Un artesano equivocado de tiempo. Seguro que a Francisco Moldón, natural de Ferreras de Arriba, le habría gustado nacer en los siglos XI y XII, cuando el primer arte internacional estaba en todo su apogeo. Pero sus padres lo alumbraron ya en el XX, y tuvo que conformarse con reproducir vírgenes y crucificados románicos como si no hubiera pasado un milenio. En su taller de Ferreras, desde hace más de dos décadas, se cita con los materiales de la zona -como los antiguos- y obtiene sorprendentes imágenes que se hacen hueco en un pequeño espacio de trabajo, tan caótico como mágico.

Su dedicación no es un hobby ni una casualidad, sino una pasión. En 1971 marchó a Barcelona, donde trabajó en un supermercado antes de cursar la FPA (antigua Formación Profesional) en carpintería y ebanistería. “Los catalanes me trataron muy bien, aprendí mucho con ellos”, reconoce. Moldón hizo el número uno de su clase en dibujo y fue segundo de toda la clase en el periodo formativo, lo que le habilitó un trabajo en prácticas en una fábrica. Allí, ayudaba a fabricar muebles de los que, por entonces, recubrían televisiones y radios. Aún conserva algún modelo de la época en su taller a modo de homenaje.

Una de las imágenes del taller de Francisco Moldón. Emilio Fraile

El ascenso profesional, para dejar atrás la etapa de correturnos no acabó de llegar, pero sí el servicio militar. Finalizada la mili, Francisco no volvió a entrar en contacto con la madera hasta que los años noventa, cuando la Escuela de Arte de Zamora estaba en sus albores. La mejor noticia de entonces fue ponerse a las órdenes de su profesor, un joven Ricardo Flecha, y del resto de maestros de las artes zamoranas, Antonio Pedrero o Alfonso Bartolomé.

En las instalaciones del Castillo, Moldón demostró sus ganas de aprender talla y escultura. Modelaje, fragua y dibujo también. Sobre todo el técnico, que ya se traía dominado de Barcelona. Menos el artístico, que “me costaba más”. Así que el artesano de Ferreras de Arriba pasó por todos los cursos hasta cerrar el círculo doce años más tarde.

Para entonces, ya se había hecho con una casa de pueblo donde practicar a gustos sus habilidades. Comenzó a realizar tallas y reproducciones románicas en 1997 y su taller ahora parece la guarida de un anticuario. Francisco Moldón tiene su propio librillo, con el que realiza sus figuras favoritas, vírgenes sedentes y crucificados, “con los ojos cerrados “porque me gustan, si tuviera que tallar el escudo de un equipo de fútbol tendría que dibujarlo y me costaría más”.

Un crucificado realizado por Francisco Moldón. Emilio Fraile

Entretanto, mientras engordaba su original colección, obtenía en Valladolid el carné de artesano. En el Centro de Artesanía colaboró con la Junta en cursos de diferentes disciplinas, como la escultura, el marmoleado o la ejecución de un meritorio mural exterior. Pero lo suyo era y es el románico. Quizá también por ser de Zamora y poder disfrutar cada día de la mayor concentración urbana del mundo. Junto a Ricardo Flecha ha compartido su pasión por la Edad Media, una suerte en la que el escultor zamorano es un consumado maestro. Incluso llegaron a colaborar en la ejecución y restauración de algunas mesas para la Semana Santa.

Y ahora, de vez en cuando, se reengancha a la rutina. Con Radio María en el aparato del taller, Francisco recoge maderas de la zona para tallar figuras “como lo hacían los antiguos” y prepara moldes para los trabajos de escayola, que fraguan “lo que tardo en rezar un padrenuestro”.

Francisco Moldón modela una de las tallas. Emilio Fraile

La suya es una convicción también un tanto espiritual. En sus años de niñez en Ferreras pudo cambiar su destino, cuando los frailes fueron a buscar a jóvenes para que se convirtiesen en dominicos. Pero el joven tenía que llevarse bastantes más cosas de las que había en casa y su padre optó por frenar la marcha. “Mi padre dijo que no y el padre Carro nunca volvió a por mí”, confiesa. Así y todo, a Francisco Moldón le hubiera gustado ser misionero, “saber lo que era aquello”. Pero no ha conseguido escaso botín en su vida: transformarse en un artesano de la Edad Media, de otro siglo, de esos que rehusaban firmar auténticas obras maestras.

Francisco Moldón. Emilio Fraile