Nuestra economía adicta al petróleo se enfrenta a un inminente síndrome de abstinencia debido al “pico del petróleo”: una caída irreversible en la producción de hidrocarburos. Es esta la tesis del último libro de Antonio Turiel, físico del Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC) barcelonés y autor del blog “The Oil Crash”. Ante este reto, podemos decidir colapsar como el Imperio romano o florecer como el Japón de la época Edo.

–¿Por qué dice que no vamos a salir nunca de la crisis actual?

–Un sistema económico y productivo que crece al infinito no se puede sostener en un planeta finito. No tiene sentido. No saldremos de esta crisis dentro de este sistema económico. Y tampoco en un sistema comunista, que en todo caso estaría orientado al productivismo.

–Hace mucho que se habla de pico del petróleo. ¿Va en serio?

–En 1971, el geofísico M. King Hubbert previó que el pico llegaría en 2005. Efectivamente, en 2005 se llegó al máximo de la producción del petróleo crudo convencional: lo certificó la Agencia Internacional de la Energía en su informe de 2010. Mientras tanto, se pusieron en circulaciones sustancias que más o menos reemplazan al petróleo convencional. Gracias a la aportación del fracking de EE UU postergamos hasta diciembre de 2018 el pico del conjunto de hidrocarburos líquidos. Desde entonces, estos están en un declive irreversible.

–¿No cree que las petroleras encontrarán nuevos yacimientos?

–Entre 1998 y 2014 las compañías multiplicaron por tres su esfuerzo para buscar nuevos yacimientos. Desde 2014, viendo que estaban perdiendo muchísimo dinero, redujeron drásticamente su inversión, un 60%. El COVID lo ha acelerado. En Estados Unidos hay una avalancha de quiebras en el sector del fracking y veo imposible que se recupere. El World Energy Outlook de 2020 de la Agencia Internacional de la Energía prevé que la producción podría llegar a caer hasta un 50% de aquí a 2025.

–Si eso es cierto, ¿por qué apenas forma parte del debate político?

–El problema es que no hay soluciones sencillas y políticamente aceptables. Pero el asunto ya ha entrado en la agenda política. Se habla tanto del hidrógeno verde porque se reconoce que vamos a tener un problema: cómo vamos a mover los camiones.

–¿Cuándo va a ocurrir?

–Hoy la producción de petróleo ya es el 10% menor que en 2019. Cuando haya recuperación económica, crecerá la demanda pero no habrá manera de que crezca la oferta. Aunque no hubiera recuperación, lo notaríamos en todo caso en 2023-2024. El problema se nos cae encima a toda velocidad. La opinión mayoritaria es que ya estamos en el pico del petróleo. Que ya se ha producido.

–¿Este colapso del petróleo llegaría a tiempo para evitar lo peor del cambio climático?

–Tendría un efecto beneficioso al reducir las emisiones. Pero no se sabe si sería suficiente para evitar los peores efectos. ¡Y a qué coste!

–¿No sería bueno deshacernos del petróleo de golpe?

–No podemos prescindir del 50% del petróleo de la noche a la mañana. Habría un problema de abastecimiento de alimentos, tensiones políticas, guerras. A un adicto no le puedes quitar una sustancia de golpe. Algo tan rápido puede ser muy destructivo. Piensa en las tecnologías de la información. Se basan en minería alimentada con petróleo, en transporte de larga distancia y en una producción concentrada en pocos sitios. La fabricación de chips se vería afectada.

–¿No basta con apostar fuerte por las renovables?

–La transición hacia las renovables no es fácil. El 80% de la energía que consumimos no tiene forma de electricidad. Además, no va a haber 25 millones de coches eléctricos en España. El hidrógeno verde tiene muchas pérdidas de energía. La caída del petróleo dificulta la transición. Para montar un parque eólico necesitas camiones, acero, excavadoras, etcétera.

–¿Cuál es la vía de salida?

–No hay ninguna tecnología que permita mantenerlo todo igual cambiando las fuentes de energía. Hay que cambiar el modelo social. El futuro será 100% renovable. Pero ese total debería ser bastante menor que el actual. Hay que producir menos. Se puede montar un sistema económico que garantice un buen nivel de vida, pero que no esté orientado al crecimiento.

–¿Cómo sería ese sistema?

–La globalización es posible por tener mucho petróleo barato. Hay que relocalizar la producción: no es viable fabricar en China y llevar luego los productos en carguero. También hay que cancelar la deuda. En un mundo en contracción económica, las deudas son impagables. Luego hay que hacer reformas que garanticen el pleno empleo sin una economía en expansión.

–Es pedir mucho. ¿Cómo se pueden hacer cambios como esos?

–Cuando la sociedad vea cierto grado de colapso, una situación de crisis económica persistente, va a estar receptiva a un replanteamiento. Sin embargo, si el cambio se hace de forma desordenada se pueden perder muchas capacidades industriales. Como en el colapso del Imperio romano, donde se perdió mucho conocimiento.

–¿Vamos a caer en otra Edad Media?

–Hay decenas de civilizaciones que han colapsado. Es un evento relativamente frecuente. Pero también hay casos contrarios. El Japón de la época Edo ejercía una enorme presión sobre unas islas, pero supo producir un cambio de vida que generó un florecimiento.

–Quizás al planeta le convendría que nos extinguiéramos.

–Hasta en eso hay una cierta arrogancia antropocéntrica. El planeta ha vivido cosas peores que nosotros. Si somos capaces de vivir en armonía con el ecosistema, podemos llegar a un equilibrio.