La reina doña Sofía recibió ayer el calor popular de centenares de fieles que la han acogido con vítores y aplausos a su llegada a la basílica madrileña de Jesús de Medinaceli, donde un año más ha cumplido con la tradición de la Familia Real de venerar la imagen del Cristo el primer viernes de marzo.

Hacía seis años que doña Sofía no acudía a este templo para besar el pie al Cristo, con fama de milagroso en la capital y que congrega verdaderas multitudes de devotos a los que no importa pasar horas, e incluso días, haciendo cola para orar ante él y hacerle peticiones.

Pero la cola de ayer tuvo que interrumpirse para facilitar la llegada de la reina, precedida de un importante dispositivo de seguridad, con un entramado de vallas metálicas a las puertas de la parroquia y en las calles aledañas para canalizar a cientos de fieles y curiosos, sobre todo mujeres.

Ya antes de que su coche oficial llegara a la basílica, doña Sofía bajó la ventanilla del vehículo para saludar a las numerosas personas que esperaban turno a las puertas del templo y que no paraban de aplaudir. Tras descender del automóvil, la reina saludó con la mano a los devotos que la vitoreaban desde ambos lados de la calle. La recibieron representantes de la orden de los frailes capuchinos, que custodian la imagen de Jesús Nazareno desde 1895, encabezados por el padre Benjamín Echeverría, provincial de los Capuchinos en España.

Ha posado junto a ellos a la entrada de la basílica, en cuyo interior también ha recibido el calor de muchos fieles a los que ha ido saludando conforme avanzaba al altar mayor, donde está el Cristo, tallado en la primera mitad del siglo XVII por encargo del duque de Medinaceli.

Tras cumplir con la tradición y besar el pie de la imagen, doña Sofía ha conversado, ya en la sacristía, con cofrades y los frailes capuchinos, para después abandonar la iglesia.

A su salida se han repetido las aclamaciones y los vítores, confundidas con las voces de un grupo de trabajadores de Orizonia, el operador turístico en preconcurso de acreedores.

La costumbre de que un miembro de la Familia Real acuda todos los años a venerar el Cristo data de finales del siglo XVII, cuando la imagen fue recuperada a los musulmanes, precisamente un viernes de Cuaresma del año 1682. El año pasado fue la infanta Elena la encargada de mantener la tradición de la Familia Real.

El rey don Juan Carlos fue atendido el miércoles pasado en el hospital madrileño USP San José por el traumatólogo Ángel Villamor para solventar una luxación en la cadera izquierda, donde le había sido implantada una prótesis hace tres meses, que se resolvió en menos de una hora sin necesidad de cirugía con un simple movimiento de encaje bajo anestesia local. Fuentes de la Casa del Rey han explicado a Efe que don Juan Carlos acudió al centro porque se sintió incómodo y los médicos comprobaron que sufría una «ligera luxación» en la cadera donde había sido intervenido el 23 de noviembre. El monarca abandonó el centro médico para regresar a la Zarzuela una hora después de haber llegado.