Primero el cierre abrupto, de un día para otro, por ese terremoto llamado coronavirus que llegó por sorpresa para todos. Para algunos, las réplicas de ese seísmo mundial todavía se dejan sentir. Son muchos los negocios vinculados a la cultura que dan por perdido el año, comenzando por las orquestas y bandas de música que en verano hacen su particular “agosto” con las giras agotadoras por las fiestas de los pueblos. Y con ellos, todos aquellos que se dedican a montar los escenarios y ocuparse del sonido y las luces. Un verano perdido, literalmente, a causa de las restricciones, que han dejado sin verbenas a la provincia y sin el mes más importante de ingresos durante el año para muchos, la mayoría autónomos. Poco a poco, los ayuntamientos iban cancelando las fiestas patronales, obligados por las circunstancias, puesto que era imposible asegurar la distancia social.

Espectadores en un concierto en el mirador del Ramos Carrión. | J. L. F.

Junto a estos trabajadores y artistas itinerantes se vieron también afectados aquellos dueños de bares en Zamora cuyos locales ejercen como salas de conciertos —Avalon, La Cueva del Jazz, Café Numancia...— y que cada fin de semana ofrecen diferentes alternativas de ocio musical. Para ellos se veía tras el verano que no habría alternativa para sus propuestas culturales, por lo que se unieron a la iniciativa Alerta Roja del sector de la industria del espectáculo y los eventos en toda España. Y es que desde marzo, se perdió entre el 60% y el 100% de los ingresos de este sector, según calcularon los propios afectados. La reducción de aforos y horarios y la prohibición de organizar conciertos y espectáculos en el interior de las salas fue la causa de este desastre.

Actuación del magia en el patio del Parador, con aforo limitado. | N. R.

El verano dio un pequeño respiro a algunos, como los organizadores de la programación del Teatro Ramos Carrión, que aprovecharon el mirador detrás del edificio como nuevo escenario al aire libre para organizar una serie de conciertos, aunque solo lo pudiera disfrutar un grupo reducido de personas por las medidas de distancia de seguridad. Era un pequeño soplo de cultura y ocio desde el inicio de la pandemia en marzo. También los bares más afortunados, es decir, con terraza, aprovecharon el buen tiempo para ofrecer conciertos y ayudar también así a los grupos de música, que llegaron a bajar sus caché hasta en un 50% para poder actuar. Pero llegó el frío y con él el silencio en lo que a música en directo se refiere.

Poco a poco, la normalidad se ha querido ir instalado en los últimos meses del año —adaptada a las circunstancias— y algunos valientes no han querido renunciar a organizar nuevas ediciones de festivales ya consolidados, como hicieron Paulino Gil y su equipo con las Jornadas Internacionales de Magia, que celebraron en este 2020 su XXVII edición.

Un momento de la última obra de Joglars, “Señor ruiseñor”, en el Teatro Principal. | Jose Luis Fernández

“Va a ser un reto tanto para la organización como para los artistas, que han adaptado sus espectáculos, y los propios espectadores, pero nos hemos sabido adaptar al medio y la ilusión es importante en la vida, mas aún en estos momentos”, sentenciaba el propio Gil durante la presentación de esta edición, que sumaba más de medio centenar de actividades y 45 actuaciones, adecuando escenarios como el patio del Parador de Turismo o los miradores del Troncoso o el Ramos Carrión.

Por otra parte, el confinamiento también sirvió para que la ciudad se engalanara con nuevos murales repartidos por grandes paredes de diferentes barrios, muchos de ellos convertidos en un sincero homenajes a grandes nombres de la cultura zamorana, como Antonio Pedrero o Ramón Abrantes, que han dado origen a un original itinerario turístico para descubrir la capital de una manera diferente.

El telón del teatro se pudo levantar este otoño y el Principal apostó por una programación de lujo, repitiendo el nivel de convocatorias anteriores. El público —en un aforo reducidísimo— pudo reírse a carcajadas —mascarilla mediante— con el Ciclo de Humor, que volvió a acercar al teatro zamorano a Yllana y Ron Lalá y músicos como Amancio Prada volvieron a pisar el escenario del Principal. También repitieron artistas de la talla de Joglars o Rafael Álvarez El Brujo, todo un lujo para el público zamorano.

Óscar Martín Martínez, durante la creación del mural en recuerdo de Abrantes en San José Obrero. | Nico Rodríguez

Poco tiempo después, la Junta de Castilla y León cambiaba las medidas por el aumento de casos y el toque de queda a las 22.00 horas obligaba a reestructurar los horarios de los espectáculos, cayéndose algunos artistas, como Carlos Núñez.

Más allá de esta situación, siguieron coleando durante este año algunos temas culturales de largo recorrido para la ciudad. Es el caso del museo de Baltasar Lobo, cuyo legado está en camino de convertirse en Bien de Interés Cultural (BIC), lo que otorgaría una mayor protección a la obra del artista de Cerecinos de Campos. Esta medida es aplaudida por todos, no así la sede elegida para el museo, que enfrenta al equipo de Gobierno con la Asociación de Amigos de Baltasar Lobo. Mientras que desde la institución local se apuesta por el edificio del Ayuntamiento Viejo, una vez que se traslade a la Policía Municipal, la agrupación cultural se subraya que este edificio es una sede de superficie “insuficiente” para albergar un Centro de Arte Contemporáneo, al contar “con 800 metros cuadrados, de los 2.500 que debería tener, como mínimo”, calculan desde la asociación.

Pese a una decisión que parece firme por parte del Ayuntamiento, la asociación vuelve a reclamar que las instituciones “inicien un diálogo y acuerden una sede definitiva” para este museo, “acorde a los existentes en otras ciudades dedicados a otros artistas reconocidos”, comparan para dar fuerza a su propuesta.

Las Jornadas Internacionales de Magia supieron adaptarse a las restricciones y el público respondió

El último capítulo de esta trama se descubría hace pocos días, con la invitación del presidente del Consejo Consultivo de Castilla y León, con sede en Zamora, para albergar en el edificio de la plaza de la Catedral la obra del escultor zamorano. Agustín S. de Vega mostraba así su disposición a mantener encuentros con la Fundación Baltasar Lobo para concretar cómo organizar la ubicación.

Más allá de las fronteras de la provincia, Zamora se convirtió en protagonista de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), puesto que en dos de sus secciones de documentales —DOC España y Castilla y León en Largo— se presentaron un par de trabajos que analizaban la obra y la vida, apasionante y desconocida en gran medida, de dos poetas zamoranos de diferentes generaciones, pero igualmente atrayentes, como son León Felipe y Tomás Salvador González, con los trabajos y “El poeta peregrino” y “El tiempo robado”, respectivamente.

Por último, este 2020 también trajo la buena noticia de nuevas y esperadas publicaciones de novelistas zamoranos consagrados a nivel nacional. Así, Félix G. Modroño presentó “La ciudad del alma dormida”, una historia ambientada en el Bilbao de los años 30, mientras que Enrique Llamas sacaba a la luz “Todos estábamos vivos”, con la trama en los comienzos de la movida madrileña. Ambos quisieron presentar y firmar ejemplares de sus nuevas obras en Zamora, todo un detalle muy esperado por sus fieles lectores. Nada mejor que una buena historia para olvidar este fatídico año.