Con resignación y profunda tristeza los toresanos han asumido la suspensión oficial de los carnavales por la pandemia del COVID que, este año, les impedirá disfrutar de seis intensos días de fiesta en los que las calles de Toro se llenan de algarabía, bullicio, ingenio, imaginación y buen humor. Los carnavales fueron la última fiesta que los toresanos disfrutaron en 2020 y aunque comprenden la necesidad de suspenderla este año por la crisis sanitaria, en sus corazones aflora un sentimiento de nostalgia, porque no podrán revivir unos antruejos que, ni siquiera durante su prohibición en diversas épocas de la historia, dejaron de celebrarse.

El carnaval de Toro es uno de los más antiguos del país como así lo atestigua un escrito enviado en el año 1590 por las madres clarisas al Ayuntamiento, en el que se quejaban de la algarabía que percibían fuera de los muros del convento y que les impedía rezar. En concreto, las religiosas trasladaban a las autoridades su malestar por los problemas que generaba a la congregación la época de las carnestolendas, porque el alboroto procedente de las calles quebrantaba la paz del monasterio de Santa Clara. Para atender la queja de las hermanas clarisas, el Ayuntamiento de Toro elaboró una normativa con el fin de aunar “lo cristiano y lo pagano” e intentar que la celebración del carnaval no alterara la convivencia.

“Las Marujas” en el concurso de coplas. | M. J. C

En diferentes épocas de la historia la celebración del carnaval fue prohibida, pero los toresanos se rebelaron y consiguieron mantener y transmitir su espíritu, esencia y singularidad a las generaciones posteriores. En un artículo publicado en la revista cultural que edita la asociación ProCulto, Bernardo Calvo relata las prohibiciones del carnaval en Toro en el siglo XVIII. En concreto, alude a una serie de documentos conservados en la Secretaría de Cámara del Obispado de Zamora referentes a las actuaciones de los prelados zamoranos en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, tendentes a erradicar la celebración de los carnavales en toda la provincia y, de forma especial, en Toro.

Un ejemplo es el informe que Manuel de Arana, sacerdote de Toro, remitió el 30 de diciembre al obispo de Zamora, Antonio Jorge Galván, texto que, según Calvo, hay que inscribir en una época en la que los carnavales se prohibían sucesivamente por leyes, pero eran consentidos en la práctica. De hecho, entre los años 1721 y 1773 se dictaron cerca de 40 leyes prohibiendo los carnavales, normas que se relajaron en algunos periodos. Por esta razón, en la citada época, las fiestas se celebraban en casas y no en las calles y los toresanos más pudientes organizaban bailes de máscaras abiertos a todos aquellos vecinos que desearan asistir, aunque los más adinerados utilizaban caretas y los labradores tenían que recurrir al ingenio para cubrir sus rostros. En la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, los antruejos de Toro se prolongaban varios días, aunque las citas más esperadas eran el Domingo Gordo y el Martes de Carnaval.

Un grupo infantil en el desfile  | M.J.C.

Un grupo infantil en el desfile | M.J.C.

En 1807, según el estudio de Calvo, el obispo Joaquín Carrillo remitió un nuevo escrito a Francisco de Orcasitas en Valladolid “clamando contra los escándalos” de los carnavales toresanos y rogando que se adoptaran medidas para poner fin a la fiesta y la respuesta fue que ya se habían trasladado las órdenes precisas al corregidor de Toro. El escrito evidencia que el obispo Carrillo no atendió los consejos del entonces subdiácono de Toro, Anselmo de la Isla, quien, en 1805, además de relatar las medidas impulsadas para poner fin al carnaval y que llevaron a algunos toresanos a la cárcel, concluye que “era mejor tolerarlos que suprimirlos”.

En el año 1909, el Ayuntamiento aprobó una normativa específica para regular el funcionamiento de las fiestas y en la década de los 20 cobró una especial relevancia la tradicional boda de carnaval, que emulaba los antiguos enlaces de labradores y que, con el paso del tiempo, se ha convertido en uno de los actos centrales de las fiestas durante el que, tras la ceremonia, novios e invitados ataviados a la antigua usanza desfilan por las calles hasta la plaza de toros, en la que tiene lugar el baile nupcial. Tras una época esplendorosa en la que los carnavales se consolidaron como uno de los festejos más importantes de la ciudad, durante la época de la dictadura franquista fueron nuevamente prohibidos, aunque en Toro se siguieron celebrando bajo la denominación de “fiestas de invierno”.

Pasacalles de la boda del 2020 | M. J. C.

Ya en 1975 se levantó la prohibición de celebrar el carnaval y dos décadas más tarde el de Toro fue reconocido con la distinción de fiesta de interés turístico regional. Desde entonces, los carnavales de Toro se han convertido en un referente, aunque los auténticos protagonistas son los toresanos que dedican los meses previos a confeccionar originales disfraces de manufactura artesanal, a preparar las parodias, imitaciones o desfiles o a ensayar las coplas en las que las murgas repasan con ironía la actualidad. Los toresanos cuentan ya los días para el carnaval de 2022 en el que esperan volver a disfrutar de las bodas, de los espectaculares desfiles de chupetines, niños o adultos, de los divertidos concursos o del tradicional entierro de la sardina.