Carmen Giménez (Casablanca, 1943), conservadora de arte del siglo XX del Museo Guggenheim de Nueva York, figura imprescindible en la creación de museos españoles como el Reina Sofía, el Guggenheim de Bilbao o el Picasso de Málaga, artista este último en el que es destacada especialista mundial, es un nombre esencial en el arte contemporáneo actual. Académica de Bellas Artes, vive entre Nueva York y Madrid - "me gusta vivir en España", dice- y tiene una agenda cargada de proyectos.

-¿Qué exposición está preparando?

-Una sobre Calder, "Lightness" ("Ligereza"), para la Fundación Pulitzer de Arte, en Saint Louis (EE UU). Es una exposición maravillosa con unas 19 piezas móviles de Calder.

-¿Le queda alguna por hacer sobre Picasso?

-Muchísimas. Ahora preparo otra, "La línea", para The Menil Collection de Houston, un museo estupendo. Es una exposición más íntima a través del dibujo, sobre la importancia que tiene la línea en el dibujo de Picasso, desde el principio hasta el final. De Picasso todavía se pueden hacer muchísimas exposiciones. Acabo de estar en casa de una coleccionista en Saint Louis, con unos "Picassos" maravillosos. Sentí una emoción fuertísima. Picasso es el gran pintor, escultor y dibujante del siglo XX.

-¿Qué le ha parecido la remodelación de su museo de París?

-Me ha gustado muchísimo, su apertura fue una alegría después de cinco años cerrado, aunque tal vez se les queda un poco pequeño. La escultura necesita espacio y todas las esculturas importantes de Picasso están allí. Me gustó la presentación.

-¿Qué rasgos destacaría de su personalidad humana?

-Era un hombre de gran personalidad y de enorme generosidad con sus amigos, poetas, escritores, también artistas; lo fue también con todos los españoles que estaban en París.

-Parecía tener una gran incapacidad para ser buen compañero de sus mujeres.

-Yo no diría incapacidad, era un hombre a quien le gustaban las mujeres y se quedaba con cada una de ellas bastantes años. Era humano y además muy real, siempre lo hacía de manera clara, de frente.

-¿Qué le parece el retrato de la Familia Real de Antonio López?

-Todavía no lo he visto y es imposible dar una opinión sin verlo. A Antonio López le tengo mucho cariño.

-Es patrona del Museo del Prado y estuvo en los orígenes del Reina Sofía. ¿Cómo ve a esos dos museos nacionales?

-El Museo del Prado es maravilloso y al Reina Sofía le tengo especial cariño. Creo que los dos funcionan muy bien y la clave es que tienen dos grandes directores y lo hacen muy bien. Hay estabilidad, es muy importante que los directores se queden un tiempo para consolidar su proyecto. Ahora, ambos exhiben la colección del Kunstmuseum de Basilea; en el Prado, diez obras de Picasso dialogando con Tintoretto con Tiziano... En el Reina Sofía, obras de Rotko, de Newman, es una gran colección que el museo ha cedido sin cobrar un duro.

-Dígame tres o cuatro nombres de artistas españoles de indiscutible relieve internacional.

-Juan Muñoz, Miquel Barceló, Cristina Iglesias y José María Sicilia, en este último caso es casi más conocido fuera que dentro.

- "El jardín de las delicias" y "La mesa de los siete pecados capitales", del Bosco; "El descendimiento de la cruz", de Van der Weyden, y "El lavatorio", de Tintoretto, deben quedarse en el Museo del Prado o ser devueltos a Patrimonio Nacional?

-Me parece tremenda la polémica, la están llevando al límite, y es incomprensible. Son obras que llevan 34 años en el Museo del Prado y que la gente viene a ver al Prado y no a Patrimonio Nacional, son obras imprescindibles en el Prado. Al final son luchas personales que nada tienen que ver con el arte.

-¿De dónde saca tanta energía?

-Me gusta lo que hago, mi vida es mi trabajo, eso me motiva, siempre lucho por lo que pienso que es lo mejor y sigo teniendo muchas ideas.