Centenares de niños y niñas disfrutaron ayer de un vibrante encierro ecológico que, por tercer año consecutivo se celebra en Toro con motivo de las fiestas de San Agustín. Muchos pequeños, acompañados de sus padres y familiares, se animaron a repetir la experiencia y a sentir muy de cerca la emoción de correr delante de los astados de cartón piedra. La concejalía de Festejos confió un año más en la experiencia de un gran aficionado como Joaquín Graña que, con su empresa, «Mundillotoro», volvió a encargarse de la organización de este encierro ecológico.

Durante este festejo, los pequeños demostraron su valentía desde el mismo momento del chupinazo en la Plaza Mayor y, ante un cajón, en el que esperaba pacientemente un bravo astado para comenzar el encierro. Muchos corredores vibraron, entre risas, ante las embestidas de las toras, mientras que otros no pudieron reprimir sus lágrimas y no se despegaron durante todo el encierro de sus familiares. En esta edición festiva y, siguiendo la recomendación de la concejalía de Festejos, muchos pequeños corredores acudieron al encierro ataviados con camiseta y pantalón blanco, mientras que el fajín y el pañuelo eran de color vino, símbolo de la ciudad de Toro.

Otros desafiaron la bravura de las toras con pequeños capotes y muletas, elementos imprescindibles para protegerse de las embestidas de los animales. Los participantes ofrecieron arriesgadas y largas carreras por la Puerta del Mercado, plaza de Santa Marina, calle Concepción y San Francisco, hasta entrar en la plaza de toros en la que finalizó la primera parte del encierro. Algunos padres manifestaron abiertamente su malestar porque no se cortara el tráfico en Santa Marina al paso de este encierro porque, como aseguraron, «los niños no miran».

Ya en el coso, los participantes pudieron disfrutar de una suelta de todas las toras que fue retransmitida por Graña quien, relató en directo, cada una de las cogidas y de las bellas carreras y quiebros a los animales de cartón piedra. Además, fueron muchos los que se animaron a participar en el concurso de cortes en el que no faltaron arriesgados quiebros y ajustados recortes antes los pitones de los bravos animales. Un año más, este encierro cosechó un notable éxito y en pocos años se ha convertido en uno de los actos más participativos de cuantos se celebran en las fiestas.