La Opinión de Zamora

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Los abuelos en las medallas del ramo de la novia

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Recordar es volver a vivir con las personas con las que compartimos nuestro tiempo y con las que hemos convivido especialmente en el ámbito familiar y, más concretamente, con los padres que han sido, si físicamente ya no están, los que nos dieron la vida, se ocuparon y preocuparon de la educación, de la salud, del bienestar de los hijos y hasta de los nietos si se “terciaba”. Qué sería del bienestar de muchos de estos si los abuelos no echaran buenos “capotazos”, “volviendo a ser padres”, sacrificando su tiempo y aficiones, amén de la responsabilidad que siempre implican los “enanos” tan traviesos, que no se les puede perder de vista ni un segundo.

Es por todo ello, y por mucho más, que a los “yayos” siempre hay que tenerlos presentes para agradecerles lo que han hecho, y están haciendo por los “hijos de sus hijos”, tomar buena nota de su excelente proceder “para el día de mañana” cuando les toque tal tarea a los “papis” de hoy. Además, es obligación moral de cada generación superar a la precedente por contar, normalmente, con más experiencias previas, más medios de todo tipo, etc., lo que suele suceder, no obstante, que las que menos tuvieron, más se sacrificaron en el cumplimiento de sus responsabilidades y muchísimo mejor lo hicieron…¡chapeau¡, ¡merci beaucoup!

Y es que el respeto, la estima, el saber agradecer, etc., que la educación debiera inculcar; pues de no ser así el haber ido a la escuela, como la supuestamente impartida por los progenitores, sería otra cosa; debiera impulsar los buenos sentimientos, el espíritu de solidaridad, de cooperación, de aprendizaje, de superación, etc., reconocer, y corresponder en la medida de lo posible, cuando las circunstancias y la ocasión lo demanden, la entrega, sin reservas, a todo el mundo que lo requiera, pero muy especialmente a quienes, en su momento y con tiempo, nos “echaron una mano”. Y es que está expresión, “a la recíproca”, muy a tener en cuenta, plantear y aplicar.

Y es que la “novia”, de una recientísima ceremonia nupcial religiosa, portaba en sus manos el ramo con unas discretísimas placas redondas donde estaban grabados los nombres afectivos de sus abuelos, todos fallecidos. Una excelente forma de tenerlos también presente en la celebración de uno de los sacramentos más importantes para la vida de un cristiano.

La sensibilidad femenina, pues parece ser que fue idea de la contrayente, se puso una vez más de manifiesto; actividad que todo el mundo, sin distinción, debiera poner en práctica para lograr una convivencia grata que, entiendo, es lo que el mundo mundial desea.

Felicidades a los queridos contrayentes, Carolina y Juan Luis.

¡Ah¡, una de las abuelas era tocaya, “Edu”.

Eduviges Bragado Calleja (Pinilla de Toro)

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