La Opinión de Zamora

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Julio Fernández Peláez

Montes para los señoritos

No hay que confundir bosque con plantación de coníferas fuera de su hábitat

Fuego en La Culebra. E. F.

No vamos a nombrarla, porque todos sabemos de qué tierra hablamos, de qué sierra hablamos, y no vamos a nombrarla porque si hay una zona en España que se declaró reserva de caza con el expolio y el robo a manos llenas fue esta, y esto todo el mundo lo sabe, ¿o no?

Montes para los señoritos

Los señoritos al principio de la dictadura necesitaban una gran finca de recreo y dispusieron la expropiación forzosa de los terrenos. Lo que los vecinos habían comprado y era suyo, según consta en todas esas escrituras que se perdieron, o se quemaron, pero que sabemos que existieron, y que quizá haya algún día que recuperarlas, fue pasado a manos del Estado por obra y gracia del Generalísimo. Los montes, bajo la excusa de una erosión que no existía, fueron “repoblados” con especies invasoras mediante roturaciones que convirtieron el paisaje en un inmenso conjunto de bancales. El objetivo: convertir la sierra en una fabulosa fábrica de madera. Los pinos crecieron, sí, con gran esfuerzo, porque ese no era su hábitat, pero nunca llegaron a conformar bosque. Si alguien confunde bosque con plantación, hay que aclarar que una plantación de coníferas no permite la existencia de otras especies arbóreas, y esto no es un bosque. El bosque de verdad era y sigue siendo el que da nombre a la comarca en la que se encuentra ese sitio que no vamos a nombrar, porque la cosa está que arde y los señoritos, los nuevos, siguen ejerciendo su poder a todos los niveles y no sea que tomen represalias contra personas y movimientos ecologistas, que tienen ganas de acallarlos, pues ya andan diciéndolo en el mismo Parlamento. El bosque de verdad era y sigue siendo aquel en el que reina el roble melojo, capaz de regenerarse rápidamente frente a un incendio, pero también el bosque de la encina, del alcornoque, del abedul, del tejo, del castaño y de otras muchas especies que debieron estar delante de los pinos cuando se pensaba en cómo recuperar los terrenos cada vez que ardían, y sin embargo, no, y sin embargo pinos y más pinos. Si no quieres una taza toma cuatro, es la frase favorita de los señoritos.

El bosque de verdad era y sigue siendo aquel en el que reina el roble melojo, capaz de regenerarse rápidamente frente a un incendio, pero también el bosque de la encina, del alcornoque, del abedul, del tejo, del castaño

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Pinos y más pinos para que ardan tarde o temprano: ahora ya vemos que más pronto que tarde.

La industria maderera y el negocio de la caza. Estos han sido los dos únicos horizontes para esta tierra sin nombre, vilipendiada, abandonada, vaciada, y ahora quemada, y mañana definitivamente muerta si el pueblo, los pueblos, las gentes, no se organizan y piden para sí lo que es suyo.

Una industria maderera irrespetuosa con el medio ambiente, con la connivencia de la Junta de Castilla y León y de los propios ayuntamientos. No ya porque para explotar los montes sea preciso abrir enormes cortafuegos, que por cierto se han demostrado inservibles, sino porque los camiones se llevan la madera pero dejan los montes llenos de ramas, llenos de dinamita, preparados para arder. Lógico: los señoritos no limpian, ese trabajo lo tienen que hacer otros. ¿Y quién lo hace? Nadie. Los ayuntamientos, que reciben sustanciosas cantidades de dinero por la madera, no quieren contratar a nadie que haga ese trabajo, no sea que venga a vivir gente a sus pueblos en manos de señoritos, y a la Junta, llena de señoritos, le va muy bien que todo esté así de abandonado. El futuro ahora son las renovables. Por cierto, ya que estamos sacando los colores a más de uno: ¿Pasan todos los camiones por la báscula?

Un negocio de la caza que no se ha preocupado por nada, porque quienes vienen a cazar son señoritos que no viven ni trabajan en la tierra que no queremos nombrar, porque nos duele decir su nombre. No se han preocupado tampoco, ahora que todo arde, por encontrar un refugio a los animales heridos, a los animales que huyen. Claro, para eso está el ejército. El ejército en un nivel 2, porque declarar el 3 era excesivo para una tierra sin nombre. Un negocio de la caza que odia al lobo y odia a la naturaleza, o al menos no la ama, porque si la amase, si la amase de verdad como la aman las gentes que ahora están llorando en todos los rincones de España por lo que se ha perdido, la habrían protegido contra los burócratas, hubieran levantado la voz hace tiempo para pedir una protección de estas tierra todo el año. Para pedir que exista un cuerpo de bomberos todo el año, como existe en las ciudades en las que viven. ¿O es que en Valladolid mandan a casa los lunes a los bomberos porque los lunes es menos probable que haya fuegos? Ah, quizá no imaginaban los señoritos que también su negocio se le iba al carajo.

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