“¿Sabes lo que es la expresión “cagarte de miedo” literal? Tal cual, me ha pasado”. Abel (nombre supuesto), un joven zamorano de 36 años, vio tantas veces las marcas que su padre dejaba en el cuerpo de su madre como tantas veces observó cómo cogía el maquillaje. “Es que es tal cual lo ves en la tele: se echaba polvos para tapar los moretones y se iba a trabajar”. Y el hombre de la casa, como si nada hubiera pasado, ni los “puñetazos, ni las bofetadas a mano abierta, ni las patadas”, nada.

Sobrecoge escuchar cómo, siendo un niño de dos o tres años, “me cogía por el pecho y me lanzaba contra la pared, el suelo…, donde cayera”. Entonces, llegaban “las patadas y más golpes”. Llegó a cojear tras una de esas palizas. Las agresiones se sucedieron hasta que se fue de casa, ya con 18 años.

“Me obsesiona reproducir la conducta y le digo a mi mujer: si me paso, córtame”

Aquel niño que creció “muerto de miedo” no podía defenderse. Ni a su madre, que “se metía por el medio y cobraba también”. Infinitas veces “creí que él mataría a mi madre”. Y es que, con el tiempo, no hace tanto, supo que “la ha intentado estrangular en su dormitorio”. Abel no pronuncia la palabra padre durante la entrevista. Cuando habla con su pareja sobre la familia, “de su familia, le digo que yo no tengo ese sentimiento de querer al padre”. La agresividad siempre estuvo presente en su vida, “una vez rompió la puerta de un puñetazo. ¡Es aterrador! Me acuerdo de no querer que ningún amigo viniera a casa para que no viera voces ni nada violento”.

Mantiene nítidamente sus sensaciones cuando vio la película de “El Bola”, la escena en la que el protagonista desea la muerte a su padre, “le decía “ojalá te mates” o algo así. A mí me impactó porque yo pensaba lo mismo, “a ver si te pasa algo y desapareces” cuando le veía salir” de casa para ir con sus amigos. “Era mi madre la que curraba”. Ahora, el dinero, “lo manejaba él y le daba lo justo para comer” vivíamos con poco más de 12.000 euros.

“Me impactó El Bola, cuando le dice a su padre lo que yo pensaba: Ojalá te mueras”

Con siete años, cuando nació su hermana, “creí que cambiaría, que quizás el problema era yo porque no quiso tenerme”. Su madre se quedó embarazada antes de casarse, “ahora llegaba una hija deseada, a lo mejor se calmaba”. Se equivocó absolutamente. Fue mucho peor porque la niña sufrió las mismas palizas, “Mi hermana lloraba mucho siendo bebé y él se ponía fatal. Le he visto cogerla, zarandearla en brazos y pegarle en el pañal, pero con fuerza”. Más adelante, la violencia fue a más, aunque nada que Abel no hubiera sufrido antes, “veía con horror cómo la levantaba en el aire y la tiraba. Vivimos de milagro, él tiene mucha fuerza”. Los insultos y las palizas que el pequeño ya había “normalizado” no cesaron. Su instinto protector se amplificó: la pequeña dormía con él en la cama y procuraba tenerla tranquila. Cuando su madre se iba a trabajar, “yo la cuidaba, la cambiaba los pañales y todo”. No había alcanzado la mayoría de edad cuando tuvo que empezar a trabajar, no consiguió convencer a la madre para que se separara, para salir de esa casa, “yo creo que ella sentía vergüenza de que lo supieran la familia, los amigos, los vecinos”. Y, sobre todo, pesaba la baja autoestima, “¿a dónde vas a ir tú?, no vales para nada, ni para la cama”. La retahíla, las humillaciones constantes, habían calado hondo. Y eso a pesar de que en la casa solo entró el sueldo de su madre, limpiando casas, durante años. Nunca pudo buscar trabajo, aunque ella tiene un nivel de estudios medio, porque “él no quería que trabajara en una empresa, así la controlaba mejor, la mantenía aislada de otras personas”. Cuando Abel se independizó, “llamaba continuamente a mi madre, por la mañana, a mediodía, por la tarde, por la noche para saber que estaba viva, sobre todo al final”. Recuerda los “ataques de ansiedad del fin de semana, pensaba “están solos y y nadie la protege”, y tenía que ir a verla”. Abel ya es padre y “tengo miedo a reproducir esa violencia. A mi mujer le advierto “tú dime si me paso”. Me obsesiona la idea”.

“Vi con horror cómo azotaba a mi hermana siendo una bebé porque lloraba”

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ABEL SE PUDO ENFRENTAR YA DE MAYOR A SU PADRE: “NO VUELVAS A TOCAR A MI MADRE EN TU PUTA VIDA”

Abel se enfrentó a su padre ya de mayor, apenas con veinte años y poco antes de irme de casa. Ese día la emprendió con la hermana, él había salido de casa. Pero tuvo que volver rápidamente. “Cuando llegué me encontré a mi hermana llorando y él seguía detrás de ella, ya la había pegado e intentó hacerlo de nuevo delante de mí”. La madre “trató de pararle, se metió por el medio y él la tiró al suelo”. Abel no sabe de dónde le salió ni la fuerza, “le metí un empujón que yo mismo dije “¡joder, cómo he podido moverlo así!” porque es más corpulento que yo. Y le dije: “No vuelvas a tocar a mi madre en tu puta vida”. Él se quedó blanco, no se lo esperaba”. La Policía Nacional fue a la casa, pero no denunciaron. Hubo otro episodio similar antes de que se produjera el divorcio, que lo inició el padre porque comenzó otra relación sentimental. “Yo le he dicho mil veces a mi madre que le hizo un favor”. Ahora vive tranquila, aunque tuvo que luchar para que el padre no le dejara en la calle y con una mano atrás y otra delante. La familia materna no supo nada hasta que se iniciaron los trámites del divorcio, que mantuvo a la pareja viviendo junta un tiempo porque “la ley no te permite irte sin perder derechos, aunque haya habido maltrato. Eso tiene que cambiar”, manifiesta el joven zamorano de 36 años, hijo de un maltratador. Sigue pendiente de su madre, Zamora es pequeña. Aunque confía en que la dejará en paz ahora que tiene otra pareja desde hace unos meses, el miedo siempre está presente porque “tiene todos los requisitos de un maltratador”. Y como en todos los casos, “las discusiones empezaban por cualquier cosa que no le gustara, desde un programa en la tele a la comida”. La violencia llegó a tal nivel que “nos cortaba el agua caliente cuando se iba, se llevaba la llave del armario donde teníamos el calentador. Nos hemos llegado a duchar con agua fría en pleno invierno”. Durante años, no tuvieron ninguna relación. Como ahora, que parece haberse esfumado.