No nací en Moraleja del Vino, pero desde hace 22 años comencé a vivir temporalmente en esta maravillosa tierra para visitar y pasar meses con mi hija junto a mi marido, ya fallecido, y casi toda la familia. Siempre hemos sido muy bien acogidos. De hecho, una parte de mí ya es de Moraleja del Vino. Soy Paqui, quizá más conocida por ser la señora que pasea con su perro Kiko subido en el carro de la compra.

Hace unos días, sentada en los bancos de la plaza, olvidé en ellos mi cartera. Justo en ese momento, por circunstancias, llevaba toda mi documentación y cerca de 70 euros. Antes de que me diera tiempo a enterarme una llamada me advirtió de que mi cartera había sido encontrada por dos mujeres del pueblo que no dudaron ni un segundo en averiguar quién era yo mostrando a otros vecinos mi DNI y preguntando por mi identidad.

Jamás tendré palabras de agradecimiento suficientes hacia Tati Santiago y Geli Hernández, dos buenas vecinas de Moraleja, donde si algo abunda es la buena gente

Jamás tendré palabras de agradecimiento suficientes hacia Tati Santiago y Geli Hernández, dos buenas vecinas de Moraleja, donde si algo abunda es la buena gente. No solo me identificaron, sino que, sabiendo mis problemas de movilidad, llamaron a una nieta para trasladarse en coche hasta mi casa y entregarme la cartera en propia mano.

Ante semejante gesto solo puedo agradecer públicamente a través de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA mi orgullo y satisfacción por pasar casi la mitad del año entre buenas personas, las de Moraleja del Vino.

Paquita Fonseca Pastrana