Más de 16.000 personas habían pasado a las ocho de la tarde de ayer por el Palacio de la Alfajería, sede de las Cortes de Aragón, para rendir tributo a José Antonio Labordeta, que falleció de madrugada, a los 75 años, tras una larga enfermedad. A Labordeta —poeta, político y, sobre todo, cantautor— le fue diagnosticado un cáncer de próstata en 2006, cuando aún era diputado en el Congreso por la Chunta Aragonesista, de la que fue el primer representante en las Cortes.

En la Cámara baja estuvo desde 2000 hasta 2008, y si algo se recordaba ayer de su paso por el Congreso era su socarronería, porque el sentido del humor no abunda en el Hemiciclo. Así, en su última intervención en el Pleno, a finales de 2007, se despidió del entonces presidente de la Cámara, Manuel Marín, en nombre del «difunto señor Sagaseta», un diputado canario de la primera legislatura con quien Marín, sin querer, solía confundirlo.

Con buen humor también se despidió de los periodistas, que le dieron el premio al mejor orador de aquel año y para los que cantó el final de una jota que decía: «...aquí se quedan los guapos / y nos marchamos los buenos». Letra que ahora podría ser un buen epitafio.

De entre sus canciones, ninguna probablemente es más conocida que «Canto a la libertad», considerado extraoficialmente el himno de Aragón y que ayer entonó Tomás Gómez en un mitin para rendir el postrer homenaje al cantautor.

El Ayuntamiento de Zaragoza, donde había nacido en 1935, decretó tres días de luto oficial y el Gobierno de Aragón le concedió su máxima distinción. Innumerables políticos reconocieron ayer sus méritos, entre ellos Zapatero y Rajoy, y el Rey lamentó la muerte de «un gran amigo» y «un gran patriota». Aunque hubiera sido republicano y «anarco-burgués» toda la vida.