Cerca de un siglo sin perder la sonrisa y con una humanidad que atrajo a todo el que se le acercaba. Así era sor Caridad Megía —conocida familiarmente como sor Cari— quien ha fallecido a los 95 años tras una vida dedicada al prójimo, camino que decidió seguir en su Valdepeñas natal, cuando escuchó a un misionero que le habló de la bondad de Dios. Ella también quería transmitir ese mensaje y se unió en 1949 a la orden de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Un camino que le llevó a recorrer diferentes ciudades como Madrid, Cádiz o las localidades cacereñas de Montehermoso o la comarca de Las Hurdes. Incluso ya con 80 años hizo la maleta para ir con otra compañera a Argentina, “para ayudar a los pobres, porque es mi deber”, aseguraba en aquella época. De allí se trajo una lección tras convivir con la gente de Formosa. “Hay que aprender a disfrutar con lo poco que se tenga”.

A pesar de ese viaje de misión, su último destino fue Zamora, donde vivió durante cerca de treinta años. En seguida se integró en su nuevo hogar dando clase de confirmación en la parroquia de San Lázaro, donde colaboró mucho tiempo. En su comunidad no paró de participar, aunque fuera atendiendo en la portería o haciendo pequeños recados. Siempre activa y entregada a los demás, su labor será muy recordada por todos a los que dedicó su sonrisa.