Como Silvio Berlusconi es un hombre del espectáculo calificó correctamente la caravana y las actuaciones del líder libio Muamar el Gadafi en Roma, donde hizo un viaje de Estado, o sea, de negocios. «Puro folclore», dijo Berlusconi, sabiendo que el folclore es un espectáculo poco puro.

Hay gente a la que enerva que Gadafi haya pedido la «islamización de Europa» en la sede mundial del catolicismo pero esa publicidad cala poco: reunidas 500 azafatas para un acto de proselitismo realizado por Gadafi, que no deja de ser un famoso, solo tres se convirtieron sobre la marcha. Estadísticamente la penetración del mensaje de Gadafi entre mujeres jóvenes más altas de 1,75 y que cobren entre 70 y 100 euros por oírle es del 0,6%. Berlusconi logra más penetración entre un público de azafatas televisivas, aunque a más precio.

Y eso que muchas de esas chicas no serán indiferentes a su caracterización de propietario de la discoteca Trípoli que ha marcado estilo desde los 70 y a la exigencia de un vestuario adecuado: a la que lleve minifalda o escote pronunciado el portero le da la vuelta.

A muchos «empresarios de la noche» les gusta caracterizarse de malo de James Bond. Gadafi en eso ha ido por delante de los guionistas de la franquicia de espías. La elevación de jaimas por donde va y la «guardia amazónica», el equipo de seguridad formado por 200 mujeres (no 199 ni 201) expertas en armas y artes marciales (jiu jitsu, en fantasías sesenteras como Modesty Blaise), además vírgenes (¿certificadas?) refuerzan esa línea de fantasía oriental de consumo pop.

Los números redondos subrayan la magnitud del espectáculo: se ha reunido con 1.000 empresarias (no 999, ni 1.001). ¿Sabemos el número de caballos beréberes que lleva? Falta conocer el número de fieras. Las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos dan a entender que, si está él, hay una. Por lo menos.

Como Silvio Berlusconi es un hombre del espectáculo calificó correctamente la caravana y las actuaciones del líder libio Muamar el Gadafi en Roma, donde hizo un viaje de Estado, o sea, de negocios. «Puro folclore», dijo Berlusconi, sabiendo que el folclore es un espectáculo poco puro.

Hay gente a la que enerva que Gadafi haya pedido la «islamización de Europa» en la sede mundial del catolicismo pero esa publicidad cala poco: reunidas 500 azafatas para un acto de proselitismo realizado por Gadafi, que no deja de ser un famoso, solo tres se convirtieron sobre la marcha. Estadísticamente la penetración del mensaje de Gadafi entre mujeres jóvenes más altas de 1,75 y que cobren entre 70 y 100 euros por oírle es del 0,6%. Berlusconi logra más penetración entre un público de azafatas televisivas, aunque a más precio.

Y eso que muchas de esas chicas no serán indiferentes a su caracterización de propietario de la discoteca Trípoli que ha marcado estilo desde los 70 y a la exigencia de un vestuario adecuado: a la que lleve minifalda o escote pronunciado el portero le da la vuelta.

A muchos «empresarios de la noche» les gusta caracterizarse de malo de James Bond. Gadafi en eso ha ido por delante de los guionistas de la franquicia de espías. La elevación de jaimas por donde va y la «guardia amazónica», el equipo de seguridad formado por 200 mujeres (no 199 ni 201) expertas en armas y artes marciales (jiu jitsu, en fantasías sesenteras como Modesty Blaise), además vírgenes (¿certificadas?) refuerzan esa línea de fantasía oriental de consumo pop.

Los números redondos subrayan la magnitud del espectáculo: se ha reunido con 1.000 empresarias (no 999, ni 1.001). ¿Sabemos el número de caballos beréberes que lleva? Falta conocer el número de fieras. Las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos dan a entender que, si está él, hay una. Por lo menos.