La báscula es también una víctima del coronavirus. Así se desprende de la encuesta realizada por la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), estudio en el que se refleja que cerca de la mitad de los españoles ha aumentado de peso durante los últimos meses. Esos que transcurrieron desde el inicio de la pandemia hasta alcanzar la llamada “nueva normalidad”.

Concretamente, el 43,4% de los españoles encuestados reconocieron haber subido unos kilitos durante el confinamiento. Pese a la multitud de vídeos para ponerse en forma sin salir de casa, ni las recomendaciones de muchos de los profesionales ligados a la salud y la educación física. Lo cierto, es que, sin posibles vacaciones a la vista toda la “operación bikini” típica de la primavera cayó en el olvido para dejar hueco a la repostería y otros pasatiemos de interior con escaso beneficio corporal.

De hecho, las conclusiones de este estudio reflejan que hasta un 73% de todas esas personas que han reconocido ganar algo de peso en los últimos meses han ganado entre uno y tres kilos. Una cantidad que, sin ser considerable, tiene repercusiones en el día a día.

Según indica la propia SEEDO, los principales motivos del sufrimiento de nuestras básculas son fruto de dos consecuencias psicológicas del confinamiento: la ansiedad y el aburrimiento. El hecho de no haber podido seguir con la rutina diaria trazada a lo largo de los últimos meses y la imposibilidad de abandonar el hogar llevaron a muchos de los españoles a variar su día a día cayendo en el sedentarismo.

El presidente de SEECO, Francisco Tinahones, ha señalado (a tenor de los datos obtenidos) que el estrés y ese aburrimiento a la hora de estar confinados, provoca que se incremente la sensación de hambre. Una apetencia que provocó la alteración de los hábitos alimenticios en muchos españoles.

“La ansiedad y el aburrimiento están detrás de estos cambios en los hábitos alimenticios de muchos españoles”, asegura tras el análisis a la encuesta realizada a mil personas. Una realidad palpable en los datos obtenidos, ya que un “alto porcentaje” de los encuestados admite haber abusado de productos no saludables. En concreto el consumo de bebidas alcohólicas y derivados de la bollería se ha visto incrementado un 50 %.

Y debido a ello, un 20 % de los encuestados asegura haberse alimentado a base de “picoteo” durante esos meses. Y los que no, combinaron con comidas habituales.

Todo esto se une a la reducción drástica de la actividad física. El 56% de las personas reconoce que hizo menos deporte del que hacía antes del confinamiento y un tercio de la población afirmó haber pasado sentado más de 5 horas al día delante de la televisión.

Estos últimos parámetros tienen relación directa con el nivel de ingresos de las familias, ya que a rentas más bajas, el tiempo dedicado a la actividad física ha sido menor, al igual que ha ocurrido con el tamaño de las viviendas; las personas que viven en casas más amplias realizaron más ejercicio y pasaron menos horas frente a la televisión.

Las variables socioecómicas han tenido un gran impacto en estos cambios de hábitos surgidos durante el confinamiento, ya que si bien el 77 % de las personas sin ingresos reconoce haber subido de peso durante el confinamiento, este porcentaje se sitúa en el 43 % en el caso de los sujetos con ingresos superiores a 2.000 euros.

El estudio también pone de relieve una especie de “efecto contagio” alrededor de la obesidad, “siendo mucho más probable que el entorno más cercano de una persona con obesidad también sufra esta enfermedad”, según razona el vicepresidente de SEEDO, Albert Lecube.

Por su parte, la doctora Susana Monereo, jefa de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital General Universitario Gregorio Marañón ha recordado que, actualmente, en España un 60 % de la población tiene exceso de peso y un 21 % de ellos obesidad.

Una persona con un peso normal tiene un 80 % de probabilidades de alcanzar los 70 años de edad. Sin embargo, éstas se reducirán hasta el 50 % si es obesa, dado que aumenta considerablemente el riesgo de muerte prematura por enfermedad cardiovascular, diabetes o cáncer, ha alertado.

Además, la obesidad es un factor de riesgo frente al coronavirus, y, según Monereo, el 80 % de los pacientes que tuvieron formas graves de la infección por COVID-19, precisaron intubación, ventilación mecánica en la UVI o fallecieron eran obesos.

Sin embargo, un porcentaje elevado de la población desconoce que la obesidad sea un factor de riesgo que agrava el pronóstico de esta enfermedad.

Para mejorar la dieta y volver a los buenos hábitos, la doctora Monereo aconseja evitar alimentos y bebidas dulces con gran cantidad de azúcares, reducir o evitar el alcohol y los alimentos ricos en grasas o procesados. Es decir, seguir los pasos habituales previos a la “operación bikini” pero para lucir mascarilla y chaqueta.