El empresario toresano, José Fernández Manso, ha puesto en marcha la nueva planta de RCD's «Estejosan», para la gestión de residuos de la construcción y demolición, en la que ha invertido más de 1,4 millones de euros. Esta nueva planta, ubicada en Toro, ocupa una superficie aproximada de 30.000 metros cuadrados, se encargará de la gestión de diferentes tipos de residuos en un radio de 35 kilómetros y cuenta con una capacidad de tratamiento de 50.000 toneladas al año. La inversión total realizada en este proyecto, dirigido por la empresa «Ideas TX Ingeniería S.L», asciende a 1,4 millones de euros y, en función de los estudios realizados, se estima que esta nueva planta de tratamiento y gestión de residuos, puede llegar a crear una treintena de puestos de trabajo directos cuando alcance su pleno rendimiento.

El promotor de este proyecto, destacó que la idea de adecuar esta planta de RCD's surgió a raíz de las continuas advertencias del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil sobre la imposición de sanciones a aquellos promotores que depositaran los restos de materiales empleados en la construcción en escombreras como la que existía en Toro y que ha sido vallada por el Ayuntamiento.

Dos años y medio ha empleado este empresario que ha dedicado «media vida» al sector de la construcción y que, en la actualidad, por la crisis «del ladrillo», ha decidido buscar otras alternativas de negocio como la primera planta de gestión de residuos de la construcción y la demolición que ya funciona en Toro. Destacó Fernández Manso que las instalaciones están preparadas para reciclar unas 60 toneladas por hora y, como recordó, en la actualidad es obligatorio trasladar a una planta de estas características todos los escombros que se generan en la construcción ya que, de no depositarse en instalaciones similares, los propietarios pueden ser sancionados con elevadas multas económicas. En cuanto al proceso de tratamiento de los residuos que llegan a esta planta, Fernández Manso explicó que, en primer lugar, se procede a la visualización y a una primera valoración de los escombros, para pasar a continuación a una báscula de pesaje que se ha acondicionado en una campa hormigonada y que cuenta con unos sumideros en los que se recoge el agua de lluvia que también es utilizada durante el proceso de reciclaje. Acto seguido, los escombros pasan a una parrilla vibrante de tolvas en las que los residuos más finos se separan de los más gruesos y, posteriormente, se trasladan a una cabina de triaje en la que, de forma manual, se separan los distintos tipos de materiales como el cartón, la madera, el papel o el plástico.

El siguiente paso es trasladar los residuos a un aspirador industrial para separar las pequeñas partículas de papel y, acto seguido, pasan a un molino de mandíbulas, dotado con un electroimán para aislar el hierro y con una criba para separar los áridos. El proceso culmina con la gestión del material pétreo que puede destinarse a la venta para su reutilización en caminos o el «relleno» de naves, porque «se obtienen zahorras que quedan mejor compactadas que las naturales».