La Opinión de Zamora

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Luis Miguel de Dios

Buena jera

Luis Miguel de Dios

El fuego no esperó al 1 de julio

La espantosa tragedia de la Culebra exige cambios, reflexión y menos autobombo

16 JUNIO 2022;INCENDIO;FUEGO;DESASTRE NATURAL;MEDIO AMBIENTE;CAMBIO CLIMÁTICO; Emilio Fraile

Las cifras son ya aterradoras. Cuando escribo estas líneas (mañana del sábado), se habla de 20.000 hectáreas arrasadas, de 16 localidades evacuadas, de unos daños ecológicos, agrícolas y económicos incalculables y de un futuro más que incierto para la zona. Y el incendio todavía no ha sido controlado.

El desastre puede ser mayor y afectar a más pueblos, a más montes, a más instalaciones y a más personas. Afortunadamente, no ha habido que lamentar pérdidas humanas, pero hay que ponerse en la piel de las gentes, en su mayoría ancianos, que tuvieron que abandonar sus casas en plena noche sin saber con lo que se pueden encontrar cuando regresen a sus domicilios. También hay ahí un daño moral, anímico, difícil de valorar, pero de un impacto terrible. Toda una vida destrozada en cuestión de minutos. Los recuerdos convertidos en pesadilla. Un dolor incurable. Unas miradas que ya no ven hacia adelante, sino que se encuentran solo con lo que fue y ya no es. Estos son otros aspectos, quizás no palpables ni cuantificables en números, de lo que se está viviendo en la Culebra. Y conviene tenerlos en cuenta, no olvidarlos, aunque haya que dar prioridad a la recuperación material.

Nadie en la Junta hizo caso de la ola de calor en la que por entonces estábamos sumidos ni de las previsiones de Meteorología. Hasta el 1 de julio no se lanza a tope el (in)Operativo

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Y tampoco convine olvidar que un drama como este puede calificarse, parodiando a García Márquez, como un desastre anunciado. Desgraciadamente, el inicio lo puso el azar, la mala suerte: una tormenta seca, con rayos que incendiaron árboles, arbustos, vegetación seca. En ese arranque no hay que buscar responsables o culpables. Las tormentas, los rayos, no los manejan los hombres. Pero en otros factores sí. Por ejemplo, en la suciedad, en la falta de limpieza de los montes, en el abandono que sufren muchas de esas zonas. No se desbrozan, no se clarean, no se eliminan ramas, plantas y hojas secas que acaban convirtiéndose en yesca, en estopa, en material inflamable. El combustible ya está ahí. Solo falta la chispa. Unas veces es un pirómano, un criminal que enciende. Otras un descuido. Y otras, claro, una tormenta seca.

Todos los años oímos esas declaraciones, bastante altisonantes, de que los incendios se apagan en invierno. O sea, con la limpieza de los montes. Digo lo de altisonantes porque suelen lanzarlas algunos responsables políticos que después ni las cumplen ni ponen los medios para que se puedan cumplir. Lanzadas en otoño suenan muy bien y producen la impresión de que sí, de que ya está en camino la solución. Trabajadores, sindicatos, organizaciones agrarias y vecinos acostumbran a protestar por estos flagrantes incumplimientos, pero da igual. Predícame cura, predícame fraile, que por un oído me entra, por otro me sale, que decía mi abuela cuando no le hacíamos caso. Y de aquellos polvos, estos lodos. Del mal estado de los montes ha derivado la pesadilla que se ha cebado ahora con la sierra de la Culebra. De la falta de prevención, a la hecatombe que estamos sufriendo estos días y que, repito, cuando escribo este artículo no ha acabado y, lo peor, no se vislumbra su fin.

¿Servirá este drama para reflexionar, para cambiar algo? Tengo dudas, muchas dudas. Al menos, la experiencia así lo dice. ¿Recuerdan el pavoroso incendio de la Paramera, en Ávila? Fue el año pasado. Promesas, pero seguimos igual. ¿Recuerdan el de El Teleno, en León? También miles de hectáreas arrasadas. Han pasado los años y nada ha cambiado. No se limpia, no se previene. Y ahí, en la Culebra, están las consecuencias.

Tampoco cambia nada (o muy poco) en el Operativo de la Junta, que algunos llaman (in)Operativo. A las pocas horas de que lo presentara a bombo y platillo el consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, ardía la sierra zamorana. Nefasta coincidencia, pero antes de que brotaran las llamas ya se habían desatado las críticas porque el Operativo fuerte iba a empezar, como siempre, el 1 de julio. ¿Y hasta entonces? Como siempre. Menos personal, menos medios, al ralentí. Nadie en la Junta hizo caso de la ola de calor en la que por entonces estábamos sumidos ni de las previsiones de Meteorología. Hasta el 1 de julio no se lanza a tope el (in)Operativo. Y acabará el 30 de septiembre haga o no haga falta. ¿Y si se produce algún gran fuego el 2 de octubre? Pues, nos arreglaremos como podamos, con voluntarios, sacando a alguna gente de sus descansos, llamando al Ejército, pidiendo ayuda a otras comunidades autónomas…En fin, también lo de siempre. O, al menos, como hasta ahora.

Por eso son difíciles de creer las promesas y compromisos (Mañueco incluido) que se hacen en plena vorágine, entre las llamas. Confiemos en que esta vez sí. Y que haya reflexión profunda. Y propósito de la enmienda. ¿Lo veremos?

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