Entrevista | Ángel María Arenaz Erburu Ingeniero técnico agrícola jubilado y escritor costumbrista

"Hay árboles singulares en Toro a los que merece la pena dedicar una placa"

"Cualquier pueblito de Castilla y León tiene un museo etnográfico; con el material que hay de agricultura y bodegas, ¿dónde está eso aquí?"

Ángel María Arenaz Erburu.

Ángel María Arenaz Erburu. / C. T.

Carmen Toro

Ángel María Arenaz Erburu llegó a Toro hace unos 50 años. Nació en Pamplona y su profesión lo trajo aquí, donde tuvo un papel destacado en el nacimiento de la Denominación de Origen Toro. Tiene en su haber la Medalla al Mérito Agrícola y la Medalla de Oro de Fomento. Y una de cosecha propia: ser un apasionado estudioso de la naturaleza y las tradiciones, lo que lo ha convertido, como él mismo se autodenomina, en un escritor costumbrista.

–¿Cómo contribuyó al impulso de la DO Toro?

–Yo era el jefe de la Agencia de Extensión Agraria del Ministerio de Agricultura. Llegué como funcionario y tocó iniciar la Denominación de Origen Toro en esa época. Reuníamos a los agricultores en los primeros pasos para que supiesen las ventajas e inconvenientes y los trámites oficiales que había que seguir. Vinieron expertos catadores de vinos del Ministerio de Agricultura y se empezó a dar un impulso; coincidió la concentración parcelaria en aquella época, el viñedo estaba en una fase de decaída, pero se iniciaron los primeros trámites, se consiguió la denominación específica provisional, que fue el primer paso; luego, la específica y, en 1987, la definitiva. Costó muchos días de reuniones por los pueblos y papeleos porque no había oficinas.

–¿Cómo ve la evolución en estos más de 35 años de la DO?

–Se partió de que había unos vinos, salvo honrosas excepciones, muy fuertes y ásperos. Se ha tecnificado mucho el tema de las fermentaciones, las bodegas han pasado de no ser más que cinco hasta más de 60. Ha ido evolucionando todo a mejor. Hay un equipo de técnicos que han elevado el vino al nivel que la Tinta de Toro merece.

–¿Qué diferencia al paisaje vinícola de Toro del de otras zonas?

–Si nos centramos en Castilla y León, es un oasis; sobre todo, se ve en esas plantaciones de hectáreas en línea que parece un manto verde en medio de la estepa. Es un contraste.

–Tiene dos libros que ahondan en ello: "Paisajes del viñedo en Toro" y "Toro, sus viñas y sus vinos". ¿Qué cuentan?

–El segundo recoge más ese antes de la DO, las bodegas que había y los métodos que tenían.

–Su libro "Época de arrieros" también enlaza con el vino...

–Más que nada, trata la descripción de las bodegas antiguas de Toro y todos los implementos que tenían, los tipos de vino que, en su época, se hacían y cómo se elaboraban, contiene análisis de alrededor del año 1970... son cosas curiosas.

–En la Feria del Libro de Toro ha presentado "Árboles y arbustos de Toro, Patrimonio Cultural". ¿Cómo surge?

–Es un proyecto que inicié con la pandemia del Covid. Resulta que un Ayuntamiento tiene censados los coches, los palacios, los monumentos,... y no los árboles. Es un patrimonio de todos los vecinos y no estaba censado. Y dije: pues voy a ver qué tipos de árboles hay y la gran pregunta: cuántos. En el casco urbano, hay unos 13.000 árboles y arbustos. Haces esa pregunta y nadie la sabe contestar. Yo he contado uno a uno.

–¿Qué especies son las más abundantes?

–La más numerosa es el almendro, hay 1.254 en el casco urbano, incluidas las Barranqueras, el cementerio, el Cristo y el polígono industrial. Destacan los de Sancti Spiritus, que son centenarios. Pinos hay 995 y acacia de flor blanca, 980. Los arbustos más numerosos son los rosales, hay 2.502, alguno seguro que se me ha escapado. Y hay 391 adelfas, romeros, retamas,..

–¿Hay algún árbol especialmente llamativo?

