Durante las últimas semanas, Serafín Pazos-Vidal (Redondela, 1977) se está esforzando en transmitir la importancia de la nueva definición de territorio despoblado acordada por la Unión Europea. Él personalmente ha estado plenamente implicado en un acuerdo que abre la puerta a la llegada de más fondos para las zonas demográficamente más castigadas. Ahora bien, este gallego que lleva más de quince años afincado en Bruselas, advierte de la necesidad de activar la palanca desde las administraciones nacionales, autonómicas y locales. Por lo pronto, en los dos últimos meses, ha ejercido como asesor de las diputaciones en la mesa técnica nacional creada desde Zamora.

–¿Qué cambia con la nueva definición de territorio despoblado?

–Básicamente, hasta ahora, los fondos europeos, incluido el Feder, se podían usar para combatir la despoblación, pero no definían lo que era un territorio despoblado, y en muchos casos, si algo no está definido concretamente en la norma, no se aplica. Además, invertir en el reto demográfico no es fácil, es una política compleja, de orfebrería, así que al definir en el reglamento europeo que un territorio despoblado es una provincia, una comarca o un ayuntamiento con una densidad por debajo de 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado o con un descenso interanual del 1% en su población entre 2007 y 2017, y al vincular eso a un programa específico, ya estás marcando el camino. En definitiva, estás activando la palanca legal que te permitirá, a nivel doméstico, hacer planes específicos sin que nadie te pueda decir que eso no se puede hacer. Aporta seguridad jurídica.

–¿Se abre, por tanto, un escenario diferente?

–Ahora depende ya de lo que haga cada país, pero cambia la discusión, porque partimos del concepto marcado por Bruselas. Hay que destacar que esta iniciativa la han movido especialmente los españoles en Europa. Tanto políticos y técnicos como organizaciones han sido españolas, y es porque aquí existe una sensibilidad mayor que en el resto de Europa en relación con este tema. Esta definición es una aportación de España que va a tener repercusiones en toda Europa. Dicho esto, ¿cuál es la dimensión práctica? Al existir un marco de la Unión Europea, ahora hay que darle contenido. Eso depende de la comunidad autónoma, de la Secretaría de Reto Demográfico, del Ministerio de Hacienda... Depende de muchos actores. También intervienen las diputaciones y, en la mesa técnica que se ha formado en los dos últimos meses, hemos abordado una hoja de ruta para elevarla a las instituciones correspondientes. Ahora ya tenemos reconocimiento a nivel europeo y una hoja de ruta en las diputaciones. Tenemos gente de toda España que se ha puesto de acuerdo en un programa básico que se puede desarrollar en los próximos tiempos.

–¿La nueva definición sitúa a una provincia como Zamora en una situación más ventajosa para acceder a fondos europeos?

–Efectivamente. Le estamos dando argumentos a Zamora para hacer una reclamación afinada. No es una cosa de brocha gorda. Ya el hecho de que se denomine a la provincia como territorio de referencia es una cosa que nunca había pasado. Había mucha resistencia por diferentes inercias, pero se ha conseguido, y también se ha admitido el nivel infraprovincial, que es lo más sorprendente. Eso permite que pueda haber proyectos a nivel multiprovincial, de toda la provincia de Zamora o en comarcas concretas con una problemática específica. Esto favorece a Zamora, pero también a otras partes de España. Por ejemplo, la mitad de Guadalajara que está al lado de Madrid es casi como la capital, pero la otra parte tiene unos datos como los de Zamora o peores. Ahora, se podrá actuar en ese territorio con seguridad jurídica, porque está avalado por la Unión Europea. Insisto, ya depende de la capacidad de las instituciones para movilizar recursos en base a sus propuestas.

–¿Será un reparto más justo y más preciso?

–Claro. Y después hay que recordar que gobernar es escoger. Pero vamos a tener una discusión mucho más racional y no se va a tratar la despoblación como un concepto abstracto. Hay un criterio de base a nivel europeo, que tiene asignado un dinero, y ya se puede hablar con los números en la mano. Esto implica cambiar el debate.

