Los hunos y los hotros

Prefiero este viejo orden mundial imperfecto de las democracias a un nuevo orden dictatorial

Un área de Gaza destruida por los bombardeos de Israel.

Un área de Gaza destruida por los bombardeos de Israel. / EFE

Luis M. Esteban

Luis M. Esteban

Cuando el mundo entero nos encerramos por el COVID-19, uno de los mensajes que se extendió en los círculos privados y públicos era que de esta saldríamos distintos, que habíamos entendido el mensaje que nos mandaba un virus, minúsculo como todos sus congéneres, y que, por tanto, una vez que pudiésemos volver a nuestra normalidad esta ya no sería igual, porque ahora estaríamos en lo que en España se acuñó como "nueva normalidad" y que pareció convertirse en una especie de slogan que sintetizaba que todos seríamos más buenos, más amables, menos ambiciosos y egoístas, más naturalistas y hasta mejores amantes. Vamos, que la "nueva normalidad" iba a ser un Disneyland con su consiguiente hemorragia de risas y felicidad. Pues no, ya lo ven. Aquí estamos tres años después de aquel encierro tan prometedor con un panorama personal y mundial tan cutre como el que había el 20 de marzo de 2020. ¡Qué desolador!

Así que no aprendimos nada de nada y en nuestra ignorancia acérrima, que ya dijo no hace mucho Arturo Pérez-Reverte que en estos tiempos ser analfabeto es una opción personal, ya que no será porque no hay medios para estar informado; pues eso, que en nuestra ignorancia de cencerro nos seguimos aferrando a una concepción maniquea del mundo: blanco o negro, conmigo o contra mí, los héroes y los villanos, los buenos y los malos. Y tuvimos buena ocasión de demostrarlo, algunos a bombo y platillo, con la guerra en Ucrania, que ahora, por si fuera poco, se complementa con el enfrentamiento entre Israel y Hamas. Da igual que la mayoría tenga serias dificultades para situar en un mapa Ucrania y no digamos la franja de Gaza y hasta me atrevo a decir que Rusia o Israel. Da igual. A opinar todos, incluso con virulencia y violencia, dejando claro que o se está con unos o con los otros, sin matices y, sobre todo, sin la más mínima información ni interés por tenerla y, con ella, poder tener una opinión crítica sobre nuestra propia opción.

Unamuno, que en los últimos tiempos parece valer lo mismo para un roto que para un descosido para la casposa clase política española de la izquierda y la derecha, unidas por el nulo espíritu crítico de quienes se apuntan a seguir a sus líderes con fe ciega, "la del carbonero", que diría el propio don Miguel; pues bien, Unamuno, que con igual vehemencia apostó por la República como por el alzamiento de Franco, el mismo que el 12 de octubre de 1936 le dijo en la Universidad de Salamanca al mismísimo Millán Astray, en presencia de Carmen Polo, la mismísima mujer de Franco, "venceréis, pero no convenceréis", ese mismo Unamuno escribía a su amigo el escultor Quintín de Torre, el 1 de diciembre del mismo año, su hastío por una España ensangrentada por "los hunos y los hotros", equiparando las barbaridades que se estaban produciendo en uno y otro bando y eso que aún estaba en los inicios la exhibición de salvajismo.

Israelí, hebreo, judío, o sionista se convierten en sinónimos como árabe, musulmán, palestino, o Hamás. Así de sencillo

Pues en estas estamos. En un nivel estrictamente personal, tener una visión maniquea del mundo es una inequívoca manifestación de simplismo, torpeza e incultura desmedida. Pero cuando esta misma visión se proclama por políticos o personas de influencia, el asunto tiene tintes de manipulación, de insulto a la inteligencia, de intereses económicos y sociológicos y, sobre todo, de puro fascismo disfrazado de lo que se quiera, pero con la evidente intención de trasladar a la población un pensamiento único, monocorde y monocolor y sin matices. Y esto es atentar contra la población, un auténtico genocidio intelectual perpetrado por "los hunos y los hotros" en favor de sus intereses, solo de los suyos, a ver si nos vamos enterando.

Israelí, hebreo, judío, o sionista se convierten en sinónimos como árabe, musulmán, palestino, o Hamás. Así de sencillo y, como es así de sencillo, se hace evidente que estar a favor de Israel es estar en contra de Palestina y viceversa y, eso sí, importante para estas mentes simplistas, sin ninguna crítica interna. Lástima que no se imponga como lectura obligatoria en todos los colegios, universidades y partidos políticos el libro El mundo de ayer: Memorias de un europeo, de Stehan Zweig. Pero qué digo. Leer, si esto ya es casi una atentando para la sociedad.

Biden se pega un vuelo relámpago a Israel y Putin, para no ser menos, a China, y de manera explícita o implícita ponen sobre el tablero la existencia de un orden nuevo, capitaneado por Putin, Xi Jinping y Kim Jong-un, frente al viejo orden representado por las democracias occidentales, EE UU y los aliados como Israel. Como verá el lector avezado, he contrapuesto personas a países, porque estos son mucho más que sus dirigentes de turno, mientras que aquellos creen que ellos son el país.

Y esto no es poca cosa. Pues bien, si toca jugar en un tablero maniqueo, de buenos y malos, y no cabe el permanecer equidistante y crítico con los propios, máxime si lo que las guerras y el terrorismo lo que están poniendo encima es, ni más ni menos, qué mundo tendremos todos en función de quienes salgan victoriosos; si esto ha de ser así, entonces mi posición está clara.

Prefiero este viejo mundo caduco de las democracias imperfectas donde podemos tener dirigentes impresentables, pero que hemos votado y, por tanto, podremos cesar, donde podemos discrepar abiertamente hasta de la propia democracia, donde estar con un partido no implica estar con su líder y eso no supone acabar envenenado o en un gulag; un viejo mundo donde se puede reír o llorar sin que el líder marque la intensidad y duración, donde hay injusticias, discriminación y marginación, pero se puede luchar para cambiar las cosas o, cuando menos, denunciarlas abiertamente, como se puede denunciar a los líderes que nos engañan.

En definitiva, prefiero este viejo orden mundial imperfecto de las democracias que me permite escribir esto a un nuevo orden dictatorial, lo que ya de por sí lo convierte en caduco, que no es más que el orden de unos líderes que aterrorizan a su población para seguir perpetuándose en su poder.

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