–Hay un Árbol del Amor grandísimo en el camino del polideportivo. También hay un avellano, en las Claras. Castaños comunes sólo hay dos en la carretera de Tagarabuena. Hay un granado en la Casa de la Nunciatura, y el que más me gusta de todos, el magnolio que hay en Santa Marina, debajo del asta de la bandera, es único en Toro y es de hoja caduca; los magnolios de verdad tienen hoja en invierno. Esto es para que al que le guste el tema y se pregunte dónde hay alguna especie en Toro, coja la guía y la siga. Están en orden alfabético para localizarlos mejor.

–¿Cómo despertar ese interés?

–Yo propongo que Toro imite lo que hacen hasta los pueblos más chiquitos, que tienen un jardín o un parque y todos los árboles están señalizados con una placa que dice el nombre científico y el nombre vulgar. Hay árboles muy singulares en Toro a los que merece la pena que les dediquen una placa, por lo menos, en San Francisco y Santa Marina, que son los dos sitios más de paso y más de observación.

–¿Qué le aporta todo este trabajo y qué pretende aportar a los demás?

–Con esto se pierde mucho dinero. Sé que a ciertas personas este tema de los viñedos y los árboles les inquieta y les produce cierta emoción, pero es un número mínimo en Toro. Hay muy poca sensibilidad por el árbol y el verde. Por ejemplo, si pasea por Corredera, ¿cuántas flores ve? Ninguna. Y es la calle principal de Toro.

–Este 22 de mayo se celebra el Día de la Biodiversidad. ¿Qué importancia tiene esta?

–Para mí, primero, es un tema cultural en el sentido de conocimiento. Hay que conocer un poco la diversidad de especies que tenemos, cada una con su manera de vivir. Y luego, el factor beneficio para las personas que estamos en ciudad. No es lo mismo estar en medio de un bosque que estar en una ciudad sin una sombra que estar cobijados con los árboles. Nos favorece la vida y nos la hace más agradable. Cuando están en plena floración, es una maravilla observar esas flores tan bonitas, las formas,... todo eso es un gozo para las personas que tienen una sensibilidad por ello. Hace un año o más, se celebró el Día Europeo de Plantación de Árboles y el Ayuntamiento creo que plantó 27 en el paseo del Canto, uno por cada nación europea. Hoy, que yo sepa, quedan dos. Hay que despertar la sensibilidad.

–¿Qué riqueza tiene la biodiversidad en esta zona?

–Dicen que todo lo que era la campiña de Toro era un bosque de encinas y ahora no se ve ninguna. Años atrás, iban las furgonetas y camiones tronchando todas las que había para leña, entre otras cosas.

–¿Prevé hacer alguna nueva publicación?

–Entre mis proyectos, está elaborar un estudio de las 280 bodegas que había en Toro en 1701, para eso estoy yendo al Archivo de Zamora, que tiene los pergaminos, pero no entiendo bien la letra del escribano de turno y me cuesta mucho sacar los datos; con el tiempo, lo lograré. Más adelante, haré algo sobre los personajes de Toro. Tengo tres o cuatro en perspectiva, de 80 años para arriba. ¿A nadie de Toro se le han ocurrido estas cosas? Si Dios me da salud, entrevistaré a los arrieros, a las personas que, de alguna manera, significan Toro. Todavía hay un arriero que tiene 90 años y no me puede ayudar, pero hay otro un poco más joven y lo entrevistaré tras el verano.

–¿Toro necesita un museo etnográfico?

–He viajado bastante por España y el mundo, desde la India a América del Sur. Un museo lo tiene cualquier pueblito de Castilla y León, con un local con cuatro o cuatrocientas cosas, con sus arados, sus herramientas de toda clase; aunque sea en una habitación. ¿Y dónde está eso en Toro? Con el material que puede haber, de agricultura, de bodegas, de un montón de historias,... simplemente, con la aportación de una persona que cediese para el museo una balanza, una hoz, un instrumento de agricultura,... se llenarían veinte habitaciones. No hay nada, pero, además, es que no hay nadie que se ocupe del tema, eso es lo peor. Entonces, te queda un sabor agridulce de ciertas cosas en el terreno cultural de Toro. Hay cientos de instrumentos de las bodegas antiguas que están estropeándose y los hijos o nietos los van a tirar a la basura y eso se pierde para la cultura de Toro.

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