–Zamora se presenta en una situación diferente de cara al nuevo marco comunitario. Hay una nueva definición sobre territorios despoblados, existe una mayor atención al reto demográfico e incluso hay una Vicepresidencia en parte dedicada a este problema. ¿Cabe esperar que estemos ante un punto de inflexión?

–Ojalá que sí. Ahora, por lo menos hay unas herramientas que sí lo permiten. Este es el momento, y ya no hay excusas. Hay herramientas, consenso y una ventana de oportunidad. Por eso, es importante que aquellos que están movilizados contra la despoblación hagan oír su voz en este escenario para que, efectivamente, por fin se ataque el reto demográfico de una forma directa y holística, y no con iniciativas individuales que al final no tienen suficiente masa crítica. Eso es algo que también pide la Unión Europea, que las iniciativas tengan masa crítica y continuidad, y no sean simplemente pequeños proyectos que no tienen recorrido más allá de lo meramente concreto.

–¿Hay que trazar una buena estrategia previa?

–Sí, y hay que estudiar las repercusiones de las inversiones. De hecho, la Unión Europea tiene en cuenta los principios de asociación o partenariado y de adicionalidad. Hay que invertir con cabeza y tienen que ser acciones que valgan para un territorio más allá del pequeño proyecto en sí. Por ejemplo, como hemos hablado en las jornadas que hemos tenido con las diputaciones, la prestación de servicios compartidos, administración digital, banda ancha... Todas esas acciones son colaborativas y, por una limitada cantidad de dinero, permiten dar servicio a toda una variedad de pueblos que, con pequeños proyectos, no lo tendrían.

–¿La estructura de las diputaciones está preparada para gestionar los fondos como reclaman?

–Las diputaciones ya tienen un servicio que se dedica a la gestión de fondos europeos y a proyectos en general. Por tanto, la base la tienen, y también la continuidad institucional y administrativa que les permite desarrollar este tipo de trabajos. Obviamente, lo que tendrán que hacer ahora, como así hemos acordado, es pedir más recursos. El Gobierno está preparando un Real Decreto Ley para permitir a las administraciones públicas aumentar personas y recursos para gestionar estos fondos. Es algo que también está pidiendo la Unión Europea, porque, muchas veces, el problema en España es la falta de capacidad administrativa. Eso limita la gestión de fondos, pero también la provisión de servicios públicos. El llamado plan España Puede va a hacer bastante énfasis en esto. En este punto, también quiero destacar lo de las llamadas oficinas contra la despoblación, que deberían residenciarse en las diputaciones para que puedan ser más operativas y puedan tener una pervivencia en el tiempo.

–Comenta que, en el resto de Europa, no hay tanta sensibilización con el reto demográfico, pero el problema está ahí y no es solo de España.

–Es un problema europeo y hay consciencia de él, pero no en todos los lugares se le da la misma importancia. Ahora, en España hay cinco o seis asuntos de interés y el reto demográfico es uno de ellos. En otros países que tienen datos aun peores que España, como en los países bálticos, donde hay descensos del 20 o el 25% de la población en algunas comarcas, o en el interior de Rumanía o de Bulgaria, aún están en esa fase del desarrollismo de hacer grandes infraestructuras en las capitales y en el resto... pues bueno. Entonces, esto no se concibe como un problema, pero lo cierto es que esta iniciativa va a beneficiar a otras partes de Europa que podrán gestionar bien su propio dinero. No es que vayan a recibir más, sino que se va a gestionar mejor de cara a los territorios que tienen delante el reto demográfico. Si la Unión Europea no le dice a Bulgaria que tiene un fondo para atajar esta cuestión, ese país no va a abordar el asunto. También en España se ha tardado mucho en ser consciente de esto.

–¿Europa tiene que ser la solución principal?

–No, Europa siempre tiene que ser palanca. Lo que hacen los fondos estructurales es dinamizar y a ayudar en estrategias que tienen que partir del territorio. Obviamente, no deberíamos estar hablando tanto de fondos europeos y sí más de políticas domésticas, porque a veces lo fiamos todo a la Unión Europea, que puede ayudar, pero lo fundamental son las políticas en España. En la mesa de las diputaciones hemos hablado del fondo Feder, pero también del llamado plan España Puede, porque habla mucho de cambios de paradigma y reformas estructurales. Por ejemplo, en Francia, se ha incentivado que no todas las empresas vayan a la capital, y esa es una decisión del país. Es decir, la UE puede aportar financiación, pero muchas decisiones tienen que tomarse en España . En concreto, dejar claro qué país quieres tener y dónde quieres que viva la gente.

