Mi labor va desde recoger actas hasta redactarlas o encargarse de que los jueces firmen. En definitiva, hacer que el proceso lleve su curso en tiempo y forma, que es también muy importante.

El joven diácono, junto al patio del Seminario Menor de San Atilano Sergio Villar

–¿Cuántas veces le han dicho que si sabía lo que estaba haciendo?

–Más de una. Entiendo que, de entrada, llame la atención que en esta realidad una persona con 26 años se decida por ese camino. Pero la verdad es que he tenido mucha suerte en este sentido, porque desde pequeño lo tenía claro y mis conocidos lo tenían muy asumido, era su amigo el cura. Lo ven normal e incluso alguno está esperando a que me ordenen para que les case. En mi caso, no haber terminando siendo cura sería lo que les habría chocado.

–El apoyo de la familia se presupone, sin dudarlo.

–Por desgracia, ahora tan solo me queda un abuelo, pero los cuatro vivían con mucha ilusión mi vocación. A los mayores todavía les queda ese recuerdo de tener un sacerdote en la familia, que era siempre una gran alegría. Para mí han sido además un apoyo muy grande en mi vocación, en el ánimo y en la oración. De hecho, en la Iglesia siempre decimos que qué será cuando ahora los abuelos, que son los que enseñan la fe y las oraciones a los niños, falten como generación. Va a haber un descabalgamiento muy grande.

–Usted es casi un caso excepcional. ¿A qué cree que se debe la disminución de vocaciones?

–Razones hay varias y una es eminentemente demográfica. Antes las familias tenían muchos más hijos y ahora que no hay niños es un problema en todos los sentidos. También en nuestra sociedad hay una falta de compromiso, por ejemplo en los matrimonios, ya sean canónicos o civiles. Parece que el encontrarse atado a una realidad de por vida es una cosa que choca mucho y ese compromiso es una circunstancia que a la sociedad le cuesta. Pero también parte de culpa tiene la propia Iglesia, no solo la sociedad, y sobre eso también tenemos que reflexionar. Hay que revisarse y ver si en realidad estamos transparentando lo que queremos para atraer a la gente.

–¿Qué se podría hacer?

–Para empezar, que se vea a los curas como una persona, un ser humano. Porque lo es, también compra el pan, echa gasolina y le molesta que suban los impuestos. A veces nos cuesta a nosotros mismos transparentarlo, parece que estemos en una realidad diferente. Pero nos importan los ERE, aunque no nos los hagan. Y te tiene que importar que haya amigos y feligreses que estén afectados por ello, o que se les haya muerto un familiar por el COVID.

–A las puertas de la ceremonia este domingo, ¿qué espera de ese paso al sacerdocio?

–Dentro de las cosas que cambian de lo que un diácono puede realizar como función en la Iglesia, la capital es la celebración de la eucaristía. El cura se configura totalmente con Cristo. La celebración de este domingo propiamente dicha es lo suficientemente expresiva para que aquel que la vea descubra la importancia y el momento. La música, los silencios y los gestos son muy expresivos y te transmiten mucho.

–¿Cuál será su primer destino como párroco?

–Eso aún no se sabe, se tiene que hablar con el obispo, que decidirá según sea lo más necesario y conveniente en este momento para la diócesis.