La Catedral, auténtica casa del coro Jerónimo Aguado. | Emilio Fraile

Actuación en la iglesia de Santiago del Burgo. | J. de la Fuente

“Cuando alguien quiere hacer en su vida algún tipo de celebración especial siempre se acuerdan de la música. Al final la música es importante, y en una celebración litúrgica es fundamental”. Lo dice Pablo Durán, el director del Coro Sacro “Jerónimo Aguado” que acaba de cumplir los 40 años con el mismo espíritu con el que nació, con mucho prestigio acumulado y también, por qué no, con mayor edad entre sus miembros que los que componían las voces en los momentos iniciales.

Hablar del Coro Sacro es hacerlo de una figura fundamental, su fundador Jerónimo Aguado. Don Jerónimo Aguado, un sacerdote nacido en Arquillinos el 4 de diciembre de 1921 y del que el año que viene se cumplen, precisamente los cien años de su nacimiento.

“Fue niño cantor en la Catedral, vinculado a los maestros de capilla de la Seo, discípulo Gaspar de Arabaolaza, del que tenía una admiración tremenda”, dice Pablo Durán. Era “un sencillo sacerdote de Zamora”, adscrito a San Vicente, vinculado al Seminario, profesor de religión y de música en el instituto María de Molina, que fue también capellán de varias cofradías de Semana Santa. “Era organista y compuso algunas obras”

“En el año 1953 la Hermandad de Jesús Yacente decide que la procesión hay que cerrarla de una manera solemne, que llegar a Viriato y luego meterse en la iglesia no les acaba de convencer”. Y los directivos de la hermandad le encargan a don Jerónimo “buscar una obra para cerrar la procesión de una manera más especial. Él rescata una obra del padre Alcácer, un compositor de Valencia que tenía muchísima obra coral que circulaba mucho en los seminarios por aquella época y coge ese Miserere. A raíz de ahí lo canta la Scola Cantorum del Seminario, agrupaciones que vienen de fuera…De 1953 al 1978 digamos que el Miserere se canta pero no por un coro estable, sino que lo van cantando diversas formaciones”.

Es a partir del 1978 cuando se crea un coro estable para cantar el Miserere y dos años más tarde, el 10 de octubre de 1980, se constituyó como Coro Sacro Zamora, incorporando a las voces femeninas. A partir de ahí comienza una larga y extensa carrera musical que canta en las celebraciones litúrgicas de la Catedral, ofrece conciertos en templos y otros muchos lugares, se asocia en la Federación Nacional e Internacional de Pueri cantones, acude a congresos internacionales en Roma, Bruselas, Barcelona o Maastricht (antes de que tal pueblo se hiciera famoso por el tratado europeo), está en la Federación Coral de Castilla y León y ha ofrecido actuaciones a lo largo y ancho de la provincia. “Por el coro habrán pasado más de mil personas, cuatro generaciones” en una formación que ha acogido sagas enteras de familias y amigos.

Durante 22 años lo dirigió Jerónimo Aguado, en la última época acompañado del que sería su sucesor poco antes de su fallecimiento en 2003, el propio Pablo Durán que desde muy joven se había integrado en el coro donde ya cantaba su madre. “Al principio no cantaba, porque no me había acabado de cambiar la voz” y llegó a hacer de abanderado de la formación. Cogió el testigo y además de los autores de la Catedral, los maestres de capilla que había rescatado Jerónimo Aguado, como el propio Gaspar de Arabaolaza o Juan García de Salazar, Durán incorporó también “otro tipo de música”, siempre música litúrgica, pero de compositores más modernos, como Marco Frisina. “Hemos abierto el abanico, no nos asusta meternos en otros terrenos”.

Los tiempos han ido cambiando también en la composición del coro, inicialmente compuesto por entre 80 y 90 personas, “gente muy joven” y hoy por 40 miembros “con una edad más envejecida, porque encontrar a gente joven que se comprometa con este tipo de música es mucho más complicado cuarenta años después, pero bueno, todo cambia en la vida”

Durán reconoce que no es fácil para un coro sobrevivir con la pandemia, dadas las dificultades para ensayar y la práctica imposibilidad de actuar, pero es consciente de que hay que hacer lo posible por mantener el grupo unido en torno a la música.