–Es decir, ¿si no hay una voluntad descentralizadora por parte de España, Europa no va a poder cambiar esa tendencia?

–No, por supuesto que no. Ahora, la gran ventaja con respecto a otras épocas es que va a haber recursos y que hay una consciencia a todos los niveles. Este es el momento y hay que aprovecharlo, porque esta alineación de astros de que haya dinero, interés y agenda, en la realidad pasa muy poco y tiende a desaparecer muy rápido. Hay que coger el toro por los cuernos e intentar cambiar la tendencia ahora. Si no, lo más probable es que esto se acabe disipando, como todo en la vida.

–¿Todavía no es tarde para provincias como Zamora?

–No es tarde, pero tampoco podemos aspirar a que territorios como estos estén de repente como hace 70 años, porque ha pasado mucho tiempo. Habrá zonas que se recuperen mejor que otras y algunas no serán capaces de renovar población, porque la gente es muy mayor, pero pueden convertirse en territorios que atraigan habitantes. Hay que pensar que Zamora tampoco es una provincia remota en medio de los Cárpatos rumanos. Es decir, tiene también ventajas. La cercanía con Madrid puede ser una desventaja en la medida de que puede absorber demasiado, pero también te sitúa uno de los aeropuertos más grandes del mundo a poco más de dos horas de la capital provincial. Eso significa que una empresa internacional puede volar y mandar mercancías a Zamora. Quiero decir que aún hay tiempo y es posible, pero hay que definir qué tipo de territorio quieres tener y cómo quieres que lo pueda habitar la gente.

–Zamora tiene otra particularidad, que es la zona de frontera. ¿Hasta qué punto pueden ser beneficiosos para la provincia los acuerdos con Portugal para desarrollar las comarcas de La Raya?

–Es una noticia muy positiva que la secretaría de Reto Demográfico se haya implicado en el programa Interreg. Normalmente, las propuestas para acceder a estos fondos las suelen hacer los dos gobiernos, y que haya participado esa Secretaría es positivo. Hay partes del territorio que se pueden gestionar mejor con servicios compartidos a un lado y otro, y reducir el efecto que genera la frontera. La separación entre España y Portugal es una de las más antiguas del mundo, y no es casualidad que sea una de las zonas donde hay más problemas demográficos en Europa. Ahora, a diferencia de otros programas Interreg, este sí va a tener una prioridad demográfica clara. Es una gran oportunidad.

–Muchas de las fronteras de Europa son lugares ricos gracias al intercambio que se produce entre los países. ¿Por qué no es así en el caso de España y Portugal?

–La frontera entre España y Portugal ha sido una de las más cerradas de Europa. Yo vivo en Bruselas, y por tanto en el Benelux, y las fronteras aquí son tan ridículas como que hay casas que tienen el garaje en un país y la entrada en otro. Es decir, que son fronteras mucho más permeables. La Raya entre España y Portugal ha sido una frontera bélica, con cañones apuntando de un lado a otro. El primer telón de acero no fue entre la parte occidental y la soviética, sino el telón de acero fronterizo entre España y Portugal, dos grandes potencias que se miraban de reojo. Por tanto, el efecto frontera aquí se nota más y eso ha llevado a que la población de esos territorios siempre se haya visto como el final del país y no como el principio de algo.

–¿Esto no ha cambiado?

–No ha sido una zona real de intercambio hasta la entrada en el mercado común. España ha sido de las zonas con más efecto frontera, y hay condicionantes estructurales que afectan. Por lo menos, ahora hay consciencia de que esto es un problema. Ya no se ve como algo inevitable eso de que se vacíen los pueblos, porque además también se están vaciando ciudades como Zamora que no deberían hacerlo. La población joven y activa se concentra en las ciudades muy grandes, pero ahora hay espacio para crear dinámicas del territorio diferentes. En España hemos estado demasiado tiempo en el fatalismo y no tiene que ser así.