Sevilla, Una oreja cortó Curro Díaz por una faena sin gran consistencia artística, sin embargo, que convenció a muchos confundidos, en tanto a Miguel Abellán se le premió sólo con una vuelta al ruedo después de hacer lo más convincente y auténtico, ayer, en Sevilla.

La jerga taurina, de amplísima terminología, acuña muchos vocablos con significado contrapuesto a los que definen verdaderamente la importancia del toreo. Uno de ellos, "el pingüi", quiere decir más o menos el arte de lo inconsistente. Se dice de tal o cual torero que ha toreado a base de "pingüis" cuando sus expresiones artísticas han sido eso, frágiles y, en un momento determinado, hasta ridículas. Mala cosa es "el pingüi" si no se sabe diferenciar bien de lo que es el arte de torear.

Viene esto a cuento por la oreja que ha cortado Curro Díaz en Sevilla por un trasteo que ha tenido pasajes de cierto encanto artístico, incluso el mérito de sobreponerse al dolor evidente de una espectacular voltereta. Claro que faena como tal no ha habido. Pases sueltos, sí, y muchos del "pingüi". Mejor en el primer tramo, toreando en redondo. El toro muy metido en la franela. Ahí ha tenido mérito. Pero lo demás ha sido una sucesión de muletazos aislados, algunos medios muletazos, la mayoría eléctricos, sin atornillar las zapatillas, demasiado afectada la figura. Curro Díaz, en fin, paseó una oreja después de un pinchazo previo a la estocada. Lo paradójico es que la faena más compactada de la tarde, de mucha firmeza y resolución, también de atisbos verdaderamente artísticos, a cargo de Miguel Abellán en el segundo de la tarde, se quedó sin trofeo por el doble uso del descabello.

César Girón anduvo muy resuelto en su exigente primero, al que dominó hasta llegar a conseguir torearle muy despacio. Muy capaz el joven nieto del más importante torero venezolano de la historia, el gran César Girón. Sin embargo le faltó un tramo a la faena para redondear.