Zamora,
tu grito llega hasta el cielo,
ese tu cielo azul
que se ha tornado
de un rojo ensangrentado
y, lo que aún es peor,
de un negro calcinado.
Zamora,
te estás purificando,
con un fuego abrasador
que todo lo está quemando.
Te abandonaron tus gentes,
Zamora,
casi todos emigraron.
Los mismos que ahora se lamentan
de tan lamentable quebranto.
Se fueron, emigraron,
a ganarse el pan del año,
a otras tierras y a otros mares
buscando un mejor salario,
y ahora tienen sus tierras,
a las que antaño renunciaron,
calcinadas por el fuego,
por el abandono desde antaño.
El vacío de Zamora,
no nos llamemos a engaño,
lo hicieron los zamoranos
al dejar jaras, castaños,
nogales y avellanos,
matorrales, pinos, encinas,
con multitud de carrascos,
y sus robles centenarios,
solos ante el peligro,
por un futuro soñado
que en la práctica y en verdad
casi nunca lograron.
Se quedaron mandando en ti,
Zamora,
mandando que no gobernando,
los mismos caciques de ayer,
sin cambiarse de collar
pues ni en eso se han molestado.
Nada les importa el monte,
ni el arroyo, ni el collado,
tan solo les importa su paga,
su poder, fama y boato.
Ignorantes de la sierra,
de todo lo que huela a campo,
echan la culpa de todo esto,
al manido cambio climático,
pero éste no es responsable,
no, moralmente hablando,
y sí que lo son ellos que,
con su avaricia insaciable,
todo lo están destrozando.
Y si los de aquí ignoran
cuanto tienen entre manos,
no digamos los de allá,
mandamases de los telediarios,
embriagados de poder
y de estulticia empapados.
Zamora, tú bien lo sabes,
Zamora,
tan solo eres querida
por los que aquí se quedaron:
los pastores con sus rebaños
y los labriegos con sus arados,
que con el sudor de su frente
regaron muy bien los campos.
En comunión con su tierra,
conservando lo heredado,
para dejar a sus hijos
un bien muy preciado:
la naturaleza en estado puro,
la que ahora se está quemado,
por la marcha de los unos
y por el desdén de políticos
de uno y otro bando.
In memoriam de todas las gentes que nos legaron, Zamora, la naturaleza sin cenizas y sin engaños.
Antonio Gómez Gangoso (Prado)
“Zamora, la bien quemada”
Zamora la bien quemada,
por un lado se quema Tábara,
por el otro Melgar, por otro
Pumarejo y por el otro Almaraz.
¡Y no digamos “La Culebra”,
que quemada ya está!
¡Y “la Santa Junta” y sus políticos,
en sus poltronas están,
rascándose la barriga mientras ar de el monte y el cereal!
De los muertos y quemados...
nadie se acordará.
Justa Manso Pajares