Hola, Obdulia. Hasta luego

Cartas de los lectores

Cartas de los lectores

Y llega el momento. Este terrible y odiado momento, emboscado entre jirones de una niebla familiar, de esta niebla eterna, la misma niebla de mi infancia, la misma niebla de mi respirar zamorano.

Los huesos duelen se despiertan, más húmedos, mojados, empapados y la espalda busca reposo, un respaldo que alivie la triste tensión de mi dolor más íntimo, este dolor infinito del alma…

Es como si la misma naturaleza, que siempre te abrazó entre los frutos y los mil canales de riego de la huerta, haya deseado ponerse de luto y mostrarse triste, muy triste encorvada por este dolor invernal.

Es verdad que ya no sufrirás más ni el agobio de una familia compleja como todas, ni los terribles fríos de estas nieblas heladas sin final claro; pero seguro que tenemos tiempo todavía y siempre: para verte sonreír, sin darte importancia, para decirte, con el corazón en la mano, que siempre, siempre, siempre te quiero a mi lado y te mantendré aquí mismo, en mi corazón dolorido.

Déjame darte este abrazo tan personal, tan especial, mientras tú ríes con la misma risa abierta y clara de siempre, Obdulia. Ya muy pronto nos podrás contar tu propia experiencia del cariño de Isabelita, papá, mamá y Luis. Sé que tú no te olvidarás de nadie.

Te quiero confesar una cosa muy personal… : yo sigo cantando en el silencio más íntimo aquella canción que con tanto cariño me cantabas de niño… “ Venid pajaritos, dejad los sembrados… ”, mientras ibas marcando el ritmo con los pies que deslizabas sobre la cera de los suelos.

Descansa en paz. Te quiero siempre. Un beso, Obdulia.

José Carlos Parra Cabo

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