LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA inicia hoy, Viernes de Dolores, la colección "Memoria, identidad", que reúne nueve láminas más una carpeta para su archivo, de fotografías de Ángel Quintas sobre la Semana Santa de Zamora y Bercianos. Se trata de una selección de la obra del que está considerado como uno de los mejores fotógrafos castellanoleoneses del siglo XX que muestra la celebración en su estado más puro, el que ofrece los retratos de las gentes que poblaban aceras y procesiones durante las décadas de los 50, 60 y 70, que concentran la época de mayor producción del artista.

El traslado del Nazareno de San Frontis, rodeado de los vecinos del barrio de la margen izquierda, abre una colección representativa del concepto creativo de Ángel Quintas: los claroscuros y los originales encuadres como la imagen de la Virgen de la Esperanza saliendo de Cabañales, enmarcada por los carros de unas tierras ajenas a la modernidad, que miran hacia la ciudad amurallada que, durante los días de la Pasión, se convierte en el magno escenario para una puesta en escena única. Pero la fotografía de Quintas va más allá del mero concepto estético, aborda, a través de su inseparable Linhoff, el retrato de una sociedad en blanco y negro, como sus fotos, con imágenes como la del policía cuadrándose ante un paso de la Vera Cruz, rodeado de niños que, al intentar protegerse la vista del sol de Jueves Santo, dan la sensación de imitar el saludo militar en una Zamora que asumía con naturalidad la vida impuesta por el Nacionalcatolicismo que imperaba en aquella época de penumbra.

En su búsqueda constante del genio creativo, Quintas, que siempre soñó con ser pintor, nunca escatimó en recursos y técnicas. Algunos de sus experimentos se convirtieron pronto en todo un clásico para procesiones señeras como el Yacente o las Capas Pardas. De la Hermandad de Penitencia se recoge también en la colección una imagen que fue rechazada en su día como cartel anunciador de Semana Santa. La instantánea recoge el paso del Cristo del Amparo sobre las andas de los hermanos de espaldas y a los responsables de la Junta de Cofradías no le gustó que el rostro del Crucificado permaneciera oculto tras la cruz. Sin embargo, tanto la técnica, con la cámara fija y alargando el tiempo de exposición, como el encuadre, serían luego repetidos por otros fotógrafos. Los rostros conocidos como el de Atilano, el Merlú, apostado en la Plaza Mayor al regreso de la procesión de La Mañana, paisajes ya desaparecidos como el humilladero de las Tres Cruces aún sin fagocitar por las modernas construcciones que la rodean o la desaparecida capilla de San Miguel adosada a la portada occidental de San Juan, de donde salía la Vera Cruz, con las mujeres iluminando con velas el grupo de La Flagelación, el popular "Calvito", evocan un componente siempre presente en el arraigo de una tradición, la nostalgia, pero sin perder de vista esa visión documental que impregna cualquier negativo firmado por Quintas.

No son demasiadas las fotos que se conservan de Ángel Quintas relacionadas con la Semana Santa zamorana, porque su admiración por la Pasión poco tenía que ver con la devoción religiosa o un arraigo especial hacia la celebración. Le interesaba, sobre todo, ese aspecto que podría considerarse de cariz etnográfico con el que consigue arrancar las más bellas estampas de la Semana Santa de Bercianos de Aliste. Hasta que su cámara no dio a conocer el lúgubre desfile de amortajados, la celebración alistana era una absoluta desconocida para el mundo. A su siempre certero objetivo le debemos imágenes tan elocuentes como la del anciano ataviado con la capa de chivas, como vestimenta de gala, a la espera de la ceremonia del desenclave el Viernes Santo, que ilustra la carpeta en la que se podrán archivar imágenes que son, como la propia Semana Santa, memoria e identidad de un pueblo. "Memoria, identidad" es una edición limitada que ningún zamorano debe perderse.